Crítica:

Huecas interioridades

En el cine italiano hay algo que no funciona bien. Se está convirtiendo en una sombra de lo que fue. Se producen en Italia buenas películas, puesto que hay allí buenos cineastas, pero se hacen aislada mente, sin continuidad, mientras que la calidad de la producción media es baja, los cineastas más solventes se refugian en trabajos domésticos para la televisión, hay apatía en la reconquista de las alturas perdidas y, salvo raros casos, se busca sin escrúpulos la comercialidad a costa de lo que sea, incluso de la propia identidad y del buen gusto. Cuando una semana de cine italiano como la recie...

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En el cine italiano hay algo que no funciona bien. Se está convirtiendo en una sombra de lo que fue. Se producen en Italia buenas películas, puesto que hay allí buenos cineastas, pero se hacen aislada mente, sin continuidad, mientras que la calidad de la producción media es baja, los cineastas más solventes se refugian en trabajos domésticos para la televisión, hay apatía en la reconquista de las alturas perdidas y, salvo raros casos, se busca sin escrúpulos la comercialidad a costa de lo que sea, incluso de la propia identidad y del buen gusto. Cuando una semana de cine italiano como la recientemente celebrada en Madrid se ve obligada, sin duda porque no hay nada mejor que ofrecer, a llenar el reclamo periodístico de la ceremonia de clausura con la proyección de un filme tan falso, superficial y aparatoso como Camorra, de Lina Wertmüller, es porque algo profundo se ha quebrado en la línea de continuidad de una cirtematografía, como la italiana, que, hace sólo una o dos décadas podía llenar con obras magníficas no solo sesiones inaugurales o de clausura, sino el propio relleno de este tipo de inútiles escaparates. Esta impresión se confirma cuando, nada más terminar esa semana, nos llega como refresco de la memoria del cine italiano el llamado Berlín interior, filme de Liliana Cavani que es aún mucho peor que la anterior película. Estas dos películas italianas fueron exhibidas en el pasado festival de Berlín y allí fracasaron totalmente. La de Wertmüller por un ingenuo exceso de ambiciones no ratificadas en la pantalla y Berlín interior por su ridícula pretenciosidad, qué provocó sonoras carcajadas de rechifla en el público berlinés, que tomó este filme ambientado en el Berlín del apogeo hitleriano por como lo que realmente es: la caricatura de una caricatura.Interior hueco Berlín interior es una producción multinacional, pero creativamente debe ser identificada como italiana por la acentuada autoría que en ella ha intentado poner su realizadora, Liliana Cavani. Es, en efecto, un filme con aspecto de encargo especial para las dotes de prestidigitación de esta cineasta, autora de la muy taquillera Portero de noche, filme engañoso donde los haya y del que este Berlín interior es también una caricatura, el exagerado engaño urdido sobre los escombros de aquel engaño. Es un filme extremadamente trivial disfrazado de solemne y que quiere dar andares de profundidad a una patosa superficie próxima a la estupidez. En estas páginas y con motivo de su estreno mundial en el festival de Berlín describimos la carencia de interioridades de este interior. Podemos añadir, de cara a su consumo español, que estas huecas interioridades se llenan en Berlín interior con una especie de porno blando, en el que la audacia, es un decir, de las situaciones se recubre con un pudor estudiado en las escenas de tipo sexual, tal vez intentando inaugurar como moda -ahora que la moda de la exhibición de desnudos se agota por hastío- un ocultamiento oportunista de las evidencias físicas de las protagonistas, las tan bellas como inexpresivas Gudrun Landgrebe y Mío Takaki. La buena fotografía, el bien abastecido presupuesto, que se percibe en la riqueza material de decorados, vestuario y otros ornamentos, las bonitas penumbras, el meticuloso esfuerzo de ambientación, todo esto sirve para cubrir la inanidad absoluta de un relato disparatado y en los bordes del ridículo, que pretende ser erótico y no alcanza más que el grado de mala estampita licenciosa de sex-shop, sin una brizna de interés y mucho menos de imaginación. No merece la pena extenderse en las huecas interioridades de esta pésima película. Sí, en cambio, hay el deber de recordar, a propósito de su ininerecide estreno en España, los incontables filmes europeos, algunos de ellos notabilísimos, que dejan de estrenarse en nuestras pantallas, mientras mediocridades de esta especie ocupan su lugar.

Berlín interior

Directora: Liliana Cavkni. Guión: Lillana Cavani: Roberta Mazzoni. Producción: Cannon, Estados Unidos, Italia y República Federal de Alemania, 1986. Intérpretes: Gudrun Landgrebe, Kevin McNally, MioTakaki. Estreno en Madrid: cines Roxy A y Velázquez.

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