Jiri Kylian: "El futuro de la danza está abierto"

El coreógrafo checo está en Madrid al frente del Nederlands Dans Theatre

, Jiri Kylian es un checo de 39 años que ha llevado una vida itinerante por Europa, formándose una sólida reputación de coreógrafo. Su carrera está teñida por una actividad incesante. Desde hace 11 años es director artístico del Nederlands Dans Theater, un lugar donde ha tenido total libertad para reinventar el lenguaje del cuerpo. Hoy están todos en Madrid, pues han inaugurado las actividades de danza de los Veranos de la Villa, con un programa que incluye el ballet Jardí tancat, del valenciano Nacho Duato, un joven que ha encontrado en Kylian y el Nederlands todo el apoyo necesario para prod...

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, Jiri Kylian es un checo de 39 años que ha llevado una vida itinerante por Europa, formándose una sólida reputación de coreógrafo. Su carrera está teñida por una actividad incesante. Desde hace 11 años es director artístico del Nederlands Dans Theater, un lugar donde ha tenido total libertad para reinventar el lenguaje del cuerpo. Hoy están todos en Madrid, pues han inaugurado las actividades de danza de los Veranos de la Villa, con un programa que incluye el ballet Jardí tancat, del valenciano Nacho Duato, un joven que ha encontrado en Kylian y el Nederlands todo el apoyo necesario para producir sus obras de danza.

Con una sonrisa acorde con la calma eslava, Jiri Kylian es capaz de trasmitir un sentido de entrega total a la danza. Sus ojos, del mismo azul de los cuadros de Kupka, se encienden cuando recuerda su niñez: "Yo empecé haciendo gimnasia. Mi madre fue bailarina de ballet clásico y de bailes españoles. Su preferida era La Argentina, adoraba a esta bailarina; la vio una vez, se enamoró de aquellas danzas, y llegó a bailar jotas en Checoslovaquia. Una vez me llevó a una representación de ballet, y allí mismo decidí que ése era mi destino. Vimos La fuente de Bathjischarai, A mí me decidió la vida".Pero la trayectoria profesional de Kylian se abrió cuando conoció a John Cranko en Stuttgart: "Fue un hombre muy generoso. Cranko era una persona que no se limitaba a reinar sobre su territorio, sino que tenía la cualidad de dejar trabajar a los demás. Yo fui uno de esos afortunados, pues me dejó hacer mi trabajo. Hoy día veo una conexión muy semejante a la que tengo con Nacho Duato, muy dotado para la creación coreográfica, y que creo merece las mismas oportunidades que yo tuve con Cranko". Jiri Kylian primero bailó: "Mi primera experiencia fue en casa. Yo ponía música en la habitación e improvisaba. Stuttgart, como bailarín, no fue del todo satisfactorio, pues yo ya tenía mis propias ideas, y es difícil aceptar otras cosas. Algunas veces disfruté, como cuando bailaba la Cancion de la tierra, de Kennet Mac Millan, que es un ballet perfecto; hacía de cuerpo de baile y me encantaba".

Janacek, de Silesia

Leos Janacek, compositor de origen checo, es el músico preferido de Kylian, que ha coreografiado algunas de sus partituras: "La música de Janacek no sólo entra por los oídos, sino que va profunda y directamente al corazón y hasta los huesos. Janacek se inspira en el folclor, y yo pienso tam bién que se puede aprender mucho de la tradición popular. Janacek no es checo, ni de Moravia, ni eslovaco: es de Silesia, y mi familia es también de esa región. Por esto yo siento una relación muy estrecha con su música".Este hombre inquieto se ha abierto a las manifestaciones contemporáneas: "La danza moderna ha tenido un papel muy importante en mí. En Checoslovaquia estudié la técnica de Graham. Cuando era muy joven, las técnicas modernas fueron más importantes para mí que la clásica. Y creo que las prefería por pura rebeldía contra lo que entonces era más respetado. Ahora he llegado a un equilibrio, y les concedo la misma importancia a ambas. Yo nunca escogería una sola técnica para un ballet. Todo lo que puedo encontrar pienso que me servirá para crear, incluso elementos de la vida cotidiana. Cualquier movimiento que pueda hacer el cuerpo es bueno. Luego hay una selección".

"Yo empecé a dirigir esta compañía con 28 años, y entonces la mayoría de los bailarines eran mayores que yo. Hoy eso ha cambiado. La compañía tiene siempre la misma edad, pero el director envejece. Esto es un poco triste, pues cuando llegas a la madurez y de verdad tienes cosas que decir, entonces el cuerpo ya no es el mismo. La danza tiene un futuro maravilloso, abierto en todas direcciones, las posibilidades son infinitas. Soy muy optimista. Acepto y admiro todas las cosas nuevas. En 1980 fui a ver a los aborígenes australianos, y vi que estructuran su vida a partir de la expresión física, de la danza Aquello reforzó mis creencias. Para ellos, como para mí, la danza no es sólo un medio de vida sino un medio para vivir".

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