EE UU, un incierto mandato

Tres años para vivir peligrosamente

La grave enfermedad del presidente Ronald Reagan abre un mar de interrogantes en la política norteamericana

La sombra de la duda sobre las posibilidades de vida de Ronald Reagan, que nadie se atreve ya a descartar, planeará sobre el resto de su presidencia, a pesar de que sus asesores confían en que ya ha superado la enfermedad y en que su suerte irlandesa, que hasta ahora siempre le ha acompañado, le permitirá llegar hasta el mes de enero de 1989.Es posible que su optimismo y ganas de vivir, unidos a "su constitución de caballo", a la que se ha referido su hijo Ron, le permitan seguir adelante. Pero aún más importante es saber si conseguirá que su filosofía política trascienda a su presidencia o si...

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La sombra de la duda sobre las posibilidades de vida de Ronald Reagan, que nadie se atreve ya a descartar, planeará sobre el resto de su presidencia, a pesar de que sus asesores confían en que ya ha superado la enfermedad y en que su suerte irlandesa, que hasta ahora siempre le ha acompañado, le permitirá llegar hasta el mes de enero de 1989.Es posible que su optimismo y ganas de vivir, unidos a "su constitución de caballo", a la que se ha referido su hijo Ron, le permitan seguir adelante. Pero aún más importante es saber si conseguirá que su filosofía política trascienda a su presidencia o si, por el contrario, el reaganismo pasará a la historia como una moda pasajera.

En este sentido las dudas son aún más fuertes que cuando se piensa en el futuro físico de Reagan. Además de haber presidido una recuperación económica ahora en entredicho, de devolver el optimismo y el orgullo de primera potencia a un país desmo ralizado por el síndrome de Vietnam, la crisis del Watergate y los fracasos cosechados durante los años de Carter, ¿cómo se verá dentro de una década la época de Reagan?

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El presidente está a punto de perder la batalla contra el déficit presupuestario, que amenaza con hipotecar el futuro del país. Su revolucionaria reforma fiscal se ha pinchado como un globo y va a tener serias dificultades para ser aprobada en el Congreso. Su polémico proyecto de guerra de las galaxias aparece cada vez más irrealizable, al menos en la totalidad imaginada por Reagan, como escudo defensor que haría inviolable para los cohetes soviéticos al territorio norteamericano.

Reagan va a necesitar de toda su habilidad política y de su legendaria buena forma física y optimismo para sacar adelante estos proyectos, en un ambiente político cada vez más hostil, sin dejarse deprimir por la sombra de una reaparición de la grave enfermedad que padece.

Históricamente todos los presidentes norteamericanos se convierten al poco tiempo de iniciado su segundo mandato en unas figuras cada vez más débiles, que no se pueden presentar a la reelección, y que asisten al progresivo desenganche de los políticos de su propio partido que aún tienen futuro en el Congreso. Existe una expresión anglosajona que describe a un presidente en esta situación como un lame duck (textualmente, un pato inválido). Las elecciones a la mitad de la legislatura, en las que el próximo año se renuevan dos tercios del Senado, marcarán el inicio de la cuesta abajo de la presidencia.

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Después de su reelección se afirmó que Ronald Reagan tenía seis meses para definir su política del segundo mandato y el resto de este año para conseguir los primeros resultados concretos. Son muchos los que piensan, incluidos políticos del Partido Republicano, que el presidente ha perdido este tiempo precioso sin conseguir definir el rumbo de su Administración. "Es justo afirmar que el presidente no ha logrado hacerse con el control de los acontecimientos este año".

"Su agenda ha sido dictada en gran parte por el Congreso y por sucesos exteriores", afirma un funcionario de la Casa Blanca. La realidad es que esta Administración no ha sabido convertir la enorme popularidad del presidente en triunfos políticos.

El presidente ha conseguido rearmar militarmente a Estados Unidos y puede negociar ahora con la Unión Soviética desde una posición de fuerza, pero el Congreso ha cortado en seco este año su intento de seguir echando millones de dólares para que los altos mandos del Pentágono ad quieran todas las armas que de sean. Después de afirmar que el déficit presupuestario se iría arreglando con el crecimiento económico, éste es insuficiente y amenaza con una posible recesión antes de que Reagan concluya su mandato. Los 200.000 millones de dólares de déficit, que han provocado entre otras cosas que Estados Unidos sea por primera vez desde 1914 una nación deudora y con un desequilibrio comercial de 123.000 millones de dólares, amenazan el futuro de la gran superpotencia.

SOS económico

Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal, advirtió esta semana que Estados Unidos no puede seguir aguantando este tremendo desequilibrio en sus cuentas básicas ni seguir financiando indefinidamente el déficit con dinero prestado. Existe también una gran incertidumbre sobre la evolución del dólar en los mercados internacionales.El presidente deberá enfrentarse en las próximas semanas a este panorama, que a pesar de su reiterada negativa quizá le fuerce a subir los impuestos en algún momento de su mandato. Incluso desde la cama del hospital, aprovechando la popularidad marginal que le puede dar su enfermedad, está presionando para conseguir un acuerdo de reducción del déficit.

Tampoco la política exterior ofrece perspectivas de éxitos fáciles para Ronald Reagan. No existe una actitud clara hacia Oriente Próximo ni una estrategia para responder a los ataques terroristas contra los intereses norteamericanos que demuestre que Estados Unidos no es un objetivo fácil ni gratuito. Aunque el presidente ha conseguido apoyo en el Congreso para los contra nicaragüenses y comienza a definir una estrategia de apoyo abierto a las guerrillas anticomunistas en todo el mundo, ya sea en Angola, Afganistán o Nicaragua, la Administración sigue sin contar con una política nítida en Centroamérica.

El principal y más inmediato reto de la política exterior de Reagan es llegar a un diálogo con la Unión Soviética que le permita pasar a la historia como el autor de un acuerdo de control y reducción de armamentos nucleares. Pero el diálogo con Moscú sigue bloqueado y en el interior de la Administración hay poderosos sectores que consideran un error haber aceptado una cumbre con Mijail Gorbachov y cualquier acuerdo de armamento con la superpotencia comunista. Reagan deberá demostrar que piensa lo contrario y utilizar la oportunidad que le ofrecerá su entrevista con el dirigente del Kremlin el próximo noviembre en Ginebra.

Desde que el 13 de julio fue operado de un adenoma velloso maligno, los soviéticos están mirando con gran atención el comportamiento de Reagan, por si pueden encontrar algún síntoma de debilidad. Por primera vez desde hace muchos años, el liderazgo colectivo está en Washington y no en Moscú, y va a producirse una cumbre política en la que el líder soviético es 20 años más joven y tiene más vigor y menos problemas de salud que el presidente de Estados Unidos. Durante su primer mandato, Reagan se quejó de que no podía hablar con el Kremlin porque tres de sus líderes habían muerto en un corto período de tiempo.

Pero Moscú no debe equivocarse en este punto, escribía el miércoles un editorial del The Wall Street Journal: "El cowboy norteamericano (Reagan) no se ha quedado solo en la representación". Existe una línea política de contención a la URSS, que ya Inició Harry Truman, y de la que de alguna manera es heredera esta Administración y lo será la que la suceda. La intervención quirúrgica de Reagan no ha provocado ninguna interinidad en el poder en Washington, y de aquí a noviembre es previsible que el presidente esté plenamente recuperado.

La Casa Blanca funciona como un consejo de administración de una gran empresa, con un gran poder delegado del presidente. Ya ocurría antes y es posible que esta tendencia se acentúe aún más. Afortunadamente, la Administración Reagan cuenta en su cúspide con un equipo político de primera fila.

A la primera reacción de sorpresa y casi incredulidad provocada por el anuncio del cáncer intestinal del presidente le ha sucedido otra de confianza en que Reagan concluirá su mandato y cumplirá sus compromisos políticos y económicos. La Bolsa ha reflejado esta confianza subiendo esta semana, y el dólar, que llevaba semanas bajando, no ha caído estrepitosamente.

Precedentes presidenciales

El presidente -que había anunciado con euforia en su segunda toma de posesión que los norteamericanos "aún no habían visto nada" de lo que su Administración era capaz de hacer- está en posesión de sus facultades y puede gobernar; la situación fue mucho peor, por ejemplo, cuando en 1958 Eisenhower sufrió un ataque cerebral -ya había tenido otro anterior al corazón- y la bolsa de Nueva York perdió 4.500 millones de dólares en media hora. Entonces no había, como ahora, previsiones sucesorias.Woodrow Wilson y Franklin Delano Roosevelt fueron dos presidentes que vivieron los últimos meses en el cargo inválidos y prácticamente incapaces. Roosevelt estaba notablemente disminuido física y mentalmente cuando acudió a Yalta a reunirse con Stalin, en una conferencia que selló la división de Europa.

Pero eran otros tiempos y no existía la televisión, que exige ahora una presencia continua de la imagen de un presidente activo y vigoroso que llene las expectativas de un público que concede gran valor al papel simbólico de la presidencia. Sería impensable que un Reagan disminuido, al que eventualmente se le presentara un nuevo cáncer, acudiera a entrevistarse con Gorbachov. Nadie duda aquí que renunciaría y delegaría en el vicepresidente, George Bush.

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