Crítica:ÓPERA

El valor de Faggioni

Piero Faggioni: tal es el nombre y el apellido que lleva este año la inauguración de la temporada lírica en el Gran Teatro del Liceo. Todo lo demás, es mera emanación de su instinto teatral.Arriesgaba el teatro abriendo el ciclo con Don Quichotte, obra poco conocida en Barcelona y, sin embargo, poco novedosa por lo que tiene de repetición de fórmulas que en Manon y Werther dieron a Massenet resultados bastante más interesantes.

Pero hablábamos de Faggioni. La suya no es sólo un mise en scene, sino una auténtica mise en valeui de la obra recuperación valoriza...

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Piero Faggioni: tal es el nombre y el apellido que lleva este año la inauguración de la temporada lírica en el Gran Teatro del Liceo. Todo lo demás, es mera emanación de su instinto teatral.Arriesgaba el teatro abriendo el ciclo con Don Quichotte, obra poco conocida en Barcelona y, sin embargo, poco novedosa por lo que tiene de repetición de fórmulas que en Manon y Werther dieron a Massenet resultados bastante más interesantes.

Pero hablábamos de Faggioni. La suya no es sólo un mise en scene, sino una auténtica mise en valeui de la obra recuperación valorizada de una recuperación devaluada como la que efectuó Massenet con los personajes cervantinos. Aquí, por más que nos lo propongamos -y no tendría mos por qué hacerlo-, nos cuesta ver a Dulcinea como una soubrette coquetona que en el cuarto acto se marca una espagnolèrie antológica en la que un amago de cante jondo desemboca, por arte típicamente francés, en una jota aragonesa. Nos cuesta, a me nos que sea Faggioni quien nos sirva el hueso.

Don Quichotte

De Jules Massenet. Intérpretes: Ruggero Raimondi, Martha Senn y Gabriel Bacquier. Director de escena: Piero Faggioni. Orquesta y coro del Gran Teatro del Liceo, dirigidos por Alain Guingal. Gran Teatro del Liceo. Barcelona, 6 de noviembre.

El director de escena, que conoce bien nuestra realidad, ha empezado por limar hasta donde ha podido las referencias a la mantilla y la pandereta, pero ha ido bastante más allá. Ha emplazado la acción en un destartalado corral de comedias donde unos actores ambulantes dan vida, a finales del siglo XIX, a las míticas hazañas de un cierto caballero de la longue figure (y no de la triste figura, como hubiera preferido Cervantes, pero al libretista Cain y a Le Lorrain, autor de la obra teatral en la que Cain se inspiró, el detalle se les escapa) que vivió en un pasado impreciso allá por la Edad Medía. Alrededor de los actores, el pueblo llano'(el coro), participando en el desarrollo dramático; más arriba, en las localidades de pago de la galería, una burguesía estática y silenciosa que, sin embargo, controla los hilos de la acción.

Teatro en el teatro

El teatro dentro del teatro, o entrecomillar el entrecomillado: Don Quijote y Sancho cabalgan sobre unos animales con ruedas, y la batalla campal contra los molinos del segundo acto, impresionante, muestra sin pudor la propia trampa escénica de su realización únicamente los sueños del ávido lector de novelas aparecen ocultando el artificio. El distanciamiento aparece así como el único recurso válido para que la obra pueda acercarse aún a la sensibilidad contemporánea.De Ruggero Raimondi, que debutaba en Barcelona, lo mejor de la noche fue su salida de escena del cuarto acto: en su caso, la voz es pura y simple consecuencia de la interpretación del personaje, cuidada al detalle. Impresionante el Sancho del veterano Gabriel Bacquier, cuyo estilo ha alcanzado una plenitud que sólo otorga el talento cuando va acompañado de la experiencia. Martha Senn, finalmente, estuvo inteligente a la hora de dar vida a un personaje que lo es muy poco.

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