Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Lo mejor, en los bises

¿Por qué algunos intérpretes reservan para sus bises lo que pudo ser la base de su programa y entretienen éste, en parte, con repertorios que les son, de momento, un tanto ajenos? Porque María Isabel Rey dio, sin duda, lo mejor de su voz, que es bella de timbre y pura de emisión y limpia en el agudo y ágil, en un Gershwin incisivo y un Offenbach deslumbrante, ambos fuera de programa.En el prograrna, en cambio, hubo desde luego aciertos: un Turina óptimo, o un Asencio delicado y poético, a la medida de la afectuosa escritura, o un Ravel feliz. Pero en ninguno de esos tres aludidos repertorios p...

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¿Por qué algunos intérpretes reservan para sus bises lo que pudo ser la base de su programa y entretienen éste, en parte, con repertorios que les son, de momento, un tanto ajenos? Porque María Isabel Rey dio, sin duda, lo mejor de su voz, que es bella de timbre y pura de emisión y limpia en el agudo y ágil, en un Gershwin incisivo y un Offenbach deslumbrante, ambos fuera de programa.En el prograrna, en cambio, hubo desde luego aciertos: un Turina óptimo, o un Asencio delicado y poético, a la medida de la afectuosa escritura, o un Ravel feliz. Pero en ninguno de esos tres aludidos repertorios pudo lucir la soprano sus galas vocales, porque son músicas que por uno u otro lado y con más o menos fortuna coquetean con lo popular y eluden el alarde vocal con su sello narcisista inorillable. Y la voz de la Rey pide, por ahora, ese ejercicio del canto que se mira en un espejo y se enamora de sí mismo.

Concierto de canto y piano

Programa: obras de Purcell, Haendel, Vivaldi, Schubert, Listz, Ravel, Satie, Asencio, López-Chávarri y Turina. Intérpretes: María Isabel Rey (soprano) y Perfecto García Cornet (piano). Teatro Principal. Valencia, 22 de marzo.

Tal ejercicio no se acaba de acomodar al aria medio y tardobarroca en la medida que, por muy convencional que ella formalmente sea, la comunicación de sentimiento propia de la escena reclama derechos que una soprano ernínentemente lírica no está en trance de colmar. En ese sentido, el estilo barroco de Isabel Rey se retrae en un modelo antiguo de interpretación distanciada y museísta: es un canto encerrado en una vitrina, bien conservado pero estrictamente decorative. Par eso mismo Satie y sus impertinencias no funcionaron del todo. Y Schubert, ese que obliga, cuando se le canta, a medirse con los dioses, supuso el episocio más débil de la velada, atractiva en su conjunto.

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