Crítica:CINE

Tabernera exuberante consuela caballeros

Desde que nuestra legislación aboliera el llamado cine S para crear los locales especializados en pornografía, los límites por los que debe circular una película que haga del erotismo su materia principal son resbaladizos, puesto que, al menor despiste, lo que se concibió como producto destinado a satisfacer las ansias de honesta diversión de matrimonios como Dios manda, se transforma en imágenes sólo aptas para ser consumidas en soledad y por un público abrumadoramente masculino.

Sin embargo, si se juega con la coartada cultural de basarse en el dramaturgo italiano Carlo Goldini -Miran...

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Desde que nuestra legislación aboliera el llamado cine S para crear los locales especializados en pornografía, los límites por los que debe circular una película que haga del erotismo su materia principal son resbaladizos, puesto que, al menor despiste, lo que se concibió como producto destinado a satisfacer las ansias de honesta diversión de matrimonios como Dios manda, se transforma en imágenes sólo aptas para ser consumidas en soledad y por un público abrumadoramente masculino.

Coartada cultural

Miranda

Director y guionista: Tinto Brass. Intérpretes: Serena Grandi, Andrea Occhipinti, Franco Interlenghi, Andy J. Forest. Fotografía: Silvano Ippoliti. Música: Riz Ortolani. Italiana, 1985. Estreno en cines Luchana 1, Azul y Tívoli.

Sin embargo, si se juega con la coartada cultural de basarse en el dramaturgo italiano Carlo Goldini -Miranda es Mirandolina, la protagonista de la obra cumbre del autor, La posadera-, con el nombre de un cineasta que siempre ha recubierto de argumento sus fantasías eróticas -fantasías que se escenifican en los filmes firmados por Tinto Brass: Calígula, Salón-Kitty y La llave secreta-, y con la capacidad de carnuflaje y sugerencia de: una fotografía que usa y abusa, del flou, el resultado puede ser justo el contrario del antes descrito, y causado por una ley que pretendía menos favorecer el puritanismo que evitar que las paritallas quedaran ocupadas por subproductos realizados con presupuestos mínimos.Miranda tiene muy poco o nada que ver con la obra con la que Goldoni inauguró el teatro moderno y corrigió los excesos de la comedia del arte. En reafidad, se trata de un vehículo destinado al lucimiento de la exuberante actriz Serena Grandi, nacida en Bolonia hace 27 años y digna continuadora de aquella mítica legión de maggioratas que, mediados los años cincuenta, amenazaban con reventar cualquier camiseta con sus bustos fellinianos.

Curiosamente -o tal vez no tan curiosamente-, la acción también transcurre durante aquellos años cincuenta, y Serena Grandi es la dueña de una tabema que espera el retorno de su esposo, desaparecido en la guerra. Mientras éste no hace acto de presencia, la tabernera se consuela con otros caballeros, que se someten a un discreto entramado vodevilesco. Y eso es todo lo que da sí esta Miranda firmada por Tinto Brass.

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