Los nazis son una prueba de que el demonio existe, afirma Juan Pablo II en la RFA

Juan Pablo II advirtió ayer que hay momentos en que el demonio se muestra de manera "casi tangible" y que la realidad de los nazis prueba que el diablo existe. Contra esas fuerzas del mal y también contra el nazismo gobernante en Alemania luchó Rupert Mayer, jesuita a quien el régimen nacionalsocialista prohibió predicar y que ayer fue beatificado en Múnich.

Diez cardenales, seis arzobispos y 33 obispos, así como Franz Josef Strauss, ministro presidente del land de Baviera, estuvieron presentes en la ceremonia que presidió el Papa ante las más de 80.000 personas que llenaban el ...

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Juan Pablo II advirtió ayer que hay momentos en que el demonio se muestra de manera "casi tangible" y que la realidad de los nazis prueba que el diablo existe. Contra esas fuerzas del mal y también contra el nazismo gobernante en Alemania luchó Rupert Mayer, jesuita a quien el régimen nacionalsocialista prohibió predicar y que ayer fue beatificado en Múnich.

Diez cardenales, seis arzobispos y 33 obispos, así como Franz Josef Strauss, ministro presidente del land de Baviera, estuvieron presentes en la ceremonia que presidió el Papa ante las más de 80.000 personas que llenaban el estadio donde se desarrollaron las pruebas de atletismo de los Juegos Olímpicos de 1972. Ante el numeroso público, Wojtyla resaltó el ejemplo de Mayer como el de un cristiano que llevó su fe a la vida pública.El altar se encontraba cobijado bajo un gran escenario, en mitad del césped, donde pocos minutos después de las diez de la mañana llegó Juan Pablo II en un helicóptero, tal como ha sucedido en la mayor parte de este segundo viaje que realiza a la República Federal de Alemania. Un impresionante dispositivo policial -al menos dos centenares de vehículos- cuidó de la seguridad del Papa, sobre cuyo estado de salud especulaba ayer el diario Bild am Sonntag, según el cual Juan Pablo II se encontraba aquejado de una fuerte gripe. Los portavoces vaticanos desmintieron categóricamente esta versión y no hubo ningún contratiempo en el acto.

Un cruzado moderno

En la católica diócesis de Múnich -con un 75,8% de población de esta confesión- el Papa glosó la figura del jesuita beatificado, que, "en su lucha espiritual contra los poderes de las tinieblas, se colocó la armadura de Dios". "La fe verdadera", añadió Wojtyla, "fue su armadura y la palabra de Dios el escudo de su espíritu". Este cruzado, nacido en Stuttgart, y a quien Juan Pablo II definió como el apóstol de Múnich, ingresó en los jesuitas en el año 1900, cuando la orden se hallaba proscrita en Alemania. Marchó al frente durante la I Guerra Mundial, donde fue herido en la pierna izquierda, que le fue amputada, y más, tarde recibió la condecoración de la Cruz de Hierro de primera clase.

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A su regreso, y tras unos años de labor entre la inmigración, se opuso al nazismo en sus predicaciones y organizó grandes misas en la estación central de Múnich. La Gestapo lo arrestó en tres ocasiones entre 1937 y 1939, pero él jamás renunció a decir lo que pensaba. Llegó incluso a ser trasladado a un campo de reclusión, de donde pasó al monasterio de Ettal, en el que permaneció internado durante cinco años. El Día de Todos los Santos de 1945, y mientras predicaba, le sobrevino la muerte, meses después de que las tropas norteamericanas entraran en Múnich.

El Papa dijo ayer, refiriéndose a Mayer, que la fe lo llevó a expresar su oposición al nazismo. Pero esa lucha partió del combate espiritual contra las fuerzas del mal. Y aquí fue donde Juan Pablo II evocó la figura del demonio -un tema de frecuente reflexión para el episcopado alemán- y sobre el que "el hombre de hoy parece que no quiere pensar, ya que hace todo lo posible por sacarse de la mente la idea de los gobernantes del mundo de las tinieblas". "En momentos de la existencia de este mal", añadió el Papa, "se ve claramente que los poderes de las tinieblas, que operan a través del hombre, lo superan porque vienen del exterior y lo envuelven".

Tras la misa de beatificación, Juan Pablo II partió nuevamente en helicóptero hacia la ciudad imperial de Ausburgo, mientra en Múnich la gente se arremolinaba para pedir autógrafos a la salida del estadio al democristiano Franz Josef Strauss.

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