Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Un amplio repertorio

Con notable mejoría sonora y una feliz ampliación de repertorio, la Orquesta Municipal de Valencia abre su temporada 1984-1985. La inserción en programa de la sinfonía de Honegger, sabia y modesta a un tiempo, moderna y, sin embargo, familiar, es un tanto a favor de una orquesta que cuando trabaja a fondo hace rendir su rango profesional en un nivel de competencia bien respaldado.

Desde el podio, la orquesta ha sido conducida de una agresividad que siempre es riesgo al comedimiento del buen oficio que da sus pasos firmes sobre seguro: así, lo que para un infrecuente Honegger es rent...

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Con notable mejoría sonora y una feliz ampliación de repertorio, la Orquesta Municipal de Valencia abre su temporada 1984-1985. La inserción en programa de la sinfonía de Honegger, sabia y modesta a un tiempo, moderna y, sin embargo, familiar, es un tanto a favor de una orquesta que cuando trabaja a fondo hace rendir su rango profesional en un nivel de competencia bien respaldado.

Desde el podio, la orquesta ha sido conducida de una agresividad que siempre es riesgo al comedimiento del buen oficio que da sus pasos firmes sobre seguro: así, lo que para un infrecuente Honegger es rentable e incluso laudable, de cara al Beethoven "heroico" del concierto Emperador nos parece deshuesado, tímido y con licencias de tiempo fuera de tono en una escritura que prevé nota por nota la mismísima cadenza, esto es, a donde aún el capricho está sujeto al imperio de ese imperativo Emperador. El solista anduvo brillante, pero distraído, como batallador que sabe ganada la batalla de antemano.

Mención aparte corresponde al díctico de Miguel Ángel Coria, de primera audición en estas tierras. El autor, en las notas al programa, presume -dice- la complicidad del auditorio, y el auditorio agradece el voto de confianza y sólo a duras penas participa de un juego para el que no ha sido entrenado. El pastiche -la obra de Coria lo es deliberadamente- es un abanico de efectos sin causa, cuyo patriarcado se remonta al Strauss de Don Quijote y al primerísimo Stravinski.

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