Crítica:JAZZ

El violinista de Hamelin

Una big band de músicos de la escena local y el impecable cuarteto de un genio dieron en la velada del viernes uno de los puntos más altos de este festival. Eficacia, dominio y hasta originalidad en el Taller de Músicos y magisterio del que conduce al entusiasmo en Didier Lockwood, el hombre que todo puede hacerlo en su violín.A Dave Thomas le debe la afición madrileña muchas de las mejores noches de jazz que aquí hemos tenido en los últimos 20 años. En su incansable labor está hoy la dirección de la Big Band del Taller de Músicos de Madrid. Bajo la dirección de Thomas, clásicos ...

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Una big band de músicos de la escena local y el impecable cuarteto de un genio dieron en la velada del viernes uno de los puntos más altos de este festival. Eficacia, dominio y hasta originalidad en el Taller de Músicos y magisterio del que conduce al entusiasmo en Didier Lockwood, el hombre que todo puede hacerlo en su violín.A Dave Thomas le debe la afición madrileña muchas de las mejores noches de jazz que aquí hemos tenido en los últimos 20 años. En su incansable labor está hoy la dirección de la Big Band del Taller de Músicos de Madrid. Bajo la dirección de Thomas, clásicos como Manteca o Take the A train son presentados con acierto de originalidad en los arreglos. Entre sus triunfos y competencias cabe resaltar el sólido trabajo de la sección rítmica y la labor de dos tenores, Juan Muro y Jorge Pardo, estrella invitada esa noche.

Didier Lockwood Quartet

VII Festival de Jazz de San Isidro. Big Band del Taller de Músicos de Madrid. Didier Lockwood Quartet. Teatro Albéniz. Madrid, 15 de mayo.

Lockwood es un instrumentista prodigioso, y además está cargado de ideas. Hoy parece plenamente centrado en su propia expresión jazzística, cada vez más lejano de su primera formación rockera.

Es conocida la historia del violín que hace 50 años Michel Warlop, primer maestro francés, regalara a Stephane Grapelli. Este pasaría el testigo, años más tarde, a Jean Luc Onty y en 1979 ambos tomaron la decisión de que debía llegar a las manos del entonces muy joven Didier Lockwood.

Desde el primer impulso del arco sobre su violín, Lockwood cautivó en una sostenida y majestuosa exaltación de la belleza, de la alegría de hacer música. En su instrumento está toda la historia del violín jazzistico, puede asombrar en el acercamiento a la tradición clásica europea y, para no desconcertar a nadie, también demuestra, sin abundar, que puede seguir siendo un rockero.

En el trío rítmico, André Ceccarelli, un baterista ya reconocido, que sostuvo a lo largo de todo el concierto la magistral tensión que el líder genera. El bajista Tom Kennedy, ex Steps Ahead, primera figura de su instrumento en este festival, y el jovencísimo Thierry Eliez, brillante exponente de la nueva ola de pianistas europeos. Los cuatro ofrecieron el concierto más exaltante de estas jornadas. En el teatro de Hamelin, en pie, los aplausos decían: volved.

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