Crítica:

La música inacabada de Bela Bartok

Orquesta Nacional de España

Director: Maximiano Valdés. Solista: Nobuko Imai, viola. Obras de Kodaly, Bartok y Chaikovski. Teatro Real, 16, 17 y 18 de enero.

Programa muy bien Maximiano Valdés; huye del tópico y de la insistencia sobre obras mil veces escuchadas. En su actuación con la Orquesta Nacional de España (ONE) construyó una primera parte húngara, con las Danzas de Galanta, de Kodaly, y el Concierto para viola, de Bartok, que debiera estar firmado, como Atlántida, no por quien lo completó, sino por el que actuó en función de verdadero coautor. Ya es sabido q...

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Orquesta Nacional de España

Director: Maximiano Valdés. Solista: Nobuko Imai, viola. Obras de Kodaly, Bartok y Chaikovski. Teatro Real, 16, 17 y 18 de enero.

Programa muy bien Maximiano Valdés; huye del tópico y de la insistencia sobre obras mil veces escuchadas. En su actuación con la Orquesta Nacional de España (ONE) construyó una primera parte húngara, con las Danzas de Galanta, de Kodaly, y el Concierto para viola, de Bartok, que debiera estar firmado, como Atlántida, no por quien lo completó, sino por el que actuó en función de verdadero coautor. Ya es sabido que, en el caso de Bartok y su Concierto para viola, se trata de Tibor Serly (1900-1978).Que el material básico es de Bartok se reconoce inmediatamente; pero ni la obra quedó acabada en su planteamiento, ni orquestada. Si el trabajo de Serly fue meritorio, no por ello evita una sensación -si pensamos en el último Bartok- de menor fuerza creadora, Con todo, la obra, un remanso de serenidad más acusado que el del Tercer concierto de piano (en el que intervino Serly, pero en mucha menor medida), contiene muchas bellezas y acusa la inteligencia del compositor al tratar la viola, que ha sido largamente enaltecida por William Primrose, el destinatario y peticionario de la partitura.

La solista, una excelente altista japonesa galardonada en Ginebra y Múnich, y ya de intensa carrera, Nobuko Imai, se comportó en artista de superior categoría y penetró -por vías semiadivinatorias- en el espíritu del Bartok último: el más claro y, en contra de su circunstancia, el más optimista. Maximiano Valdés hizo una cuidada traducción de las Danzas kodalyanas y cerró la sesión con la Primera sinfonía, de Chaikovski, probablemente la menos rusa de las seis que compuso. También, lógicamente, menos madura que la cuarta, quinta y sexta. Interesa, sin embargo, conocer la obra de los grandes maestros y el porqué alcanzaron las cumbres de una Patética. Este Chaikovski de 25 años es bien patético y se afilia en mayor medida al sinfonismo germano que a la incitación nacional en su opus 13, subtitulada Sueños de invierno, porque obedece a una mínima intencionalidad programática. Valdés y la ONE expusieron la partitura con comedida expresión y claridad.

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