Tribuna:Malos tiempos para el disco clásico

Motivos para el sonrojo

No desconocemos que la música española tiene sin resolver problemas de sustentación, mucho más graves que la inexistencia de discos clásicos, entre los cuales la falta de buenas ediciones de los clásicos en partituras es el más llamativo. Resalta, entre otras cosas, porque tal vez sea el principal causante de la inexistencia de un repertorio habitual sinfónico de música española. Hace pocos días hemos tenido ocasión de ver la partitura y los materiales de la Sinfonía (1825) de Juan Crisóstomo Arriaga (sin duda, la mejor que se haya escrito por un autor clásico español, obra compa...

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No desconocemos que la música española tiene sin resolver problemas de sustentación, mucho más graves que la inexistencia de discos clásicos, entre los cuales la falta de buenas ediciones de los clásicos en partituras es el más llamativo. Resalta, entre otras cosas, porque tal vez sea el principal causante de la inexistencia de un repertorio habitual sinfónico de música española. Hace pocos días hemos tenido ocasión de ver la partitura y los materiales de la Sinfonía (1825) de Juan Crisóstomo Arriaga (sin duda, la mejor que se haya escrito por un autor clásico español, obra comparable a Mozart y Schubert), y causa sonrojo ver su estado, como corresponde a una vieja copia deteriorada por el paso de los años. Algo parecido puede decirse de partituras tan complejas como la de la ópera Goyescas, de Granados.El tema de la edición de música está conectado con el del repertorio, el cual incide en la solicitud, por parte del público filarmónico, de determinadas grabaciones. Sin embargo, hemos de convenir en que el prestigio de la cultura musical de un país se mide -en gran parte- por las realizaciones discográficas.

Nos sentimos incómodos cuando un extranjero nos pide discos que reflejen una etapa histórica de nuestro país y no podemos atender debidamente a su demanda. No nos molesta que nos tome por un país subdesarrollado, sino que piense que no tenemos música barroca, ópera clásica ni sinfonismo nacionalista y claro que lo tenemos, aunque no siempre tenga la calidad deseable, y además conservamos bastante música en los archivos. Bastaría rescatarla, estudiarla, transcribirla.

Ahora nos inquieta enormemente, a la vista del real decreto del 30 de abril de 1985, que establece la nueva estructura básica del Ministerio de Cultura (BOE número 103), la supresión (bajo la errónea denominación de Subdirección de Bibliotecas) de la Subdirección General de Ediciones Sonoras, cuya labor en la creación de fonotecas y de apoyo a la edición discográfica de música española ha sido reconocida y apreciada por todos cuantos nos interesamos en tema de tanta trascendencia cultural.

La desaparición de este activo departamento de la Dirección General del Libro y Bibliotecas nos parece peligrosa en principio, pues no vemos contemplada su función en las nuevas unidades que integran esa dirección, ni tampoco en el departamento musical del nuevo Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música. Sellos discográficos que están tratando de hacer patria como son Ensayo, Etnos, Linterna música y otros pequeños, se verán muy mal en el futuro si no cuentan con las ayudas de la fenecida Subdirección de Ediciones Sonoras. Entre ellas destacaba la concesión anual de los premios nacionales del disco, sin convocar tras la reorganización de Cultura.

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