Crítica:CINE

Tiempo de confusión en un lugar idealizado

Puede que sea exagerado decirlo, pero los hechos se empeña tozudamente en demostrarlo los antiguos dibujantes de comics no son buenos directores de cine.Sin duda con ellos pasa lo mismo que con la gente proveniente del campo de la publicidad o del vídeo-clip. Su talento para fabricar imágenes de gran impacto no va acompañado d una idea de lo que es un relato hecho con imágenes, es decir una película.

En Brazil hay planos fantásticos, decorados impresionantes secuencias de gran fuerza, per el conjunto carece de ritmo, de mesura y significado, ahogado el sentid...

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Puede que sea exagerado decirlo, pero los hechos se empeña tozudamente en demostrarlo los antiguos dibujantes de comics no son buenos directores de cine.Sin duda con ellos pasa lo mismo que con la gente proveniente del campo de la publicidad o del vídeo-clip. Su talento para fabricar imágenes de gran impacto no va acompañado d una idea de lo que es un relato hecho con imágenes, es decir una película.

En Brazil hay planos fantásticos, decorados impresionantes secuencias de gran fuerza, per el conjunto carece de ritmo, de mesura y significado, ahogado el sentido por un delirio de explosiones visuales que a su vez pierden intensidad al ser tan continuada la búsqueda de la sorpresa.

Brazil

Director: Terry Gilliam. Intérpretes: Jonathan Pryce, Robert de Niro, Michael Palin, Kim Greist, Katherine Helmond, Ian Holm, Ian Richardson, Peter Vaughan. Guión: T. Giliam, To Stoppard, Charles McKcown. Fotografía: Roger Pratt. Música: Michael Kamen. Reino Unido, 1985. Estreno en los cines Madrid 2 y Richmond.

Terry Gilliam, con la ayuda inestimable de los decoradores Keith Pain y Jim Acheson, ha imaginado un nuevo Metrópolis en que el funcionariado es el rey.

El trabajo de esos decoradores y del director de fotografía es un tour de force que sostiene la película durante largo rato pero que acaba a causa de la insistencia por desvelar con mayor crudeza que en otras cinta que sólo es eso, un espacio idóneo para que en él suceda algo y que al no ser así Brazil corre el riesgo de ser vista como una copia involuntaria de El año pasado en Mariembad, destino que no es el ideal para una producción costosísima a la que se le presta publicidad tomando como referencias Ocho y medio, La naranja mecánica, Mad Max y la ya citada Metrópolis, amén del mundo novelesco de 1984.

Terry Gilliam, norteamericano de Minneapolis, que trabajó en Mad, Help y Pilote antes de sumarse a los Monthy Phyton y convertirse en una de las grandes esperanzas de. renovación de cine cómico, resulta repetitivo y falsamente trascendente en Brazil.

Crítica al Estado

Su película tiene algo de esas composiciones musicales con múltiples finales siempre a punto para el clímax pero nunca preocupadas por prepararlo. La crítica a la burocracia y al Estado policiaco, aunque esté más que justificada, y muchas de las anotaciones futuristas que se hacen en Brazil correspondan a ese tipo de distorsión que a veces es necesaria para mejorar intenciones ideológicas que no hallan su justa plasmación artística.En realidad, Brazil (el título hace referencia a un lugar idealizado por la música y la mitología anglosajona sobre los paraísos tropicales) es fruto de la crisis de un sistema de producción, de una política desorientada que, una vez abandonado el tranquilizador sistema de encasillamientos, confunde dibujantes con cineastas, cómicos con filósofos, Moobius con Kafka, Terry Gilliam con Federico Fellini.

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