Franz Liszt y tres clásicos de nuestro siglo

Con frecuencia escribimos sobre el pianista Joaquín Soriano, que ahora ha interpretado el Concierto número 2 en La mayor de Franz Liszt. Lo ha hecho contando con la colaboración de los sinfónicos de RTVE y la dirección de Aldo Ceccato (Milán, 1934), anteponiendo -o sobreponiendo- al Liszt virtuosista el Liszt hondamente musical, en cuyos pentagramas se hace realidad buena parte del sentimiento románticoPara evidenciar valores musicales se precisan medios técnicos que nos hagan olvidar, con las dificultades, la mitificación espectacular, patética y heroica de unos pentagramas más ...

Con frecuencia escribimos sobre el pianista Joaquín Soriano, que ahora ha interpretado el Concierto número 2 en La mayor de Franz Liszt. Lo ha hecho contando con la colaboración de los sinfónicos de RTVE y la dirección de Aldo Ceccato (Milán, 1934), anteponiendo -o sobreponiendo- al Liszt virtuosista el Liszt hondamente musical, en cuyos pentagramas se hace realidad buena parte del sentimiento románticoPara evidenciar valores musicales se precisan medios técnicos que nos hagan olvidar, con las dificultades, la mitificación espectacular, patética y heroica de unos pentagramas más recónditos, de todos modos, que los del Concierto número 1 en Mi bemol. Si todo fue bien, el adagio sostenuto assai o el moderato alcanzaron calidades superlativas por su lirismo introspectivo.

Un nuevo éxito de Soriano, que se suma a los que obtiene constantemente. Ceccato, que trabajó con De Sabata, acusó la noble herencia en su enfoque sinfónico-dramático de Don Juan, de Strauss, en una versión que, indefectible y convenientemente, latiniza el idealismo de Lenau, al que sirvió el compositor muniqués. Y enfrentó el pre-Webern de Vientos de verano, de tan sutiles sonoridades, con el fulgente Pájaro de fuego, de Strawinski. Fantasía y gesto, color y ritmo, novedad y herencia de sus inmediatos mayores, popularismo y universalidad, se alían en el celebérrimo ballet, ejemplo de la orquesta mágica de nuestro siglo.