Crítica:CINE

Extraña fascinación de la envidia

No es nuevo el tormento de la envidia. Antonio Salieri, un Fausto sin contrato, utilizó su fe religiosa. para creerse superior, el mejor músico de su tiempo. No lo fue, y tampoco lo es ahora. Empeñado en tal afán, cada día de su vida le fue mostrando lo contrario. A Mozart, su competidor, un muchacho medio salvaje, impresentable y sin dios, le nacía la música como el respiro, sin ambiciones ni teorías. Salieri, en cambio, debía esforzarse en cada nota, rebuscar en su mediocridad emocional los aciertos que a Mozart le surgían entre risas.Aunque no fuera realmente un músico sin talento, el retra...

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No es nuevo el tormento de la envidia. Antonio Salieri, un Fausto sin contrato, utilizó su fe religiosa. para creerse superior, el mejor músico de su tiempo. No lo fue, y tampoco lo es ahora. Empeñado en tal afán, cada día de su vida le fue mostrando lo contrario. A Mozart, su competidor, un muchacho medio salvaje, impresentable y sin dios, le nacía la música como el respiro, sin ambiciones ni teorías. Salieri, en cambio, debía esforzarse en cada nota, rebuscar en su mediocridad emocional los aciertos que a Mozart le surgían entre risas.Aunque no fuera realmente un músico sin talento, el retrato que en Amadeus se ofrece de él es el de un trepador obsesionado, servil y asesino en ciernes.

Amadeus

Director: Milos Forman. Guión: Peter Shaffer. Fotografía: Miroslav Ondricek. Coordinador musical: John Strauss. Intérpretes: F. Murray Abraham, Tom Hulce, Elizabeth Berridge, Simon Callov y Roy Dotrice. Drama. Norteamericana, 1984. Locales de estreno: Cid Campeador y Palacio de la Música. Madrid.

Salieri y Mozart son los extremos de un combate aún cotidiano tan ganado por el primero en victorias mezquinas. Salieri, hoy más olvidado, no disfrutó con sus conquistas propias, sino con las derrotas ajenas. La vanidad es cuestión de bobos, y Salieri, para su desgracia, no lo era.

Admiraba a su enemigo, y de ahí la auténtica tragedia de su vida; tragedia que, no obstante, hoy le ennoblece. Está ennoblecido en Amadeus: la película se estructura desde sus recuerdos de anciano, ya al borde de la muerte, mostrándose asesino del genio. Él no obtuvo la misma gloria, abandonado como estaba de su dios, y, para mostrarlo, se dibuja a sí mismo como músico mediocre.

En cualquier caso, como ya se ha escrito, Salieri vivía con lucidez su condición de siervo, de vendedor del talento al capricho de quienes le pagaban., Mozart, en cambio, conocedor de su propia valía, fue más capaz de actitudes rebeldes, quizá inconsciente de su condición social.

Esta película de Milos Forman reconstruye con seguridad el medio ambiente de los músicos, la peculiar sensibilidad de sus contemporáneos, la división social, las formas y manías de la época. En tal sentido, Amadeus, por encima de cualquier posible, quizá necesario anacronismo, es un filme de gran riqueza visual, un espectáculo para la mirada.

Punto de serenidad

Los actores son, en tal ámbito, piezas clave. Todos ellos poseen una técnica admirable, pero por la dificultad de sus registros son especialmente plausibles Murray Abraham y Tom Hulce como Salieri y Mozart.Si Hulce le da a su músico el aire festivo de un muchacho nervioso y feliz, convirtiendo a su Mozart en una sorpresa de alegría, Murray Abraham da a su atormentado Salieri el dificil gesto de un hombre inteligente y seco que vive prendido en una conciencia de pecado, siempre infeliz.

Es perfecta su doble encarnación de Salieri. La narración que hace, ya anciano, está llena de recursos excelentes. Los dos actores, y él en lugar primero, son justos candidatos a los próximos oscars.

Forman tiene un punto de serenidad en su trabajo que equilibra este filme por encima de sus anteriores, aunque quizá, como excepción personal, Ragtime, que no logró el éxito de Hair o de Alguien voló sobre el nido del cuco.

El cineasta ha evolucionado en su estilo narrativo al tiempo que abandonaba Checoslovaquia, su país natal, o maduraba, prescindiendo de los filmes obviamente rebeldes o sólo nuevos. Sus primeras y divertidas comedias -Pedro el negro, Los amores de una rubiahan dado paso a filmes más amargos cuyo común denominador, sin embargo, sigue siendo el conflicto de un hombre contra su medio o, como en la película Amadeus, también contra sí mismo.

Esta amargura tiene, en la vida de Salieri, su único reflejo. No es habitual que un autor sitúe con carácter protagonista a un hombre que labra en solitario su desgracia y no puede concitar la simpatía del espectador. Algo así, y de ahí la admirable serenidad del filme, como que el cineasta Milos Forman reflexionara sobre sus propias limitaciones.

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