Crítica:

La 'otra' danza de Trisha Browm

Working title, Decoy, Son of gone fishin' , y Set and reset. Coreografias de Trisha Brown. Música grabada de Zummo, Ashley y Anderson. Trisha Brown Company. Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid.Teatro Español,del 10 al 14 de octubre de 1984.



Cuatro producciones fechadas desde 1978 hasta hoy (Working title se anunciaba como estreno mundial) ponen al alcance del público madrileño el penetrar en el fascinante concepto de la danza que exhibe Trisha Brown e interpreta ella misma con una pequeña pero disciplinada y eficiente compañía, f...

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Working title, Decoy, Son of gone fishin' , y Set and reset. Coreografias de Trisha Brown. Música grabada de Zummo, Ashley y Anderson. Trisha Brown Company. Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid.Teatro Español,del 10 al 14 de octubre de 1984.

Cuatro producciones fechadas desde 1978 hasta hoy (Working title se anunciaba como estreno mundial) ponen al alcance del público madrileño el penetrar en el fascinante concepto de la danza que exhibe Trisha Brown e interpreta ella misma con una pequeña pero disciplinada y eficiente compañía, formada por Irene Hultman, Eva Karczzag, Diane Madden, Stephen Petronio, Vicky Shick y Randy Warshaw.Todo lo realmente innovador que ha dado el arte ha dejado ver, bajo una primera capa rupturista o insólita, el poso de la tradición de cuyo conocimiento ha partido el creador. No es excepción la danza de Trisha Brown: la exaltación gozosa del cuerpo humano, la explotación de los valores plásticos y expresivos del movimiento corporal, han estado siempre en la base del arte danzable, y no parte de otro axioma la coreógrafa estadounidense. Posiblemente extrema esos valores hasta hacerlos no ya básicos, sino incluso auto suficientes. La idea es aquí puro movimiento; cualquier argumento se ha diluido por innecesario; la música se ha reducido a mera compañía o incluso se ha esfumado.

Decoy (1978) es un ballet sin música, pero es un ballet. No es mimo, ni gimnasia, ni teatro mudo. ¿Algo radicalmente nuevo? Seguramente no. El argumento desaparece, incluso en el ballet clásico, tantas veces como el mimo no nos interesa lo más mínimo. En cuanto a la música, cuando ésta no está sujeta a compás, probablemente se adecua a la danza igual que la no-música. La mejor prueba se encuentra en el mismo espectáculo que comentamos: los otros tres trabajos de Trisha Brown sí emplean fondo musical, pero funcionan igual que Decoy.

El más ambicioso de ellos -Set and reset, de 1983- utiliza, además de la obsesionante y funcional música de Laurie Anderson, los efectos volumétricos y visuales de unas estructuras geométricas acristaladas que parecen encerrar una especie de collage de imágenes documentales. En este ballet, como en el sugestivo Son of gone fishin', de 1981, éste con música de Robert Ashley, juega un papel importante la iluminación de Beverly Ernmons. En Working title, de 1984, la cinta musical es de Peter Zummo.

En unos y otros, desde una concepción seguramente muy cerebral, se ha conseguido no ya rehuir la frialdad o el distanciamiento, sino una alta cola de atractivo sensual, pues el movimiento de los cuerpos resulta ser el todo. Se diría que incluso ese movimiento crea la música cuando ésta no existe o la conforma cuando está ahí, siempre en segundo plano. Por ejemplo, si los bailarines se detienen un instánte, no como estatuas, sino como seres tan superdotados para lograr el máximo descanso como para la máxima agilidad, están representando un silencio musical, de hecho es un silencio, aunque la música siga sonando.

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