Juan Pablo II reconoce que Chile y Argentina son muy diferentes

El papa Juan Pablo II reconoció ayer, en una conversación con periodistas a bordo del avión de Aerolíneas Argentinas que le llevó de vuelta al Vaticano, que "las situaciones geopolíticas de Chile y Argentina son muy diferentes, y que por eso no se advirtió en este último país "la tensión vista y sentida en Chile". Añadió que su misión es, sin embargo, siempre la misma en todas partes, ya que él viaja "sólo como maestro de la fé"

El Papa salió de Buenos Aires en la tarde del domingo (la noche en España), tras una grandiosa misa oficiada por la mañana en la avenida Nueve de Julio, en el c...

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El papa Juan Pablo II reconoció ayer, en una conversación con periodistas a bordo del avión de Aerolíneas Argentinas que le llevó de vuelta al Vaticano, que "las situaciones geopolíticas de Chile y Argentina son muy diferentes, y que por eso no se advirtió en este último país "la tensión vista y sentida en Chile". Añadió que su misión es, sin embargo, siempre la misma en todas partes, ya que él viaja "sólo como maestro de la fé"

El Papa salió de Buenos Aires en la tarde del domingo (la noche en España), tras una grandiosa misa oficiada por la mañana en la avenida Nueve de Julio, en el centro de la capital argentina, con la que puso término a sus actividades en esta, octava gira a Suramérica, en la que visitó 19 ciudades de Uruguay, Chile y Argentina, en un periplo de dos semanas.Juan Pablo II definió la batalla campal que tuvo lugar en el parque O'Higgins, de Santiago de Chile, durante la misa de beatificación de Sor Teresa de los Andes, como "una provocación, baja, brutal y primitiva" y añadió que "los creyentes presentes revelaron, al revés, una gran dignidad". A la pregunta de por qué en Argentina le siguieron tantos jóvenes y tan pocos hombres del mundo del trabajo, el papa Wojtyla respondió: "Porque los jóvenes tienen grandes anelos de liberación. Desean liberarse de los condicionamientos ideológicos, doctrinales, políticos, materialistas, hedonistas y consumistas".

En este octavo viaje suraméricano de Juan Pablo II ha quedado quizás más claro que en otros hasta qué punto una conferencia episcopal y su actitud puede condicionar la visita del Papa. Los obispos de Chile y Argentina fueron dos extremos opuestos. Comprometidos los primeros con su pueblo, que aplaudía cuando el Papa los nombraba en público, y que hicieron esfuerzos sobrehumanos para capitalizar dicha visita contra la dictadura de Pinochet. Lejanos de su gente los argentinos, sus nombres nunca fueron aplaudidos por los fieles y hasta el Papa tuvo que pedirles que "escucharan más" al pueblo de, Dios y que no viesen en todo el fantasmáde la secularización.

Los chilenos aprovecharon para que los sin voz hablaran sin tapujos frente al Papa y dieron facilidades para que el Pontífice pudiera acercarse a los más pobres y para que ellos pudiesen desahogarse micrófono en mano. Los argentinos no sólo no le permitieron a Juan Pablo II que visitara a los más pobres, sinó que a cuantos hablaron ante él, salvo ransimas excepciones, los habían domesticado para que no dijesen nada polémico o crítico. Sólo un indio mapuche y un obispo hablaron al Papa del drama del pasado dictatorial argentino.

Los chilenos consiguieron que el Papa se encontrase hasta con la oposición más radical de izquierdas, mientras que los argentinos impidieron que Juan Pablo II pudiera hablar incluso con el premio Nobel de la paz Adolfo Pérez Esquivel, con las asociaciones de defensa de los derechos humanos y con las Madres de Plaza de Mayo.

Los obispos chilenos no pudieron impedir que el Papa entrase en el palacio de la Moneda, donde había caído Salvador Allende, para encontrarse con el Reneral que lo había derrocado, pero al menos impidieron que el Papa le diese a Augusto Pinochet la comunión que éste hubiese deseado. Aunque el Papa, según declaraciones amargas y privadas de no pocos obispos, podía haberse ahorrado también darle la bendición en la capilla y ante las cámaras de televisión y salir con él dos veces al balcón para ser aplaudidos por los pinochetistas.

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En Argentina, al revés, los obispos no querían que el democrático Alfonsín asistiera a la misa de Ramos y, al final de ella, impidieron al Papa acercarse a saludar al presidente.

Relato de un niño chileno

"Hace mucho tiempo en Santiago de Chile llegó la dictadura de Pinochet el 11 de setiembre de 1973. Pinochet enpezó asíendo el toque de queda siguio exiliando gente, torturando, y matando. Intentaron matarlo una vez pero solamente le chiríeron la mano y mataron a pblicias". Así comienza, repleto de faltas de ortografia, el relato enviado por un niño chileno a un amigo español sobre la visita del Papa. "Pero la dictadura", añade, "sigue en Chile hasta 1987 y todavía no se sabe si va ha seguir. El papá Juan Pablo II llegó ha Chile entre el primero de Abril hazta el 6. Cuando llegó el papa los chilenos estaban felices, creye ron que le hivan acusar de to dos sus delitos. Pero pasa todo lo contrario porque envez de acusarlo de todos sus delitos lo bendijo con toda su familia. Los chilenos siquiera tenian derecho de salir a la calle cuando quieran. Despues isieron manifestaciones poniendo carteles que decian queremos democrasia en Chile. Despues llegó la policia chilena, tiraron bombas lagrimogenas y sacaron carros lansa agua y mataron a un chiquillo de 26 años ayer en Santiago de Chile. Antes mataron millones de gente. Hasta quemaron a una chiquilla viva y mataron a un chiquillo. El chiquillo denunció a los que lo quemaron pero dos díaz despues murio el chiquillo".Viernes Abril el 3, 1987.

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