Crítica:Las películas del cálido verano

Steven Spielberg o el arte de hacer millones

Es el director de cine con más éxitos de taquilla en su haber: E. T. (1982) es la película que más dinero ha recaudado en la historia. Tiburón (1975) ocupa el quinto lugar en la lista de las películas más taquilleras de todos los tiempos. En busca del arca perdida (1981), el séptimo; Indiana Jones en el templo maldito (1984), el octavo; Encuentros en la tercera fase (1977), el 15º, y Gremlins (1984), que no dirigió pero que desarrolló y presentó, el 17º.Este verano se han producido dos nuevos éxitos bajo la marca Steven Spielberg Presenta: ...

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Es el director de cine con más éxitos de taquilla en su haber: E. T. (1982) es la película que más dinero ha recaudado en la historia. Tiburón (1975) ocupa el quinto lugar en la lista de las películas más taquilleras de todos los tiempos. En busca del arca perdida (1981), el séptimo; Indiana Jones en el templo maldito (1984), el octavo; Encuentros en la tercera fase (1977), el 15º, y Gremlins (1984), que no dirigió pero que desarrolló y presentó, el 17º.Este verano se han producido dos nuevos éxitos bajo la marca Steven Spielberg Presenta: The Goonies, dirigida por Richar Donner a partir de una historia de Spielberg, obtuvo una recaudación de 41,4 millones de dólares (unos 7.286 millones de pesetas) en los 24 primeros días de proyección, y Back to the future (Atrás hacia el futuro), dirigida por Bob Zemeckis, estrenada en los últimos días con magníficas perspectivas.

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Únicamente George Lucas, amigo suyo y que colaboró con él en En busca del arca perdida y en Indiana Jones se acerca un poco a esta marca, pero Lucas, desde que dirigiera hace ocho años Star wars, delega la dirección de los filmes que produce en otras manos. El director Martín Scorsese lo explica así: "Lucas se volvió tan poderoso que no tenía que dirigir. Pero dirigir es algo que Steven tiene que hacer". Spielberg lo admite: "Sí, amo el trabajo lo mismo que Patton amaba el olor de la batalla. Pero cuando sea mayor, todavía querré dirigir".

"Todo lo que hago en mis películas es un producto de mi vida en Estados Unidos, en las afueras de las ciudades", dice el escritor. "Siempre puedo encontrar el camino de vuelta desde mis películas a mi infancia".

Hijo de un ingeniero electrónico que formó parte de los primeros diseñadores de ordenadores, el trabajo de su padre llevó a Steven por diversos lugares de Estados Unidos. "Siempre he considerado Arizona, donde pasé desde los 9 a los 16 años, mi verdadera casa". Ésta, dice, era como la que aparece en Poltergeist.

Cuando tenía 11 años, el padre llegó un día a casa, llevó a sus hijos a la cocina, mostró un pequeñísimo transistor que había llevado consigo, y dijo: "Esto es el futuro". Steven cogió el transistor, se lo metió en la boca y se lo tragó. Al principio su padre rió, luego no tanto. "Es como si yo estuviera diciendo: 'Ése es tu futuro, pero no tiene por qué ser el mío", cuenta Spielberg.

El caos en la habitación

El que sería director de cine creció entre una madre música que gustaba reunirse con sus amigos músicos para interpretar conciertos de música de cámara, mientras su padre permanecía reunido con sus amigos discutiendo sobre cómo fabricar una trampa para ratones computadorizada. Steven se refugiaba en su habitación, que tenía el aspecto caótico de los cuartos de chicos de sus películas, y el mismo de las habitaciones que hoy día sigue utilizando. "No he utilizado un colgador jamás. Puedo sembrar el caos en una habitación en 12 horas. En aquel tiempo podía hacerlo en 30 minutos".

Sus padres no le dejaban ver televisión, salvo programas como el show de Jackie Gleason y los dibujos animados. En parte, la razón era que, cuando tenía uno cuatro años, se asustaba con algunos programas. En cierta ocasión lloró durante horas después de ver un documental sobre serpientes. Tenía muchos terrores, como, por ejemplo, el de monstruos que se imaginaba que vivían en el armario, "esperando para hacerme cosas terribles". Había una grieta en su habitación, y él imaginaba a unos seres diminutos que vivían allí. Un día miraba hacía la grieta, ésta se abrió unos milímetros y cayeron unos pedacitos de pared.

"Me gustaba estar asustado", dice. "Era muy estimulante". De niño le gustaba colocarse a sí mismo en el miedo y luego salirse. Por la mañana recobraba el valor y se dirigía a los árboles y armarios terroríficos de la noche anterior: "No me dais miedo", les decía.

Comenzó a sublimar estas historias cuando se puso a contárselas a sus hermanas, lo que tuvo por consecuencia que él se libró de sus terrores y se los trasladó a ellas. Una de esas historias era la de un aviador de la II Guerra Mundial que había estado pudriéndose en el armarlo durante 20 años. Con un muñeco, la gorra de aviador de su padre y unas luces, armó un muñeco terrorífico que introdujo en el armario. Retaba a sus hermanas a abrir la puerta, de noche, y cuando se atrevían a hacerlo, encendía las luces situadas en los ojos del aviador. "Es asombroso que creciera sin que llegaran a matarme mis hermanas", comenta.

El drama de crecer

Cuando cumplió 12 años, su madre le regaló una cámara de cine a su padre. El padre llevaba la cámara a las excursiones familiares, hasta que Steven le dijo que quería ser el fotógrafo de la familia, a lo que aquél accedió. Dramatizaba todo, de modo que su padre tenía que esperar el consabido . ¡Acción!" antes de comenzar a limpiar un pescado.

Su primera verdadera película fue cuando filmó un espectacular accidente de trenes eléctricos. Su padre le amenazó con que si volvía a romper los trenes, se los quitaba. Entonces organizó una película aún más dramática, con vistas de los trenes dirigiéndose los unos a los otros, el accidente y las reacciones de hombres de plástico tras la tragedia. Disfrutó en multitud de ocasiones de sus películas en 8 milímetros, y ya no tuvo que preocuparse por perder los trenes.

"Odiaba el colegio. Desde los 12 o 13 años sabía que quería ser un director de cine". En las clases se dedicaba a hacer dibujitos en los márgenes de los libros y cuadernos, formando dibujos animados. Trabajaba lo justo para no perder año y ser separado de sus amigos, y no suscitar la ira de un padre a quien le importaban las notas.

"Siempre me he sentido como Peter Pan. Todavía me siento como Peter Pan. Ha sido muy difícil para mí crecer. Si mis hijos me toman en serio como padre, también a ellos les va a costar mucho crecer".

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