Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Concierto inaugural

Acústica era la voz obligada en esa noche inaugural, en la sala, precipitada y bellamente dispuesta, y en el foyer con vocación de invernadero y aires de terminal.Como obligada era la presencia de la banda -en el umbral- y de la orquesta -en el recinto- municipales. Y no menos obligado el programa, hispánico del principio al fin y discretamente valenciano.

Algunos cientos de catadores del vino musical tanteaban de uno y otro ángulo el veredicto sonoro para proveer un brindis a los inauguradores.Y el sonido fue pleno, redondo y lucidor desde los prímeros compases de Palau -Palau, ...

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Acústica era la voz obligada en esa noche inaugural, en la sala, precipitada y bellamente dispuesta, y en el foyer con vocación de invernadero y aires de terminal.Como obligada era la presencia de la banda -en el umbral- y de la orquesta -en el recinto- municipales. Y no menos obligado el programa, hispánico del principio al fin y discretamente valenciano.

Algunos cientos de catadores del vino musical tanteaban de uno y otro ángulo el veredicto sonoro para proveer un brindis a los inauguradores.Y el sonido fue pleno, redondo y lucidor desde los prímeros compases de Palau -Palau, el primero en el Palau-, cuya Marcha, de puro solemnizada, como una arquitectura antigua, había perdido las aristas burlescas.

Coro Nacional de España y Orquesta Municipal de Valencia

M. Palau: Marcha burlesca. J. Rodrigo: Concierto de Aranjuez. M. de Falla: La vida breve (versión de concierto).Intérpretes: E. Tarrés y B. Melero, sopranos; M. Perelstein, mezzo; E. Esteve y M. Cid, tenores; R. Contreras, barítono; J. Sanz Remiro, bajo; L. Teña, castañuelas; G. Moreno, cantaor, y C. Martínez, guitarra. Narciso Yepes: guitarra. Coro Nacional de España. C. H. Téllez, directora. Orquesta Municipal de Valencia. Manuel Galduf, director. Palau de la Música i Congressos de València, 25 y 26 de abril de 1987.

El programa, pues, ideal para el protocolo, se acomodaba menos, en apariencia, a esa acústica engolada, que hizo sonar en Aranjuez los ecos por encima con mucho de las voces.

Sólo la cadencia del movimiento central, con la guitarra solitaria, pudo rendir honor al arte de Yepes, más íntimo que deslumbrante.

Hábitos de cámara

Por otra parte, el equilibrio de este Concierto pide hábitos de cámara, para los cuales ni los músicos ni la sala eran propicios. Como no eran propicios, ella y ellos, al desgarro cortante del Falla juvenil y su laboriosa Vida breve, en donde la levadura del, ante es acaso el secreto que desvelar.

Falla sonó con una magnificencia opulenta que la partitura sin duda ofrece, ajena, sin embargo, a la voluntad ingenua del autor. Habría que cuestionarse si eludir la acción, sin eludir el baile, es desplazar el acento de la obra más allá de lo prudente. El coro hizo su papel con brío, y de las voces solistas, a destacar la soberanía del canto de Enriqueta Tarrés, número uno de la velada. El trabajo de Manuel Galduf, concienzudo.

En resumen: partituras demasiado sutiles para un momento y un lugar de énfasis. La Orquesta Municipal, protagonista del acto inaugural de su propia sede, deja atrás algunos lustros de incertidumbre nómada. Y lo hace con gozo, al parecer, arropando sus dudas en la certeza de una sala viva -en el argot acústico-. Pero el sonido, habrá que recordarlo, es sólo el viático de la música, y a los músicos corresponde, y no a la acústica, despejar esas dudas.

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