Entrevista:El artista de Port Lligat concede una entrevista tras varios años de silencio

Con Dalí, en el fondo del mar

"Los artistas son como las trufas, hay lugares donde crecen y otros donde no" - "Mi amor por Gala es incomparable y cada día mayor"

Salvador Dalí está sentado en la butaca de su habitación. Lleva puesta la famosa túnica blanca con la hebilla de plata y piedra brillante incrustada que él denomina tapabruts (tapasucios). Quienes le visitaron en su taller, en Port Lligat, o en el Meurice de París, o en el Saint Regis de Nueva York, recordarán la prenda. Evidentemente, Dalí ya no es el mismo que fue entonces. Su famoso bigote ha perdido su compostura y, débil, sólo consigue remontarse, discreto, por el lado derecho. Sus manos, grandes, tiemblan. Están repletas de aquellas manchas inconfundibles de la vejez. Y sus dedo...

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Salvador Dalí está sentado en la butaca de su habitación. Lleva puesta la famosa túnica blanca con la hebilla de plata y piedra brillante incrustada que él denomina tapabruts (tapasucios). Quienes le visitaron en su taller, en Port Lligat, o en el Meurice de París, o en el Saint Regis de Nueva York, recordarán la prenda. Evidentemente, Dalí ya no es el mismo que fue entonces. Su famoso bigote ha perdido su compostura y, débil, sólo consigue remontarse, discreto, por el lado derecho. Sus manos, grandes, tiemblan. Están repletas de aquellas manchas inconfundibles de la vejez. Y sus dedos no dejan de arañar la tela de su camisa, en un rec-rec imparable. Su piernas, cruzadas, siguen el mismo ritmo manual, exagerado a tenor del tamaño de sus miembros.Pero su aspecto general es saludable. Dalí, como comentan sus médicos y enfermeras, ha mejorado mucho desde que se encuentra en la Torre Galatea. Su peso ha aumentado, dándole una muy nueva y sensible tranquilidad a sus rasgos, a su expresión. Pero, sobre todo, sucede que Dalí ha cambiado su rutina, que es otra hoy, muy distinta a la que caracterizó su estancia en Port Lligat, o en Púbol, durante los últimos años. Por primera vez, desde hace muchos años, está dispuesto a que le sometan a una larga entrevista y, como entonces, utiliza el mismo disfraz.

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Me señala una silla, a su lado izquierdo, para que me siente. No tengo tiempo de darme cuenta de que, efectivamente, en contra de todos los rumores asegurando que no sería posible hacerlo, estoy entrevistando a Salvador Dalí cuando él declara en francés: "Continúo creyendo en las bases del método paranoico-crítico que expliqué en la Sorbona y que incluso los maoístas aplaudieron". En francés, que es la lengua que siempre ha utilizado para dirigirse al público. Y sigue hablando de sus recuerdos sobre Picasso: "Me hablaba de mis cuadros, y le interesaba mi opinión porque yo sabía ver lo que dibujaba. El cubismo está en el origen de la holografía que habla de las cosas tal como son y no de tal como las vemos. El único artista con el que Picasso ha colaborado soy yo. Hicimos unas planchas juntos. Él hacía unas signos y me lo devolvía. Yo hacía lo mismo y se lo devolvía a él. Era como un diálogo entre los dos. Cada mes de julio le enviaba una postal, una de aquellas españolitas con ropa, diciéndole Al juliol, ni dona ni cargol (en julio, ni mujer ni caracol). El me había explicado que era una frase que la cantante Maria Gay había lanzado desde la ventana a su amante que la molestaba porque quería acostarse con ella". "Me decía Eduardo Marquina", agrega Antoni Pitxot, "que Picasso se ponía muy nervioso cuando tu postal tardaba en llegar". "Sí, lo sé", responde Dalí.

Picasso y Juan Gris son los artistas que le interesan, dice. "Todos los demás son unos fracasats" (fracasados) -Dalí vacila un momento porque la palabra no le sale en francés y sí en catalán, y a partir de este momento, habrá mezcla de idiomas- "que lo único que saben hacer es colocar sus cuadros al revés".

Interrumpe su casi monólogo sobre los artistas para reafirmar su "passion pour l'argent (pasión por el dinero), por tener dinero. Es la misma que tenían los alquimistas en la Edad Media que pretendían convertirlo todo en oro, incluso los excrementos. El folclor más popular inventa la gallina de los huevos de oro y el asno que, levantando su cola, provoca una lluvia de oro. Dánae también recibe una lluvia de oro que es el excremento divino de Júpiter".

Dalí se dirige a Pitxot y le pide que me lea las Alabanzas de la moneda, de Quevedo. "Quiero que salga en la entrevista porque mucha gente no debe conocerlo". Pitxot lee a Quevedo: "El dinero para hermosos tiene blanco y amarillo, para galán tiene claridad y refulgencia, para enamorado tiene saetas como el dios Cupido, para avasallar las gentes tiene yugo y coyundas, para defensor tiene castillos; para noble, león; para fuerte, columnas; para grave, coronas; y al fin, para honra y provecho lo tiene todo". "Es el mejor elogio que pueda hacerse", añade Dalí, "es la metodología de Júpiter fecundando a Dánae, es la Andalucía de Picasso que se parece al dinero, el barrio de Trajano".

La mención de Trajano le lleva a otra reflexión sobre el emperador que no puede tambalearse. "Cuando tenían que atravesar el Danubio los ingenieros le proponían montar un puente juntando barcazas. Decían: ça marche, ça marche (es suficiente). Pero Trajano quiso que construyeran un puente sólido, de piedra".

Monoteísmo

Y desde el Danubio y los eniperadores, a Ceaucescu. "Me escribió una carta. Me gusta porque ha creado una dinastía de gobierno en su país".

- Usted siempre se ha declarado monárquico: ¿lo sigue siendo?.

"Sí, siempre. El rey. Siempre dije que necesitábamos un rey. Soy apolítico, pero completamente monárquico". Dalí tiembla mucho a decir estas palabras. Y de repente alza la voz y como si recitara un verso: "Es como la cesta del pan Es como la estructura del mercurio. La cesta, como la de Moisés salvado de las aguas. Es el momento más trascendental, el de la fundación del monoteísmo de Moisés". Al finalizar la entrevista, pedirá que "sobre todo, no se olvide de incluir el monoteísmo, es muy importante".

"Freud demostró que la salvación de Moisés es el momento supremo y tiene unas extrañas razones", sigue Dalí, "sobre el tema Para él la cosa más amarga es tener que desposeer al pueblo judío de su héroe. Todo su coraje lo emplea en defender la tesis de que Moisés era egipcio". Dalí mira por la ventana. Ha dejado de temblar. Su declaración monoteísta le ha calmado visiblemente. Pitxot ha salido un momento de la habitación para buscar un papel. Dalí me señala con su mano hacia el patio. En la terraza del edificio del museo, contiguo a la Torre Galatea, hay dos hombres. "Están arreglando una cañería", informa Dalí.

- A usted le molesta el sol, ¿no es cierto? Un día gris como el de hoy debe gustarle.

- No, a mí me gusta la noche. Es cuando veo más cosas en mí.

¿Y Gala?. "Si tuviera que hablar de ella, no podría hacerlo de nadie más porque mi amor por ella es incomparable, cada día mayor".

- ¿Recuerda usted su juventud, París, Nueva York ... ?

"Sí, recuerdo mi pelea con Le Corbusier, que pretendía, como otra gente de aquí lo creía, que Gaudí era como una mona (pastel) de Pascua. Gaudí era genial. A Le Corbusier lo conocí con Christian Dior, que le vendió un cuadro mío al tipo de las Chaussures Raul. Christian Dior es aquel que influyó tanto en el new look y después en el art retro. Murió de un ataque al corazón porque era muy glotón".

"El arte moderno es una catástrofe. Como decía Picasso de su obra 'içi je ne fais que des chèques sans provisions' (aquí sólo hago cheques sin fondos)". "A Tàpies le conocí hace mucho tiempo, cuando era joven. Le ayudé en Estados Unidos. Y Miró, al principio, fue muy gentil. Vino aquí a Figueres con su marchante Pierre Loeb. Tenía intuición. Pero después se enfadó conmigo". ¿Por qué?. "Exponíamos juntos en una galería de Nueva York. Mi sección estaba llena de gente y la suya estaba vacía. Pero es que sus cuadros, viéndolos de lejos es suficiente, todo es lo mismo".

Como las trufas

"A mí me interesan Umberto Boccioni, De Kooning y los hiperrealistas americanos que son buenos porque precisamente no son americanos, son de origen holandés, tienen sangre holandesa. De Kooning es un gigante, como el coloso de Rodas, con un pie en Amsterdam y el otro en Estados Unidos. Aquellas figuras (Dalí se refiere a las series Women, realizadas entre 1947 y 1952,) no se sabe si son mujeres o paisajes, en realidad son cataclismos geológicos".

Para Dalí eso de los pintores y los artistas es como las trufas: "Hay lugares donde crecen y otros donde no. La referencia está en los mosquitos blancos, aquellos que en las regiones truferas guían a los perros para que puedan encontrarlas. Francia, por ejemplo, no ha tenido nunca buenos pintores, habría podido pasarse de ellos. Tiene interés L'embarquement pour Cythère, que es como unos dibujos animados. Lo explico en El mito trágico del Ángelus de Millet, los mismos personajes siempre, haciendo cosas distintas. Ahora bien, los Ingleses no tienen ni Watteau ni nada. Los prerrafaelitas son ilustradores literarios. Y Rusia..., Rusia es otro caso. Tan grande, tan inmensa, con tantos literatos y tantos músicos, no tienen ni un solo pintor. Son ciegos, como la nieve. Se decía que les obligaban a hacer realismo socialista y que por eso... Pero es una bestiesa (animalada) porque con temas historicistas se pueden hacer maravillas como La rendición de Breda. Es como las trufas".

De vez en cuando Dalí dice: "Haga, haga preguntas". Le digo que en mi diario estamos interesados por cuestiones de actualidad y que por qué no me habla de las reformas que se están realizando en su museo. Por ejemplo, ¿qué significa toda esta abundancia de panes en la fachada de la torre Galatea?. "Es una idea de toda la vida, como la Casa de las Conchas en Salamanca y el Palazzo del Diamanti... El pan es mi símbolo, sirve para cretinizar a la gente. Con Mathieu hicimos un pan de 15 metros. Queríamos que salieran panes por todas partes, que se reprodujeran en el Japón y en todos los países como si se tratara de sociedades secretas. En una exposición surrealista yo presenté un reloj hipnagógico realizado en pan, pero el perro que tenía Picasso se lo comió".

Y los huevos ¿qué significan? "Eso es aún más importante. Los cuatro huevos, la fecundación de Júpiter, el mito de los dioses, los mortales y los inmortales... Quiero que el museo sea corno un único bloque, un laberinto, un gran objeto surrealista". Dalí no demuestra demasiado interés si se le habla de las obras concretas que tiene en su museo. Desinterés que contrasta con la decisión que toman su mirada y su voz al hablar de lo que tiene que ser el museo, del utilitarismo con que lo trata. En ocasiones, interrumpe el diálogo para decir que "este tema puede ilustrarlo en su diario con la imagen de... (Moisés y el pulpo, Picasso, etcétera) que se encuentra en el museo".

He leído, porque así lo pidió a través de su secretaria María Teresa Brugués, el libro de Freud sobre la infancia de Leonardo da Vinci (véase EL PAÍS 11-2-1985). Y le comento que los juicios de Freud sobre Leonardo me parecen aplicables a su persona, más preocupado por la investigación que por el arte en sí mismo. "Las cosas que yo digo pueden parecer estrafolaries (locas), pero siempre las he sacado de algún sitio, las he leído en algún libro. Aún necesito muchos datos para establecer definitivamente mi idea sobre la muerte de Bellini, pero espero tenerlos pronto.

"Recientemente, el alcalde de Catania me ha nombrado miembro de honor del comité que prepara los actos conmemorativos del 150 aniversario de Bellini. Me supo mal que en EL PAÍS quitaran la mención a los aniversarios en el titular porque de entrada no se entendía nada".

Dalí canta

De pronto Dalí se pone a cantar: "En el fondo del mar, matarile, matarile, en el fondo del mar... ¡Es alquimia pural, exclama, absolumente tranquilo, sin el más mínimo temblor. "Tenía deseos de poner matarile, matarile en el título...". ¿Por qué no lo hizo? "Tenía miedo de que es fotessin de mi (se burlaran de mí) como a veces pasa". Silencio. Dalí mira al suelo y después: "Es como els quatre cantons, como el crostó de pan, como el culo del rinoceronte". Y Dalí recuerda Histoire prodigieuse de la dentellière et du rhinoceros, un filme que realizó a mediados de los años cincuenta con Robert Descharnes y en el que participaron un grupo de médicos barceloneses que inyectaban adrenalina a unos erizos que luego Dalí colocaba sobre unas láminas de papel ahumado. "La gente de la calle gritaba ¡Vive les oursins (erizos)! ¡Vive les oursins!", recuerda Dalí.

Le digo que sería muy interesante que este filme pudiera verse, acaso en el mismo museo. Sin demasiado ánimo, responde: "Sí, no estaría mal".

Y subiendo la voz exclama: "La libertad es el desorden, y la inquisición, el orden". Sé que es una de las frases que quería decir, que llevaba preparadas para la entrevista. "Un barco de vela, un bergantín, parece que tenga los movimientos libres y si se observa en realidad, es un sistema de ataduras. Las ágatas con sus formas libres y caprichosas, en realidad son los derniers (últimos) gritos agónicos de un sistema coloidal entre dos sistemas calcáreos. Es como un grito de agonía". Dalí mezcla los tres idiomas, francés, catalán y castellano. Alza y baja la voz alternativamente y con su mano derecha en alto dibuja suavemente en el aire las "formas caprichosas" del ágata.

¿Reivindica la Inquisición? "Cuanta más censura, más voluptosidad, ese es el caso de Mantegna. La monarquía absoluta, ¿qué sería Francia si no hubiera tenido a Luis XIV, si no tuviera Versalles? Un campo de coles, un campo de alcachofas". La imagen de las coles trae de nuevo al tema con que empezó la entrevista: el método paranoico crítico aplaudido en París. Recuerdo que llenaron un Rolls Royce blanco de coles que luego regalaron a un hospicio. "¿Cómo lo sabe ella?", le pide a Pitxot. Yo le respondo que lo ex plica en El diario de un genio y que nosotros leemos sus libros. "Estáis locos", responde.

Y de ahí pasamos a Juan XXIII "el Papa que era un payés, pero que escuchaba a todo el mundo. Fui a verle para que viera mi Madona de Port Lligat. Se lo dije a René Clair, que estaba en el salón del hotel y con ironía, pues no se lo creía, me dio recuerdos para el Papa".

El ministro de Cultura

Dalí le dice Pitxot que ha de entregarme el texto de Edgar Allan Poe. No sé de qué va. Y me dice que es con respecto a la muerte de Bellini. Pitxot trae el texto y efectivamente parece que Poe, celoso de los amoríos de Bellini con la cantante Malibrán, lo maldijo con una muerte envenenada por un pulpo. Por su atención reciente hacia los pulpos y Bellini, expresada en sus artículos de EL PAÍS, le pido una mayor explicación. "Aquel ministro de información español...", "¿Felipe González?", dice Pitxot. "No, Solares o algo así...". "¿Suárez?, ¿Javier Solana?", digo yo. "Sí, éste. Éste es el único que puede salvarme de la negantropía. Es el que puede facilitarme todos los datos que me faltan. Siempre me he interesado por los pulpos, y cuando era pequeño iba a pescarlos. Pero soy como Leonardo, quiero saberlo todo, me preocupa cómo relacionar las cosas. Sé que no sé nada, y por eso tengo menos posibilidades de equivocarme que los científicos".

Pitxot le dice a Dalí: "¿Sabes que ella ha hablado con Foix de ti?". "Foix... tiene un lenguaje extraordinario. Le regalé Raïm persseguit per un peix". El día en que la Generalitat le entregó la Creu de Sant Jordi, J. V. Foix leyó el mismo texto que escribiera para presentar al joven Dalí en las galerías Dalmau de Barcelona. Al finalizar el acto, uno le dijo al otro: "Fugim d'aquí, perque estem fent el merda" (vayámonos de aquí porque estamos haciendo el mierda).

Volvemos a considerar el museo y le pregunto por qué tiene arriba como escondidos en una pequeña habitación, los mejores cuadros de su colección. "Es la verticalidad Siempre hacia arriba". Pero parece que la decisión es más compleja. En su tiempo la habitación fue polémica y varios de sus colaboradores se peleaban para instalar allí un despacho. En vista del éxito Salvador Dalí decidió que la sala no iba a ser para nadie, sino para sus mejores piezas.

"Por cierto, Pitxot, aquellos dibujos ópticos quiero que se pongan en la vitrina de Duchamp". "De acuerdo, lo haremos", responde Pitxot. "Son muy interesantes", me dice Dalí. Se trata de los futbolistas entrevistos entre líneas en una hoja de periódico. "Siempre me has recomendado que haga ejercicios ópticos con los diarios", recuerda Pitxot. "Sí. Pero es muy cansado, por eso debe haber medias partes en los partidos de fútbol porque si no el espectador se cansa. Tanto movimiento, cuando en realidad las imágenes están quietas".

"¿Sabes qué quiere decir argot?", me pregunta Dalí. Sí, al menos me parece. "Argot, el lenguaje de los voyous, los signos que se dejaban a modo de lenguaje secreto en los puentes de París para comunicarse entre ellos dónde podían encontrar comida gratis. Argot, argonautas. Es como Compostela, siempre se ha dicho que quería decir campo con estrella, pero no es cierto, quiere decir, campo bien puesto, compuestecito. Mi laberinto en el museo es eso, el camino de Santiago, Venus, los caballos, los peregrinos y sus crótalos y mi fachada será como la piel de la gallina".

"Una vez", sigue Dalí, "recibí un telegrama de Francesc Pujols diciéndome que en realidad quien estaba enterrado en Santiago no era san Jaime, sino San Pablo. Eso tiene la particularidad de que nunca sabremos, ni yo, si estaba escrito en broma o en serio. Es el claro y el oscuro, el oro y la mugre de las cosas importantes".

Con Pitxot notamos que esta constatación del claro y del oscuro la reproduce en muchos textos y especialmente en su novela Visages cachés. "Pero no me interesa porque está demasiado censurada, como todo lo que se hace en Estados Unidos. Todo lo erótico está censurado". "Arrabal dijo que con el tiempo se la considerará como una de las novelas más importantes de este siglo", le dice Pitxot. "Es un loco completo", afirma Dalí.

Franco-Tancredo

"Franco, con una sangre fría colosal, dijo: hemos emprendido la guerra y la hemos ganado. Lo vi en varias ocasiones. Una vez en 1956, cuando el frío mató todos los olivos de la región. Le pedí que los plantaran de nuevo y lo hizo. Otra vez le visité para hablarle del museo. Entusiasmado, me dijo que mi museo sería la meca del arte moderno. La visita se convirtió en una verdadera representación de Tancredo. Siempre he hecho planchas con Franco: le trataba de excelencia, pero sabía muy bien que yo le consideraba como un Tancredo y el decía de mí ese majadero de Dalí".

- Tancredo. Usted siempre se ha intersado por la ópera, ¿no es así?

"Con García Lorca hicimos un proyecto pero no llegó a materializarse. Nunca más me he propuesto hacer otra en serio. Lo que me interesa es mi tragedia pero tengo miedo que se haya quemado en el incendio". Pitxot le tranquiliza: "No, seguro que no se quemó". "Pues pídale a Descharnes que le dé una copia del recitado de Roma". Así lo hace y resulta ser un texto escrito en alejandrinos dalinianos. Le explico a Dalí que un famoso actor catalán está dispuesto a representarle su tragedia. Me dice que no, con un gesto de mano rotundo. Mártir es el personaje central que da nombre a esta tragedia. Mártir es el único superviviente que se ha convertido en albino y con los ojos rojos envenenados por un beso. "Es el retorno hacia el hombre primitivo", explica Dalí.

Son casi las siete de la tarde. Dalí ha cerrado los ojos: "Estoy cansado, muy cansado".

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