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La ética y la tecnificación de la reproducción humana / y 2

¿Qué problemas éticos plantea la tecnificación de la reproducción humana? En este segundo artículo apenas podemos hacer otra cosa que inventariar algunos problemas y ofrecer la sensibilidad ética desde la que se nos suscitan. Intentaremos prestar atención preferente a los problemas reales que se nos presentan hoy, aunque sin olvidar del todo las perspectivas más a largo plazo que ya desde ahora quedan abiertas a la imaginación del futuro.Los conocimientos acerca de los procesos biológicos básicos aproximan cada vez más la biología humana y la biología animal. Pero esta aproximación biológica n...

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¿Qué problemas éticos plantea la tecnificación de la reproducción humana? En este segundo artículo apenas podemos hacer otra cosa que inventariar algunos problemas y ofrecer la sensibilidad ética desde la que se nos suscitan. Intentaremos prestar atención preferente a los problemas reales que se nos presentan hoy, aunque sin olvidar del todo las perspectivas más a largo plazo que ya desde ahora quedan abiertas a la imaginación del futuro.Los conocimientos acerca de los procesos biológicos básicos aproximan cada vez más la biología humana y la biología animal. Pero esta aproximación biológica no puede traducirse en equiparación ética. No es posible pensar lo mismo sobre los programas de mejoras raciales de especies animales que sobre hipotéticos programas de mejora de la especie humana. En otros países, los códigos deontológicos imponen limitaciones incluso a la investigación con animales. El respeto a la dignidad del ser humano debe suponer un primer criterio para juzgar las intervenciones técnicas en el proceso reproductor humano. El fin no justifica los medios; los resultados admirables no legitiman los procedimientos empleados para obtenerlos. No todo lo que es técnicamente posible es éticamente compatible con la valoración del ser humano como fin en sí. Todo esto está claro en principio, y aplicándolo cabe excluir determinadas prácticas; pero resulta difícil diseñar los perfiles concretos de la aplicación de tales principios.

La inseminación artificial o la fecundación extracorpórea con subsiguiente implantación se presentan hoy como ayuda a parejas estériles en su deseo de tener un hijo. Este deseo legítimo debe ser contrapesado por la sociedad, como sucede en el caso de la adopción, con la protección que merece la prole futura. En este sentido, por ejemplo, cabe pensar que sólo sean los matrimonios los que tengan acceso legal a estas técnicas.

La donación de óvulos y de esperma plantea problemas que han sido objeto de consideración y de propuestas reguladoras por parte de la comisión Warnock: condiciones genéticas y sanitarias para la aceptación de los donantes, posibilidad y conveniencia de que queden en el anonimato, ausencia de vinculaciones legales entre el donante y el hijo genético, limitación del número de fecundaciones del mismo donante, etcétera. El problema de fondo más importante tal vez sea el desdoblamiento de la paternidad y de la maternidad: el padre genético puede ser distinto del padre legal; la madre genética puede ser distinta de la madre que gesta y da a luz. "Madre no hay más que una", sentenciaba categóricamente la canción-melodrama. Ahora resulta que madre puede haber dos. Este desdoblamiento trae consigo problemas múltiples, no todos previsibles a priori. La paternidad legal adquiere ciertos tintes de ficción jurídica con posibles repercusiones psicológicas, sociales y legales sobre la relación entre un padre o una madre y un hijo.

Posibilidades para el futuro

La adopción nos tiene en parte acostumbrados a algunos de estos problemas. Pero la adopción está planteada como remedio a una situación existente, mientras que aquí se programa de antemano. Ya hemos dicho que la inseminación artificial y la fecundación extracorpórea se presentan hoy fundamentalmente como procedimientos terapéuticos. Pero pronto se ofrecerá la posibilidad de ejercer a través de estas técnicas un control sobre la transmisión de enfermedades hereditarias (con ello seguiríamos en el planteamiento terapéutico) y la capacidad de seleccionar determinadas características biológicas de la prole, desde el sexo al color de los ojos. Hoy por hoy, no está en discusión el uso indiscriminado de las técnicas de reproducción humana para obtener hombres diseñados previamente. Si nos acercamos al mundo feliz de HuxIey no es todavía de manos de la planificación prenatal, sino -como indica el mismo Huxley- por la vía de los condicionamientos posnatales.

De todos modos, no ha faltado quien se haya metido en un programa de fecundación con esperma donado por premios Nobel para obtener gente más inteligente. La conciencia generalizada de la sociedad rechaza este tipo de planteamientos, y una regulación legal tendría pocas dificultades en poner las trabas pertinentes a este tipo de proyectos. Tras esos excesos, sin embargo, subyace la pregunta ética, aún no suficientemente resuelta, acerca de en qué casos y por qué fines es legítima la inseminación artificial. Es un tema que requiere un debate diferenciado que pueda acercarnos a un esclarecimiento teórico, a una regulación práctica y a un acoplamiento cultural en que los distintos componentes que están en juego sean tomados en consideración con el peso específico que les corresponde. No merece, por ejemplo, igual consideración la utilización de la inseminación artificial para subsanar defectos concretos en la capacidad procreadora de unos cónyuges que encargar un hijo a una madre de alquiler para ahorrarse las molestias de un embarazo que no presenta complicaciones especiales.

Hay otras cosas menos importantes que tienen su importancia. Está la cuestión de las garantías acerca de la competencia profesional y probidad deontológica de los equipos que aplican estas técnicas. Y está también la cuestión del ritmo a que se aplican. El ansia de ser el primero, de estar a la última, el factor de competitividad y notoriedad con que trabaja institucionalmente la comunidad científica, y que los medios de comunicación agudizan aún más, induce a quemar etapas en la investigación y aplicación de las nuevas técnicas. No hacer hoy lo que no está suficientemente preparado y garantizado parecería una medida mínima de prudencia ética. Muchos inconvenientes quedarían obviados si hubiese una cierta gradualidad en los procesos.

No podemos terminar sin aludir a los problemas éticos que plantea la desproporción entre una medicina altamente sofisticada y con altos costes al servicio del deseo de una pareja de tener un hijo, cuando hay tantos hijos social y médicamente en condiciones infrahumanas, países enteros donde falta la alimentación mínima necesaria para sobrevivir y faltan también las mínimas condiciones sanitarias. No lo decimos para huir del problema, pero tampoco es éticamente responsable olvidarse de esta dimensión que lo enmarca y lo hace a su vez problemático.

Augusto Hortal es jesuita y profesor de Ética de la facultad de Filosofía y Letras de la universidad de Comillas, de Madrid.

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