Tribuna:100 años del nacimiento del autor de 'El principio esperanza'

Las pulsiones, el deseo y la pasión en la obra de Bloch

Toda antropología materialista parte de una afirmación: "No hay pulsión sin cuerpo". Claro que el cuerpo a que se refiere Bloch no es el objetivo, material víctima pasiva de las circunstancias del mundo exterior, sino el subjetivo que siente y padece en carne propia. Esta diferencia tal vez no exista, ¿pues cómo se constituye la pulsión al separar el cuerpo (körper) del in tracuerpo leib)?Ahora bien, Bloch descubre que existe una ebullición interior, un hervor que experimentamos en nuestro cuerpo que llama das, das, esto, aquello, lo innominado, y está siempre pres...

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Toda antropología materialista parte de una afirmación: "No hay pulsión sin cuerpo". Claro que el cuerpo a que se refiere Bloch no es el objetivo, material víctima pasiva de las circunstancias del mundo exterior, sino el subjetivo que siente y padece en carne propia. Esta diferencia tal vez no exista, ¿pues cómo se constituye la pulsión al separar el cuerpo (körper) del in tracuerpo leib)?Ahora bien, Bloch descubre que existe una ebullición interior, un hervor que experimentamos en nuestro cuerpo que llama das, das, esto, aquello, lo innominado, y está siempre presente porque nos acucia. "Es el tormento de la materia del Cuerpo" (Jacob Bolíme), el testimonio fehaciente de que estamos vivos. Pero este das no aparece ni se manifiesta, permanece dentro desde el momento que comenzamos a vivir y seguimos impelidos por este algo, que está detrás del cuerpo. Como en este estado no podemos mantenernos surge un impulso irrefrenable de satisfacción inmediata, una sed (durst), necesidad apetitiva de la que nace el afán (streben), vaga aspiración sin metas concreta que nos deja en el suspirar de un desconcierto errante.

Ensoñación matutina

Vemos, pues, que para Bloch, la efervescencia íntima empuja al cuerpo a salir de sí mismo, agravada por una avidez que termina en el ansiar inconcreto. Esta aspiración es siempre ociosa, pasiva, como una ensoñación matutina de ojos abíertos, y se limita a codiciar lo infinitamente inexpresable. "La aspiración o el anhelo no es menos vago y general que el ímpetu" dice Bloch.

Pero es necesario diferenciar aspiración y anhelo. La primera es pasiva, soñadora, y el segundo despliega una intensa actividad. Mientras la aspiración se agita y revuelve impotente, el anhelo busca siempre sin detenerse. El anhelante está ciego porque se apoderó de él una violenta inquietud que no le deja vivir en paz consigo mismo. Cuando el anhelo se convierte en ansiedad, el vago aspirar originarío se orienta hacia las cosas materiales, concretas. Entonces el ansioso aspira a coger, aferrar los objetos o las personas y poseerlos. "Cuando el ansia del cuerpo se dirige, hacia algo, cuando se siente un impulso dirigido, lo podemos llamar pulsión [trieb]", afirma Bloch. No debemos confundirla Con la pura necesidad (bedürfnis), que es, como la pulsión, una apetencia concreta, pero no está dirigida hacia un fin claro y concreto.

En efecto, podemos experimentar necesidades sin saber cómo satisfacerlas, mientras las pulsiones son conscientes, lúcidas, saben adónde dirigirse. para calmar la apetencia corporal que se manifiesta acuciante e imperiosa.

'Pan, mujer, poder'

Bloch no se engaña, sabe que las pulsiones pueden ser múltiples, desbocadas e irrefrenables, por "los objetos de la apetencia son variables: pan, mujer, poder". Sólo cuando la pulsión se concreta es porque se ha elegido interiormente un objeto como el más esencial e importante. Entonces se constituye el deseo como hambre, deseo sexual o afán de poder. A su vez el deseo (begierde) se puede quedar en meros deseos (wünschen), proyecciones de la fántasía, simples representaciones encantadas de la dicha, sin hacer nada para realizarlos. Para cumplir un deseo es necesario quererlo, valga la redun dancia, desearlo con vehemencia.

Es cierto que la elección puede constituir un tormento, pero es necesaria porque "sin voluntad no hay posibilidad de realizar el deseo", insiste Bloch. Tampoco el mero desear lleva a su consecución; por más energía que se despliegue, debemos orientar los deseos fuera de nuestran intimidad para poder querer realmente lo que deseamos. Las pulsiones y los deseos, sostiene Bloch, tienen porfinalidad única la autoconservación del cuerpo individual. Sin embargo, observa, el hombre tiene un cuerpo insaciable, es el animal más difícil de satisfacer y está siempre constantemente afectado, convulso por su corporeidad sensible.

Como respuesta a esta tensión afectiva nace la pasión, que es un ímpetu que se dirige al mundo exterior para satisfacer lo que desea. A diferencia del deseo, que es necesidad (contingencia, finitud; la pasión es infinitud, sueño, utopía). En éste sentido, la filosofía de Bloch, su utopismo finalista, nace de un cuerpo encendido de pasiones múltiples. Pero al mismo tiempo la pasión es una acción que no se limita a poseer lo que busca, como las pulsiones y los deseos, sino que descubre y capta objetivamente lo que experimenta.

De aquí que cada cuerpo sienta y registre el mundo de forma diferente, porque cada cuerpo es una pasión distinta de otra. Dentro de la psicología dialéctica soviética, la diferencial de Nebylitzin distingue en los cuerpos una apatía (débil reacción a los estímulos del mundo) y una apatía (vigorosa y decidida respuesta) que son ambas constitutivas de toda corporeidad.

Sin embargo, en experimentos posteriores se reveló que toda patía corporal se apoya en una apatía o pasividad originaria, y la apatía se anima y sostiene por una patía interna u oculta. Así se descubrió la unidad acción-pasión que posee todo cuerpo en correspondencia viva y constante con el mundo,

La antropología materialista de Ernst Bloch se anticipó a demostrar que el cuerpo es el origen de los distintos temperamentos, caracteres, espíritus de los hombres, y ésta es su importante contribución a la ciencia experimental.

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