Editorial:

España en la OTAN: galgos o podencos

EL GOBIERNO español ha propuesto, en un memorándum a sus aliados de la OTAN, un conjunto de medidas destinadas a la máxima colaboración e integración en la Alianza, con la supuesta doble limitación, sancionada en el referéndum, de no instalación de armas nucleares en España y no "integración militar". Pero estas dos limitaciones resultan bastante formales si se analizan las medidas propuestas en el memorándum, y de alguna manera constituyen bizantinismo de salón. Como hemos teñido ocasión de decir en muchas ocasiones, representa una misión imposible pertenecer a una organización defensiva sin ...

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EL GOBIERNO español ha propuesto, en un memorándum a sus aliados de la OTAN, un conjunto de medidas destinadas a la máxima colaboración e integración en la Alianza, con la supuesta doble limitación, sancionada en el referéndum, de no instalación de armas nucleares en España y no "integración militar". Pero estas dos limitaciones resultan bastante formales si se analizan las medidas propuestas en el memorándum, y de alguna manera constituyen bizantinismo de salón. Como hemos teñido ocasión de decir en muchas ocasiones, representa una misión imposible pertenecer a una organización defensiva sin participar militarmente en ella.La primera duda, que sumerge cuando menos en la perplejidad, es cómo un aspecto tan fundamental en la política de defensa de un país como es el modelo de relación y las formas de participación en una organización como la Alianza Atlántica se despacha de tapadillo. El memorándum que contiene estas propuestas no ha merecido ningún debate público ni se ha dado a conocer a la opinión española por voluntad del Gobierno. Ha sido necesario estar atento a las ediciones de Atlantic News, boletín publicado en Bruselas, para que los contribuyentes españoles puedan tener alguna información sobre aspectos fundamentales de la política de defensa de su propio país.

Pero, pasando al contenido del memorándum, la primera observación que se desprende de su lectura es que se reincide, una vez más, en los ejercicios de funambulismo para salvar el concepto de más difícil comprensión de cuantos entraron en la maraña de argumentos en torno al debate de permanencia en la OTAN y al propio referéndum: el de la no integración militar. El Gobierno entiende que eso significa únicamente que ninguna fuerza española estará sometida a mando aliado alguno ni recibirá instrucciones de ellos. Consecuentemente, para él, la máxima autoridad militar de la OTAN, el Comité Militar, a cuyas órdenes se encuentra el mando aliado no es "estructura militar integrada". Para ello se elige un modelo de integración inspirado en el francés, pero que llega más lejos por el establecimiento de acuerdos entre las autoridades españolas y los mandos de la OTAN para coordinar las acciones. Ello implica el establecer enlaces militares españoles ante los mandos de la OTAN (algo de lo que el ministro de Defensa, Narcís Serra, ya habló antes del referéndum). A diferencia de Francia, España permanecerá corno miembro pleno del Comité de Planes de Defensa, del Grupo de Planes Nucleares y del Comité Militar, así como de los órganos subordinados. Por tanto, guste o no guste al Gobierno y lo llame como le venga en gana, este estado de la cuestión supone una integración militar, como es obvio, y además no podría ser de otra manera.

Pero hay más. España ha hecho ya ostensible su intención de enviar a oficiales al Estado Mayor Internacional, que sirve de apoyo al Comité Militar; ha prometido establecer enlaces con los mandos, participar en el presupuesto militar y en el de infraestructuras (según fórmulas que habrá que negociar), participar en el planeamiento común de la Alianza y en las maniobras. Teóricamente, nada le impide entrar en el proceso de los planes" y "objetivos de fuerzas" y comprometerse a aumentar las prestaciones de tal o cual unidad. Y también aportar una contribución militar a la OTAN, que también habrá que definir, aunque parece relativamente evidente: la defensa de su territorio y sus accesos, apoyo logístico y algunas otras medidas.

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En definitiva, el contenido del memorándum no es que pueda calificarse de sorprendente: las perspectivas que abre de contribución militar de España a la defensa aliada ya se analizaron, antes del referéndum, en este y otros periódicos. Son sólo matizaciones de carácter general. Y en el fondo muestran la falacia de la pregunta del referéndum. Lo que se plantea ahora es servirnos un café sin café: máxima contribución militar sin integración militar. Algo inevitable, porque la OTAN es una organización político-militar, y no un simple foro para debatir los problemas. Todo o casi todo lo que interesa a la OTAN de España, nuestro país puede hacerlo sin pertenecer al mando aliado conjunto. Y al final del proceso, la diferencia entre estar o no integrados militarmente -para seguir con ese vocabulario-, si es que existe, será mínima.

No obstante, pueden surgir algunos problemas por parte de paises más pequeños, celosos de, la posición política de España en la OTAN, que pueden considerarla formalmente más independiente. Y eso sí, si maniobra bien, se verá sometida a menos obligaciones que otros países. Aunque habrá que ver el precio que hay que pagar por esta posición de ventaja. Probablemente, en este precio hay que buscar alguna de las razones por las que España no se ha opuesto recientemente en la OTAN a que EE UU se lance a la realización de un programa de modernización de su arsenal de armas químicas. Estas nuevas armas sustituirán a las antiguas almacenadas en Europa, dentro de un programa que llega hasta 1992. Son binarias, separadas en dos componentes químicos que sólo se convierten en letales al mezclarse después del disparo; permanecerán en los arsenales de Estados Unidos y se trasladarían a Europa en caso decrisis. Su fabricación estaba pendiente de la aprobación de los aliados, por haberlo dispuesto así el Congreso norteamericano cuando autorizó el pasado año los fondos presupuestarios para su construcción, y Holanda, Noruega y Dinamarca plantearon una reserva por la presión que sus respectivas opiniones públicas ejercen contra este tipo de ingenios bélicos y cuya producción estaba parada en Estados Unidos desde 1962, aunque la Administración de Ronald Reagan la haya reactivado recientemente. No parecen muy convincentes, por tanto las declaraciones oficiales españolas de que en esta decisión no hay nada que vaya en contra de la política española de prohibición, uso, almacenamiento y producción dearmas químicas, y que el debate sólo se circunscribe a la decisión de Estados Unidos de fabricarlas.

A fin de cuentas, éstas son las consecuencias aparentes de una posición tan enrevesada como la nuestra, y será difícil para el ciudadano español evitar la sensación de que la plena integración en la OTAN se ha producido gracias a un malabarismo semántico: el del café sin café, reflejado, primero, en la pregunta del referéndum, y ahora, en este memorándum, conocido de forma tan discutible por la opinión española.

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