Tribuna:

El espacio lleno

Peter Brook ha escrito uno de los libros más bellos de teoría del teatro, El espacio vacío. Hay que pensar en ese libro como en una obra de creación más de este imaginativo material, de este soñador práctico, que busca lo que él llama "el teatro necesario", o un teatro en el que "entre actores y público no existiese más que una diferencia de situación y no una diferencia fundamental".Joven a los 60 años, este londinense pasado por Oxford y con un pasado ruso, ha sido ecléctico en la busca del público que no tuviera diferencias con él. Ha ido saltando de un teatro dificil -el Fausto, de ...

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Peter Brook ha escrito uno de los libros más bellos de teoría del teatro, El espacio vacío. Hay que pensar en ese libro como en una obra de creación más de este imaginativo material, de este soñador práctico, que busca lo que él llama "el teatro necesario", o un teatro en el que "entre actores y público no existiese más que una diferencia de situación y no una diferencia fundamental".Joven a los 60 años, este londinense pasado por Oxford y con un pasado ruso, ha sido ecléctico en la busca del público que no tuviera diferencias con él. Ha ido saltando de un teatro dificil -el Fausto, de Marlowe, lo montó a los 17 años de edad; La máquina infernal, de Cocteau, a los 20 años- hasta lo que podía ser tan comercial como Irma la dulce o La petite hutte, pasando por la óperao por el inevitable Shakespeare, tomando algo de Artaud, para llegar a lo que puede ser su mayor logro: el teatro de festivales, o una forma de teatro internacional que salta por encima de las culturas y hasta de los lenguajes y trata de compendiarlo todo.

Puede acudir a un texto chillón y pasional como el de Carmen o, como ahora, a una interminable biblia india, el Mahabharata, con horas y horas de representación, como está haciendo en Aviñón. Es capaz de mezclar actores de distintas nacionalidades, colores, religiones o culturas, y darles a todos ellos una unidad Brook donde siempre hay un misterioso toque de distinción, una forma londinense de ser que puede traspasar cualquier localismo de escenario o de situación. El cuidado del actor, al que considera tan imprescindible para el teatro como el autor, y la conservación del relato escénico, de la narración, son sus bases fundamentales, siempre que sean Capaces de soportarle a él: es decir, al director omnímodo capaz de crear un bloque de actuación e interpretación que satisfaga a su público.

Lo tiene, lo ha encontrado. Una obra presentada por Brook puede llenar definitivamente un teatro, desde el estreno hasta la despedida, en Londres o Nueva York, o puede hacer corier a los festivales a sus propios espectadores. Crea ese sueño de que no haya diferencia entre las culturas de la sala, por diversas que sean, y las culturas que se desprenden del escenario. Puede haber sido nefasto para quienes han tratado de copiar su receta o aprenderse sus libros teóricos, pero eso pasa con todos los grandes creadores: la teoría nace y muere con ellos.

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