La investigación del 'Irangate' revela el papel clave de la CIA

Una semana de investigación parlamentaria sobre el Irangate ha dejado al presidente Ronald Reagan más al descubierto, al provocar más interrogantes que respuestas; ha hecho aparecer a la CIA como uno de los eslabones clave del escándalo y ha saca do a la luz una nueva serie de personajes privados a los que la Casa Blanca parecía subcontratar supolítica exterior en Nicaragua y en Oriente Próximo. Comienzan a aparecer pegatinas para los coches con el lema Reagan, haz públicas las cintas, en un claro recuerdo de Nixon y el Watergate, lo que los universitarios del Partido Republicano han contrarre...

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Una semana de investigación parlamentaria sobre el Irangate ha dejado al presidente Ronald Reagan más al descubierto, al provocar más interrogantes que respuestas; ha hecho aparecer a la CIA como uno de los eslabones clave del escándalo y ha saca do a la luz una nueva serie de personajes privados a los que la Casa Blanca parecía subcontratar supolítica exterior en Nicaragua y en Oriente Próximo. Comienzan a aparecer pegatinas para los coches con el lema Reagan, haz públicas las cintas, en un claro recuerdo de Nixon y el Watergate, lo que los universitarios del Partido Republicano han contrarrestado con chapas de propaganda con la foto de Oliver North y el eslogan Un héroe americano.

Reagan, encerrado en la Casa Blanca, sigue creyendo que su política era correcta y espera a la Navidad como un boxeador al gong del final del asalto. Sufre una fuerte presión, encabezada por su esposa, Nancy; por su partido, que ve arruinado su futuro político con vistas a las próximas elecciones presidenciales, y por los demócratas, para que corte cabezas al máximo nivel y se adelante a las investigaciones, obligando al teniente coronel North y a su exconsejero de Seguridad Nacional, John Poindexter, a contarlo todo.No se puede permitir el lujo, le dicen, de esperar al lento goteo de la verdad en un proceso que comenzará en enero, con la investigación del fiscal especial y de dos comités del Congreso, y que puede durar meses. Pero Reagan se resiste.

Nueve horas de testimonio a puerta cerrada, ante el Congreso, de William Casey, director de la CIA, han sacado a la luz que la Agencia Central de Inteligencia fue la que aconsejó, en 1985, a Reagan que iniciara la conexión iraní y que mantuviera la operación al margen del Congreso. Se estrecha el cerco sobre Casey, a quien nadie cree en su insistencia de que no sabía nada y que se perfila como la próxima cabeza de turco, en la última línea defensiva de la Casa Blanca, tras el sacrificio de North y Poíndexter.

La recomendación del viejo amigo Casey fue atendida por el presidente y sus hombres, que se vieron obligados, al no querer informar al Parlamento, a desarrollar una operación clandestina al margen del Departamento de Estado. Según The Washington Post, el presidente transgredió incluso una orden suya, de 1982, al no informar al Pentágono y a Shultz, miembro del Consejo de Seguridad Nacional, de la autorización por escrito, hecha en enero de 1986, para vender armas a Irán.

El absoluto secretismo decretado por el presidente significó, además, la imposibilidad de utilizar el fondo de reptiles, de la agencia de espionaje y explicaría la necesidad de acudir a intermediarios y traficantes internacionales para financiar el suministro de armas a Jomeini. Ante el asombro de la opinión pública, el multimillonario saudí, Adnan Kashoggi, aparece financiando personalmente las armas norteamericanas. Icashoggi las compraba a precio de coste a la CIA, que, a su vez, las ,había sacado de los depósitos del Pentágono, y posteriormente cobraba a los iraníes un precio muy superior.

Kashoggi, viendo el margen de negocio que le permite la generosidad del Gobierno de EE UU, busca a su vez inversores en Canadá y en las islas Caimán que le ayuden en la financiación. Sólo cuando el pasado octubre los iraníes se retrasan en un pago, los inversores canadienses comienzan a ponerse nerviosos y acuden a un amigo de Casey para que advierta a éste que pueden ir a los tribunales y hacer estallar el escándalo. El director de la CIA afirma que sólo entonces se da cuenta de que algún dinero puede haber sido desviado a Suiza para la contra.

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El presidente, empujado por sus asesores del primer mandato, encabezados por Michael Deaver, ha pedido consejo fuera de la Casa Blanca llamando al ex secretario de Estado William Rogers y al ex presidente Richard Nixon, con quien está en contacto. Éstos le insisten en que la crisis es mucho más profunda de lo que piensa y que, si quiere salvar a su presidencia de dos años últimos de parálisis y preservar su imagen histórica, debe actuar con mayor audacia.

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