Tribuna:

China, ante el reto de una democratización pendiente

Estudiantes chinos han invadido las Calles y han demostrado poseer recursos para llevar a cabo una amplia movilización. Esta acción ha sido posible en el marco de la oportunidad política ofrecida por un sistema de partido monopolista que se encuentra en crisis y mutación, y donde la represión institucional ha reducido su pasada intensidad y existe incluso un limitado grado de tolerancia.

En un principio, las expectativas y reclamaciones estudiantiles han sido diversas. Mientras en el campus universitario de Hefei se rechazaba la imposición de candidatos oficiales en la elección d...

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Estudiantes chinos han invadido las Calles y han demostrado poseer recursos para llevar a cabo una amplia movilización. Esta acción ha sido posible en el marco de la oportunidad política ofrecida por un sistema de partido monopolista que se encuentra en crisis y mutación, y donde la represión institucional ha reducido su pasada intensidad y existe incluso un limitado grado de tolerancia.

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En un principio, las expectativas y reclamaciones estudiantiles han sido diversas. Mientras en el campus universitario de Hefei se rechazaba la imposición de candidatos oficiales en la elección de representantes locales, unos días después era la reforma universitaria, y en especial un proyecto para aumentar el coste de las tasas académicas, lo que provocaba el descontento juvenil en Shenzhen. Pero ha sido sobre todo en las ciudades de Shanghai y Pekín donde las manifestaciones han adquirido un mayor cariz político, con demandas de libertad y democracia, y donde la movilización estudiantil ha expresado en clave de protesta social los resentimientos, agravios y esperanzas acumulados por buena parte de la población china a lo largo del siglo XX.Las revueltas estudiantiles no son un fenómeno nuevo en la historia contemporánea de China. La fecha del 4 de mayo de 1919 suele ser considerada como el inicio de un proceso de reivindicaciones culturales y políticas conocido por la Revolución Literaria. Aquel día, los estudiantes de Pekín y otras universidades se manifestaron con motivo de la actitud del Gobierno chino ante los conflictos territoriales de éste con Japón. Sin embargo, la jornada pasó a convertirse en símbolo de un amplio movimiento de intelectuales que abogaban no sólo por la llegada de la señora democracia y de la señora ciencia, sino también por una acomodación simplificada de la lengua china escrita a la lengua hablada. De este modo, la expresión literaria dejaría de ser patrimonio exclusivo de las elites cultas y sería accesible al común de las gentes. Los escritores más característicos de principios de siglo, como Lu Xun, Hu Shi, o posteriormente Ba Jin, aunque de corrientes distintas, plasmaron en sus obras el anhelo por establecer formas democráticas de gobierno, restaurar la identidad nacional y conferir a los seres humanos su condición de personas individuales y autónomas. Entonces la sociedad china vivía anquilosada en las férreas tradiciones de la piedad filial y el feudalismo ritual. Aquellos ideales continúan en buena medida pendientes de realización.

Con la fundación del PC, en 1921, muchos jóvenes e intelectuales vieron en él una vía esperanzadora para la resolución de los problemas que acuciaban a la sociedad china. La revolución maoísta, con aciertos y errores, abrió una época caracterizada por un voluntarismo exacerbado y por la espectacularidad, de los movimientos de masas. Los esfuerzos por llevar a cabo una acelerada industrialización y promover el desarrollo con el gran salto adelante (1958) fueron un intento de sustituir a las leyes económicas del proceso de producción por los grandes movimientos políticos populares.

Más tarde, durante la revolución cultural (1966-1976), miles de jóvenes deambularon de un lado a otro agitando el Libro Rojo. Buena parte de la izquierda europea acogió aquella revolución con un entusiasmo ilusorio. Lo que en apariencia suponía la consecución de ideales tales como el de la conjunción del trabajo manual y el trabajo intelectual, significó en realidad un período de caos, violación de los derechos humanos y acerba pugna por el poder.

A partir de 1979, tres años después de la muerte de Mao, comenzó un proceso de transición bajo la mirada y guía de Deng Xíaoping. De él había dicho Mao en cierta, ocasión: 'Es duro de oído, pero en las reuniones procuraba sentarse lejos de mí. En los seis años transcurridos desde 1959, nunca me consultó sobre su trabajo". Frente a la movilización de masas y el voluntarismo maoísta, Deng Xiaoping supuso el pragmatismo, el renacer de la iniciativa privada y una cierta tolerancia hacia los intelectuales y la creación intelectual. Sin embargo, las reformas económicas acaecidas en los últimos años no ocultan la existencia de una compleja problemática social y política, aún sin resolver y que es el trasfondo de las manifestaciones.

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La falta de valoración del ser humano como persona libre y autónoma es una constante de la historia china. No es casual que uno de los intelectuales más admirados por los universitarios chinos sea Liu Binyan, un conocido literato y miembro del PC, que en sus escritos ha defendido la dignidad de la persona entendida" en términos occidentales, así como el ejercicio de la crítica en tanto que postura de fidelidad al partido, al tiempo que ha denunciado repetidamente la corrupción y el abuso de poder. Otro famoso autor al que los estudiantes siguen también con gran interés es Zhang Xianliang, en torno al cual han surgido duras polémicas, ya que en una de sus últimas obras se ha atrevido a plantear la existencia de problemas personales y sexuales, como la impotencia, a consecuencia de la fuerte represión política.

En el seno del PC chino existe una lucha entre dos fracciones. La más conservadora es la representada por Chen Yun, miembro del comité permanente del Politburó, quien aboga por una economía y una política de pájaro enjaulado: libertad, pero dentro de unos límites; al tiempo que recuerda que el primer gran problema de China es dar de comer y vestir a sus más de 1.000 millones de habitantes. Por su parte, Deng Xiaoping representa ahora el cambio y la esperanza del desencantado pueblo chino, que tantas veces ha sufrido las variables directrices del partido.

Los dirigentes chinos se enfrentan con la reforma más crítica y difícil, capaz de restaurar la legitimidad del Estado: la democratización del partido y del sistema político. En este contexto conflictivo, los movimientos estudiantiles en China son, una vez más, síntoma de una crisis social y política. Acaso también sean el preludio de un cambio cuyo horizonte está todavía por definir.

es sinóloga, traductora de lengua china y miembro del Instituto Universitario Oriental de Nápoles (Italia).

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