Reportaje:LA RECONVERSIÓN MORAL DE UN EDIFICIO

Un carné de fútbol, pase contra la tortura

"Resulta muy difícil retrotraerse a aquel tiempo; por eso me hubiera gustado saber escribir, para contar el estado de ánimo que vivimos' con una intensidad impresionante". Sánchez Montero -dirigente del partido comunista- y millares de militantes activos de la izquierda no necesitan saber escribir. Una mera insinuación basta para que broten de sus memorias unas sensaciones que permanecen tan vivas como el presente. En el caso de hombres como él, es decir, convencidos de la validez de una idea que profesan, la estancia en los sótanos de la Dirección General de Seguridad (DGS) era la prueba de f...

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"Resulta muy difícil retrotraerse a aquel tiempo; por eso me hubiera gustado saber escribir, para contar el estado de ánimo que vivimos' con una intensidad impresionante". Sánchez Montero -dirigente del partido comunista- y millares de militantes activos de la izquierda no necesitan saber escribir. Una mera insinuación basta para que broten de sus memorias unas sensaciones que permanecen tan vivas como el presente. En el caso de hombres como él, es decir, convencidos de la validez de una idea que profesan, la estancia en los sótanos de la Dirección General de Seguridad (DGS) era la prueba de fuego de sus convicciones. "Para un hombre como yo, que ha luchado como yo y que tiene un sentido de la dignidad como yo lo tengo, atravesar esa prueba y salir como se entra era esencial". Esa dignidad consistía en soportar la tortura hasta el límite de no delatar al compañero, a los líderes de los comités, que eran el objetivo de comisarios como Roberto Conesa, Yagüe y tantos otros de ingrato recuerdo.Sánchez Montero se conoce de' memoria los calabozos de los sótanos de Sol. Ha permanecido en ellos en más de cinco ocasiones. La primera, en 1945, que coincidió con la visita oficial de un hijo de Churchill. Esa circunstancia motivó que le trasladaran a la comisaría de Vallecas para que no hubiera pruebas de las torturas que se infligían.

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"Lo primero que te hacían era quitarte los cordones de los zapatos, el reloj, el cinturón, las gafas y los botones de los pantalones para el caso de que pretendieras huir. Me llevaron por unos pasillos hasta la última celda. Allí pasé horas y horas incomunicado en una celda, hasta que a las dos de la madrugada me sacaron por la Puerta del Sol -yo había entrado por la de Correos, sin que me incluyeran en el registro- y me trasladaron a Vallecas. Allí estuvieron dándome patadas y bofetadas, con las manos esposadas en la espalda, hasta las siete de la mañana, hora en que volvía la luz. Entonces se marcharon, y gracias a que uno de los guardianes atendió a mi llamada y me dio agua no me deshidraté. Así estuve 20 días, pero no hablé".

La segunda oportunidad de ver los sótanos de Sol llegó en 1959. En esta ocasión el interrogador fue Yagüe. "El día anterior habían cogido una bomba en un tren y tenían miedo de que se cometiera un atentado el primero de mayo ,¡Dime lo que se sepas o te abro en carnes!', me decía. `Puede decirle al Gobierno que el partido comnunista no tiene ninguna intención en ese sentido', le contesté". Eso fue todo lo que dijo Simón, además de reconocer su filiación como miembro del Comité Central del Partido Comunista de España. Esta confesión, por demás sabida, le valió para que cualquier eventualidad le valiera su apresamiento automático, como ocurrió con el asesinato de Carrero Blanco y la muerte del general Franco.

Máscaras para la asfixia

Los hay que tienen peores recuerdos que Sánchez Montero. Por ejemplo, el zapatero Narciso González, que permaneció en dos ocasiones en Sol. "Mi experiencia, si fuera única, restaría valor a la de los demás", dice. "Por desgracia, está muy generalizada y es más o menos la de miles de personas que hemos pasado por la DGS".

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"A mí me detuvieron, por hacer de estafeta, a las siete de la tarde del 20 de febrero de 1944. Me metieron al calabozo y me despertaron a las cinco de la madrugada. Se liaron a puñetazos, a darme patadas no importa dónde. Me metían la cabeza en la entrepierna de un policía y me iban golpeando a culatazos sobre las vértebras, con secuelas que aún padezco. También me aplicaron un método del que no había oído hablar a ningún camarada. Consistía en una careta antigás con el extremo del tubo abierto. Te colocaban la máscara y con una mano tapaban el otro extremo para impedir la entrada del aire. Hasta que no te veían las venas del cuello completamente hinchadas por la asfixia no quitaban la mano del tubo. En esas condiciones pasé días y días, es decir, desde el 20 de febrero hasta el 8 de junio, en situación de preventivo. Había momentos en que parecía que no iba a aguantar más. Así que en una ocasión cogí carrerilla y me lancé contra el muro a ver si me mataba. Yo estaba convencido de que me iban a matar. Prefería hacerlo yo. Pero no lo conseguí. Me hice polvo la cabeza". A Narciso le conmutaron la pena de muerte por 18 años de cárcel, unos años de los que lo único que espera recuperar es su cómputo en la Seguridad Social.

Otros, tuvieron mejor suerte en su paso por la DGS. Como los hermanos Solana -ministro y presidente de Telefónica-, el ministro de Hacienda, Gómez Llorente, Camacho, Víctor Pradera, Tamames, Ferlosio y tantos otros. Pero ninguno mejor que Miguel Ángel Martínez, diputado del PSOE por Ciudad Real. Al registrar su documentación en 1962, el policía exclamó: "¿Pero tú eres del Atlético de Madrid? ¡Es imposible! ¡Si es socio del Atlétic, no ' puede ser mal chico! Dejarlo". Por suerte para Miguel Ángel, no siguió mirando. El siguiente carné de su cartera le identificaba como socio del Real Madrid.

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