Crítica:MÚSICA

Un decepcionante recital de Katia Ricciarelli

JOSÉ L. GARCÍA DEL BUSTOEl prestigio y las calidades tantas veces contrastadas de la voz de Katia Ricciarelli hacían pensar que el tercer concierto del ciclo de Grandes Recitales Líricos iba a ser importante. No fue así.La soprano italiana, sin duda en un momento bajo, no se encontró a sí misma en el curso de su breve recital y, en consecuencia, tampoco se encontró con el público, bastante frío a lo largo de la sesión.

Falta de 'vibración'

Con el gesto, con ciertas actitudes, Katia Ricciarelli hacía explícita su dificultad para concentrarse: espectadores rezagados, voces q...

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JOSÉ L. GARCÍA DEL BUSTOEl prestigio y las calidades tantas veces contrastadas de la voz de Katia Ricciarelli hacían pensar que el tercer concierto del ciclo de Grandes Recitales Líricos iba a ser importante. No fue así.La soprano italiana, sin duda en un momento bajo, no se encontró a sí misma en el curso de su breve recital y, en consecuencia, tampoco se encontró con el público, bastante frío a lo largo de la sesión.

Falta de 'vibración'

Con el gesto, con ciertas actitudes, Katia Ricciarelli hacía explícita su dificultad para concentrarse: espectadores rezagados, voces que llegaban desde fuera de la sala antes de comenzar la segunda parte..., pero eso no puede justificar la casi absoluta falta de vibración que se advertía en las interpretaciones, ni la falta de integración entre cantante y pianista, ni mucho menos el accidente habido en la tercera arietta de Bellini, en cuyo final la soprano se deslizó a otro tono sin que el pianista pudiera evitarlo ni acertara a disimularlo.

Obras de Vivaldi, Haendel, Bellini, Rossini, Puccini, Liszt y Fauré

Katia Ricciarelli (soprano) y Edelmiro Arnaltes (piano). Teatro Real, 12 de diciembre de 1984.

Las obras de Liszt y Fauré, cantadas con partitura, caldearon un poco más el ambiente y dieron lugar a que se volviera al bel canto en alguna propina. Katia Ricciarelli no estuvo a la altura de su categoría y Edelmiro Arnaltes no rebasó los límites de la mediocridad. Otra vez será.

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