Crítica:'JAZZ'

Músicos de otra clase

El breve festival de jazz que se ha celebrado en el colegio mayor San Juan Evangelista, de Madrid, con motivo de su 15º aniversario finalizó el pasado lunes con la actuación de Joe Farrell y Woody Shaw, en sucesivas sesiones de tarde y de noche.En la sesión nocturna, bastó con escucharles el primer tema para comprobar que son unos intérpretes de otra clase. El asombroso ajuste que estos músicos logran en los conjuntos, la exactitud de sus entradas en los cambios de compases, vienen a decirnos que estos artistas dan por descontadas las cosas que en otros se tienen por mérito.

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El breve festival de jazz que se ha celebrado en el colegio mayor San Juan Evangelista, de Madrid, con motivo de su 15º aniversario finalizó el pasado lunes con la actuación de Joe Farrell y Woody Shaw, en sucesivas sesiones de tarde y de noche.En la sesión nocturna, bastó con escucharles el primer tema para comprobar que son unos intérpretes de otra clase. El asombroso ajuste que estos músicos logran en los conjuntos, la exactitud de sus entradas en los cambios de compases, vienen a decirnos que estos artistas dan por descontadas las cosas que en otros se tienen por mérito.

No es que luego todo resulté perfecto, pues se les puede reprochar que las composiciones que tocan, salvo los temas clásicos, son en general anodinas, o que Farrell, el tenor, suele caer en ciertos lugares comunes que repite con bastante frecuencia.

Joe Farrell-Woody Shaw Quintet

Concierto de 'jazz' celebrado en el salón de actos del Colegio Mayor San Juan Evangelista, dentro de las celebraciones del quince aniversario de esta sala.Madrid, 18 de marzo.

Pero, a cambio, causan admiración la claridad de fraseo y la depuración de escuela de Shaw a la trompeta, así como el bello sonido que Farrell logra extraer de un instrumento tan antipático como es el saxo soprano, o su perfección técnica como flautista.

El saxo tenor Farrell es un huracán de verbosidad coltraniana, lo que no es mala disculpa para sus incursiones en el tópico. El vigor y la elocuencia que despliga hacen buenas migas con el refinamiento que exhibe Shaw a la trompeta, el fiscorno e incluso cuando no toca y se dedica a sus ejercicios de tai chi, especie de gimnasia oríental que dicen que ayuda a vivir la música, y que por lo menos sirve para que Shaw permanezca en el escenario mientras tocan los demás, norma de educación que bastantes músicos no cumplen.

Con ojos cerrados

De todo el grupo, el mejor fue Neil Swainson, un bajista displicente y con gafitas, que resulta bastante desigual en su interpretación de los solos, pero que a la hora de acompañar lo hace con un empuje y con una sobriedad poco frecuentes.Por su parte, Jean Adler, al piano, ni se prodiga mucho ni tampoco dice demasiadas cosas. Ronnie Burrage es un batería magnífico, pero sus años con McCoy Tyner le llevan a tocar a un volumen desconsiderado, como si estuviera exaltando de la música su facilidad descortés por invadir la intimidad del prójimo. Encogido detrás del contrabajo, Swainson le miraba como si estuviera asustado por tánto estrépito.

Woody Shaw y Joe Farrell ya han estado antes por aquí y lo único que hay que decir de esta su nueva visita es que siguen en fórma. En forma musical, pues en el aspecto fisico -que algunos valoran- manifiestan una decadencia alarmante. Quiero decir que Shaw está todavía más flaco y Farrell todavía más gordo. Pero son cosas que tienen fácil consuelo, porque la música que estos hombres hacen puede seguirse con los ojos cerrados.

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