Irán queda lejos de Tallahassee

En Florida, escaramuzas menores aparte, Reagan mantiene el apoyo de la 'mayoría silenciosa'

En Tallahassee (85.000 habitantes), la capital política de Florida y sede de dos universidades, el Irangate no es seguido con el interés y la intensidad casi patológica de Washington, pero la pasada semana esta apacible ciudad sureña, donde los acontecimientos más importantes son la apertura de la Liga de béisbol y el comienzo de la legislatura estatal, se apasionó por la influencia del escándalo de las neuronas de Ronald Reagan.

Bob Stiff, el director del periódico local, el Tallahassee Democrat (70.000 ejemplares de circulación diaria), decidió censurar durante dos semanas la p...

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En Tallahassee (85.000 habitantes), la capital política de Florida y sede de dos universidades, el Irangate no es seguido con el interés y la intensidad casi patológica de Washington, pero la pasada semana esta apacible ciudad sureña, donde los acontecimientos más importantes son la apertura de la Liga de béisbol y el comienzo de la legislatura estatal, se apasionó por la influencia del escándalo de las neuronas de Ronald Reagan.

Bob Stiff, el director del periódico local, el Tallahassee Democrat (70.000 ejemplares de circulación diaria), decidió censurar durante dos semanas la popular tira cómica de Doonesbury. Su autor, el dibujante Garry Trudeau, envió a su personaje (que aparece diariamente en 900 periódicos del país) a realizar un viaje al interior del cerebro del presidente.La materia gris de Reagan aparece muy deteriorada por falta de uso e incapaz de recordar los detalles del Irangate. Los conductos cerebrales están prácticamente destruidos, y en su penoso avance, el intrépido explorador Doonesbury se ve incluso obligado a emplear explosivos para desbloquearlos.

Stiff, haciendo uso del derecho de veto -que no había ejercido durante 25 años- sobre los comics, consideró la tira "de absoluto mal gusto", impidiendo su publicación, contra la opinión mayoritaria del equipo directivo del periódico. Más de medio centenar de suscriptores se dieron de baja y en un solo día se recibieron más de 500 llamadas protestando por la decisión.

Pero, salvando esta anécdota, la América fuera del Beltway (nombre de la autopista que circunvala Washington), los verdaderos Estados Unidos, según repite Ronald Reagan, parece dispuesta a perdonar, pero no a olvidar, el traspié de su presidente más popular desde Franklin Roosevelt.

Se detecta una tendencia a relativizar lo ocurrido, no aceptándose fácilmente la simplificación inocente o culpable, y muy pocos de los ciudadanos entrevistados se atrevieron a afirmar que la venta de armas a Irán y el desvío de fondos a la contra signifique el fin de la presidencia de Reagan. "Otros presidentes cometieron errores iguales o peores y no les pasó nada", afirma John Osmond, el dueño de un restaurante de la plaza de Sevilla, en Pensacola, junto a la frontera con Alabama. "Lo que ocurre es que esta vez les han cogido".

Televisión, culpable

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Y para bastantes ciudadanos, la Prensa, sobre todo la televisión, es el gran villano. "Han sacado las cosas de quicio. No les gusta el presidente porque es mejor actor que ellos, pero cumplen con su misión investigando", concede, sin embargo, Arthur Kennerly, funcionario del Gobierno estatal."Aunque bombardeásemos a los soviéticos, aquí seguiremos hablando de la sesión parlamentaria abierta el 1 de abril, que dura dos meses y concentra en Tallahassee a 2.000 lobystas que presionan a 160 legisladores", explica Kennerly, encargado de las inversiones extranjeras en el Departamento de Comercio del Estado de Florida. "Esta ciudad es una versión pequeña de Washington, pero interesan los temas locales y estatales, como la propuesta del gobernador de aumentar los impuestos indirectos y tasar los servicios. La gente, una minoría, que quiere ver lo que dicen The New York Times o The Washington Post se va a la biblioteca pública a leerlos".

El gobernador de Florida, Bob Martínez, nieto de españoles y uno de los escasos políticos que aún cree que George Bush va a ser el próximo presidente de Estados Unidos, es republicano y un reaganista sin fisuras. "Este asunto es sólo una distracción importante", dijo a EL PAÍS. "Mis electores, en varias reuniones que tuve la semana pasada a lo largo del Estado, ni siquiera me preguntaron por el tema iraní. La gente no comprende lo que está pasando. Yo mismo", añade, "no leo todo lo que está apareciendo".

Kleen Davies, estudiante de cuarto curso de comunicaciones y camarero a tiempo parcial en el restaurante Bennigan's, en las afueras de Tallahassee, no tiene la misma confianza en Reagan que el gobernador Martínez. "Miente claramente. No le creo al presidente. No entiendo cómo le pudieron votar tantos jóvenes. A esa edad no se debiera poder gobernar".

Bill Mansfield, jefe de las páginas de opinión del Talahassee Democrat, relativiza escéptico la crisis. "No cabe duda de que han dañado seria, no terriblemente, la credibilidad del presidente, que empieza a recordar a Carter. Pero no hay que minusvalorar su capacidad de recuperación. No está aún tan claro que los demócratas tengan asegurada la presidencia. Lo que pase en las elecciones de 1988 dependerá sobre todo de la economía. Si los americanos sienten que aún viven prósperamente, volverán a votar a un presidente republicano. Quizá Robert Dole, en ningún caso Bush, o, ¿por qué no?, Baker [jefe del Gabinete presidencial], que podría aparecer como el salvador el Partido Republicano y de la presidencia".

Mayoría silenciosa

Fuera de Washington Reagan tiene aún el apoyo de su mayoría silenciosa, cuya movilización, estimulada sobre todo por las iglesias fundamentalistas, fue crucial para su llegada a la Casa Blanca y su reelección en 1984. Un buen ejemplo lo constituye la familia Vail. Jon y Barbara son los dueños de una antigua posada en la isla de Saint George's, en la costa del golfo de México, en la que sólo viven permanentemente 350 personas."Somos la mayoría silenciosa, y es una desgracia lo que está pasando. La culpa es de la televisión, que va a destrozar al presidente", asegura, encendida, Barbara, en presencia de su marido y del hijo mayor, que asienten en silencio. "Los medios de comunicación se están inventando la crisis. Controlan la voluntad del público y nos tratan como a ganado. Eso de que está muy viejo es una tontería. Todas las culturas antiguas respetan la edad y la sabiduría que concede la ancianidad. Han cogido a su gente haciendo cosas equivocadas. Nada más. Pero él es inocente. Reagan ha restaurado nuestra dignidad nacional, hundida por Carter".

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