Crítica:

Nostalgia del viejo cine

Vidas errantes

Guión y dirección: Juan Antonio de la Riva. Fotografía: Leoncio Llarias. Música: Antonio Avitia. Intérpretes: José Carlos Ruiz, Josefina González, Ignacio Guadalupe, Eugenia D'Silva y Pedro Armendáriz. Comedia dramática. México. 1984.

Local de estreno: Madrid.



Lo que primero sorprende en esta película, premiada en el último festival de San Sebastián por un jurado de Televisión Española, es que cuanto narra sea actual. Da la impresión de tratar costumbres desaparecidas, ancladas en una época anterior a la electrónica y la v...

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Vidas errantes

Guión y dirección: Juan Antonio de la Riva. Fotografía: Leoncio Llarias. Música: Antonio Avitia. Intérpretes: José Carlos Ruiz, Josefina González, Ignacio Guadalupe, Eugenia D'Silva y Pedro Armendáriz. Comedia dramática. México. 1984.

Local de estreno: Madrid.

Lo que primero sorprende en esta película, premiada en el último festival de San Sebastián por un jurado de Televisión Española, es que cuanto narra sea actual. Da la impresión de tratar costumbres desaparecidas, ancladas en una época anterior a la electrónica y la velocidad de la comunicación. Pero precisamente de eso nos quiere hablar Vidas errantes: del encanto que aún perdura en ciertas zonas deprimidas de México en torno a la magia del cine. Narra para ello el periplo de un proyeccionista ambulante que visita plantaciones, canteras o pueblos aburridos paramostrar algunas de las viejas películas románticas o canoras del cine clásico mexicano.La ilusión privada de ese proyeccionista, casi anciano, es la de abrir su propio local, fijo, con raíces, y reservar el futuro trashumante al joven aprendiz que le acompaña. Lentamente va reuniendo los elementos reales de ese sueño que, sin embargo, quedará provisionalmente frustrado al concluir la película. No podía ser de otra manera, ya que las intenciones del joven director de Vidas errantes son las de expresar la melancolía de esa aventura que él mismo vivió en su infancia. Hijo de proyeccionistas ambulantes, Juan Antonio de la Riva recrea en su primer filme un mundo que aún existe pero que él adorna con los adjetivos de la nostalgia. No se encamina por planteamientos sociológicos, aunque le interese la significación del documento. Su tratamiento es, digamos, poético, aun con el riesgo de hermetismo que ello supone en director poco experto.

Quizá su historia da bandazos, pero conserva como denominador común el encanto de cierta ingenuidad que, en cualquier caso, tampoco anega las intenciones del director. La película queda instalada en un terreno que inspira simpatía, sin duda porque sólo sus ambiciones son cortas. La narración, por el contrario, es firme, y deja abierta la sugerencia a otras posibilidades que el espectador que conecte con sus imágenes sabrá interpretar: el encanto del filme se lo puede permitir fácilmente.

Se incluyen en Vidas errantes varios fragmentos de seriales mexicanos, clásicos y recientes. Desde los desmadrados folletines, donde no sorprende la firma de un Buñuel, hasta los semiwesterns con rancheras, que obtuvieron en España un claro éxito. Son parte de la información que ese proyeccionista reparte por los raros lugares en que se mueve y, aunque De la Riva no haya querido utilizar este anacronismo para dirigir su obra por el documental inmediato, deja una curiosa invitación en el espectador, que puede sonreír ante tanto melodrama o desarrollar por su cuenta la reflexión sugerida. Realizada con seguridad y ternura, Vidas errantes indica que hay algo más en la cinematografía mexicana de lo que normalmente aparece en nuestras pantallas. La película podía servir de punto y aparte: se despide de un tipo de cine que marcó hasta ahora la estética habitual de su país.

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