Editorial:

Ginebra abre una etapa

SERÁ NECESARIO esperar cierto tiempo para saber cuáles han sido los resultados reales de la cumbre recientemente terminada en Ginebra, pero la impresión que se desprende de las dos jornadas y de la ceremonia de clausura, es que el encuentro del Presidente de EE UU y del Secretario General del PCUS ha abierto una nueva etapa entre. las dos potencias. La reunión ha tenido como principal efecto el establecimiento entre los dos líderes de una franca comunicación, directa, incluso. Cosecha nada despreciable sí se recuerda todo lo que ha alejado y aleja todavía a esas dos personalidades.Es indudable...

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SERÁ NECESARIO esperar cierto tiempo para saber cuáles han sido los resultados reales de la cumbre recientemente terminada en Ginebra, pero la impresión que se desprende de las dos jornadas y de la ceremonia de clausura, es que el encuentro del Presidente de EE UU y del Secretario General del PCUS ha abierto una nueva etapa entre. las dos potencias. La reunión ha tenido como principal efecto el establecimiento entre los dos líderes de una franca comunicación, directa, incluso. Cosecha nada despreciable sí se recuerda todo lo que ha alejado y aleja todavía a esas dos personalidades.Es indudable que, en la creación de ese nuevo clima -trasladado al mundo por prensa, radio y televisión- ha desempeñado un importante papel lo que se ha llamado el nuevo estilo de Gorbachov. Por primera vez, los dirigentes soviéticos han entrado a fondo en el juego de las imágenes, los gestos, los símbolos de esta política del espectáculo y de las apariencias tan importante en la vida occidental, inherente por otra parte, a los medios de comunicación e información contemporáneos. Mijail y Raisa Gorbachov se han desenvuelto "a lo occidental", disputándose puntos en un terreno común de signos, incluyéndose deliberadamente en un mismo lenguaje. Sería absurdo hoy, en un mundo muy determinado por los mass media, subestimar este aspecto y calificarlo como un resto asimilable a lo que se llamaban "ecos de sociedad".

En cuanto a los problemas capitales, la cumbre ha logrado muy débiles resultados. Ha aprobado una Declaración extensa, a pesar de numerosas previsiones en sentido contrario en la que se hace un repaso de los principales problemas del contencioso entre la URSS y EE UU. Si los soviéticos querían una reunión centrada en los problemas de la limitación y reducción de armamentos, no cabe duda de que la estructura de ese texto les da satisfacción. Pero sólo en cuanto a la inflación de afirmaciones de buena voluntad. Los desacuerdos, no obstante, subsisten, porque en verdad no cabía zanjar, en dos días, cuestiones tan complejas. Por otra parte, sobre algunos de los puntos claves, no existe siquiera hoy acuerdo en el seno de los respectivos gobiernos. Es significativo al respecto que, en la Declaración conjunta, no haya ninguna frase que reafirme la vigencia del Tratado ABM ni de otros acuerdos sobre armamentos nucleares, hoy claramente puestos en cuestión por sectores de la Administración Reagan.

Como se sabe, la URSS ha destacado siempre, como cuestión sine qua non, la renuncia de EE UU a su plan espacial, la famosa Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI). En la Declaración conjunta, lo único que los soviéticos han logrado es que se mencione de nuevo la frase del comunicado Gromiko-Shultz de enero de este año sobre la necesidad de prevenir la carrera de armamentos en el espacio y de terminarla en la tierra" (frase combatida por los halcones del Pentágono). Por añadidura, al aceptar que, se intente avanzar en la reducción drástica de armas nucleares estratégicas, y en un "acuerdo provisional sobre euromisiles", sin ligarlo ' al tema espacial, es obvio que los soviéticos flexitibilizan su actitud. La insistencia, sin embargo, de Gorbachov, sobre el tema espacial, tal como hizo en su conferencia de prensa, confirma que éste sigue siendo el punto central del desacuerdo. ¿Tendrá eficacia el estímulo moral y político, que sin duda representa la cumbre, para que se aceleren las negociaciones sobre reducción de armamentos? La respuesta que el futuro dé a esta pregunta será decisiva para poder juzgar la cumbre que acaba de concluir.

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Las discusiones sobre los problemas regionales, que obviamente no pueden figurar en la Declaración conjunta, han sido en gran parte diálogos de sordos. Sólo en el caso de Afganistán, la delegación soviética ha dado la sensación de que desearía retirarse de dicho país. Tal actitud se explica, sin duda, por la situación grave en que se encuentran las tropas de ocupación y también por las críticas a la época de Breznev, frecuentes en la prensa y en los discursos oficiales de la Unión Soviética.

Uno de los aspectos más positivos de la cumbre, lo que constituye, como decimos, el nuevo clima entre los dos lideres, ayuda también a poner de relieve la contradicción radical en la que se mueve el mundo contemporáneo. Reagan y Gorbachov han dicho en su Declaración que "una guerra nuclear no puede ser ganada", que "ninguno de los dos buscará el logro de la superioridad militar". Pero esto dicho, ambos se han mostrado a la vez incapaces de reducir una carrera de armamentos cuyo fin es precisamente preparar esa guerra "inganable". De esta contradicción se desprende, asímismo, que tratar los problemas del mundo en un marco exclusivamente bilateral es algo obsoleto e insuficiente. Hace falta la participación de más actores en la escena internacional. Cuando Gorbachov y Reagan se sientan para abordar los problemas del mundo, cada uno está inevitablemente obsesionado por la visión del otro en una alienación que aberra el sentido de la realidad y deriva de la bilateralidad misma. El mundo hoy, en todos sus diferentes aspectos, se opone rotundamente a una consideración dual. Una consideración que reduce las soluciones, deteriora la multiplicidad del escenario, simplifica los problemas hasta el absurdo y endurece los enfrentamientos hasta categorías primitivas. La cumbre Reagan-Gorbachov, como puerta para una posible nueva etapa es una fuente de esperanza.

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