Leopold Hagger, un director mozartiano
Como a los soldados el valor, se supone a los salzburgueses un conocimiento exacto de la música mozartiana. Lo que sólo es cierto en algunos casos: por ejemplo, Leopold Hagger, el maestro que dirigió esta semana los conciertos de la Orquesta de RTVE. Una espléndida, vivaz, espirituosa obertura de La clemencia de Tito nos advirtió ya del mozartismo de Hagger, fruto de larga y responsable formación más que de paisanaje.El Mozart de Hagger es, no sé si auténtico pues esto habría que preguntárselo al mismísimo Wolfgang Amadeo, pero posee la fuerza de la veracidad. Lo que no es tan frecuente...
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Como a los soldados el valor, se supone a los salzburgueses un conocimiento exacto de la música mozartiana. Lo que sólo es cierto en algunos casos: por ejemplo, Leopold Hagger, el maestro que dirigió esta semana los conciertos de la Orquesta de RTVE. Una espléndida, vivaz, espirituosa obertura de La clemencia de Tito nos advirtió ya del mozartismo de Hagger, fruto de larga y responsable formación más que de paisanaje.El Mozart de Hagger es, no sé si auténtico pues esto habría que preguntárselo al mismísimo Wolfgang Amadeo, pero posee la fuerza de la veracidad. Lo que no es tan frecuente, pues no pocos buscan cada día el secreto del compositor de Salzburgo por vías de un raro amaneramiento que viene a ser lo que un aerosol de ozonopino en relación con los bosques de Viena.
Orquesta Sinfónica de RTVE
Director: Leopold Hagger. Solista: Máximo Muñoz Pavon, clarinetista. Obras de Mozart y Dvorak Teatro Real. Madrid. 21 y 22 de febrero
En una de las más estremecedoras bellezas creadas por Mozart, el Concierto en la para clarinete, el excelente profesor Máximo Muñoz Pavon, riguroso y pulcro, lució su clase y, junto a maestro y orquesta, fueron ovacionados.
También menudearon los aplausos para el maestro invitado y los muy entregados instrumentistas radiotelevisivos, después de una brillante traducción de la Sexta sinfonía de Dvorak -nuestra ración de pathos para esta semana-, bien aderezada con los ritmos y colores nacionales del país de orígen. No es obra comparable a las sinfonías octava y novena, pero acusa la personalidad dvorakiana en sus diversas líneas y matices.