PAMPLONA: FERIA DEL TORO

Expedición de castigo de la acorazadla de picar

ENVIADO ESPECIAL, El primer toro pesaba 663 kilos y además era un "tío", como dicen en la jerga. El taurinismo, ante tamaño enemigo, se sintió obligado a deínostrar dóndle está la hegemonía en la fiesta, si en el toro o en las cuadrillas, y echó por delante a la acorazada de picar, que descuartizó al preciosio Musube.

El puyazo que le: pegó en el espinazo fue de los que se: inscriben en la historia de las atrocidades con capítulo aparte. Le abrió un boquete que más bien era sima, por donde manaba la sangre a borbo-, tones, tan perfectamente graduado el surtidor al ritmo sístole-diás...

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ENVIADO ESPECIAL, El primer toro pesaba 663 kilos y además era un "tío", como dicen en la jerga. El taurinismo, ante tamaño enemigo, se sintió obligado a deínostrar dóndle está la hegemonía en la fiesta, si en el toro o en las cuadrillas, y echó por delante a la acorazada de picar, que descuartizó al preciosio Musube.

El puyazo que le: pegó en el espinazo fue de los que se: inscriben en la historia de las atrocidades con capítulo aparte. Le abrió un boquete que más bien era sima, por donde manaba la sangre a borbo-, tones, tan perfectamente graduado el surtidor al ritmo sístole-diástole, que hasta se podía cantar. Después de otro puyazo carnicero, a tono con el anterior, Tomás Campuzahó rubricaba monterqazos en el aire, para que el presidente cambiara el tercio y, como no lo cambiaba. Le dirigía miradas de enojo.

Murube / T

Campuzano., Mendes,El Soro Toros de José Murube, de gran trapío, que curnplieron. Tomás Campuzano: bajonazo (silencio); estocada (aplausos y salida al tercio). Víctor Mendes: estocada (silencio); estocada trasera caída (palmas). El Soro: estocada baja (escasa petición y vuelta); estocada caída ¡(silencio). Plaza de Pamplona, 7 de julio. Segunda corrida de feria.

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Hombre, muy gracioso: la culpa al presidente. El sanguinario individuo de castoreflio militaba a las órdenes de Clampuzano y no está muy claro si asesinó al Murube porque le vino en gana o siguiendo sus instrucciones. Como no ha sido degradado, ni expulsado de la cuadrilla -que sepamos- es correcto suponer que la orden de matar partió del propio Campuzano, o que, por lo menos, era consentidor.

De las varas salió el Murube moribundo y Tomás Campuzano le daba derechazos. Aquello no tenía sentido. En realidad, no tenía sentido nada: un toraio moribundo, un torero justificándose en el ejercicio del derechacismo con vocación de destajo, un abarrotado tendido de sol donde a los mozos les traían sin cuidado Murube, puyazos, individuos del castoreño, derechazos, Campuzano, y cantaba aquello tan edificante de "IArriba la goma dos!".

De parecido corte resultó toda la corrida: torazos, la acorazada de picar en expedición de castigo, toreros pelmas begando derechazos, y encima ninguno bueno. Campuzano repitió su sesion derechacista en el cuarto. Víctor Mendes en los dos suyos, con el agravante de que el quinto Murubel torazo de gran trapío convertido en filfa por el individuo del castoreo, era de noble embestida, y se la ahogó astutamente, a base de ponerse encima del agotado animal, que a esa distancia ni ve y adernas huele a hombre, cosa que le ¿.la mucho asco.

Víctor Mendes banderilleó con autenticidad, asomándose al balcon, en unos toros él solo, en otros alternando con El Soro. El Soro, en cambio, no banderilleó con autenticidad, salvo en un par, y en el tercer toro de la tarde lo hizo a c abeza pasada. A ese tercer Musube le aplicó una ajetreada faena, recorriendo veloz diversos terrenos, y parecía que iba a rematar un corner. No dio pases buenos, lo cual habría sido un milagro, pues, corriendo, los pases pueden salir- de muchas formas, pero buenos, nunca. En su defecto, los dio vigorosos, en la gama que contiene el apendice b) de la tauromaquia moderna Toreo de pueblo).

Pamplona, aunque ayer lo creyera El Soro, no es un pueblo, y desdeñó circulares, espaldinas, giraldillas, hasta el desplante tirando los trastos y rascándole la testuz al Murube. Al sexto le zurró bien la badana el acorazado del castoreño, y se quedó medio paralítico. El Soro lo trasteó sin ilusión y lo tumbó de un espadazo bajito. Los mozos que abarrotaban el tendido de sol, aprovechando la feliz circunstancia, cantaron tina vez más lo de "¡Arriba la goma dos!" (música de Beethoven) y "!Ay mamá Ines!", que debe de: ser cancion nueva. La acorazada de picar se retiró a sus cuarteles al compás del redoble del tamboir, y allí vela sus armas, hasta esta taxde, que vuelve a salir.

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