Crítica:CINE

Episodios sin descanso

Servir el espectáculo como en las viejas películas por episodios, parece la meta principal de Steven Spielberg, cineasta al que no se le oculta ningún secreto del cine de aventuras. Su capacidad para combinar con brillantez los elementos clásicos de la acción, el enredo y el humor, se muestra de nuevo en esta Indiana Jones, síntesis del género y, al tiempo, del cine del propio Spielberg. Su primera media hora provoca el asombro. En cuestión de segundos la historia gira continuamente del revés exigiéndose un más difícil todavía. Arranca el filme con una divertida imitación del musical a...

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Servir el espectáculo como en las viejas películas por episodios, parece la meta principal de Steven Spielberg, cineasta al que no se le oculta ningún secreto del cine de aventuras. Su capacidad para combinar con brillantez los elementos clásicos de la acción, el enredo y el humor, se muestra de nuevo en esta Indiana Jones, síntesis del género y, al tiempo, del cine del propio Spielberg. Su primera media hora provoca el asombro. En cuestión de segundos la historia gira continuamente del revés exigiéndose un más difícil todavía. Arranca el filme con una divertida imitación del musical a lo Berkeley para precipitarse luego en las peleas, persecuciones, accidentes y sorpresas que abarrotan sus dos horas. Es un delirio: si se acepta la lógica ingenuidad que exige el planteamiento, puede encontrarse el espectador ante una película que le divierta como rara vez le ha permitido el último cine del género. Una enloquecida fantasía abre y cierra la película sirviendo todos los ingredientes que puedan esperarse de un cóctel también medido.

Indiana Jones y el templo maldito

Director: Steven Spielberg. Guión: Willard Huyk y Gloria Katz. Fotografía: Douglas Slocombe. Música: John Williams. Intérpretes: Harrison Ford, Kale Capshaw, Arnrish Puri, Roshan Seth, Philip Sione.Aventuras. norteamericana 1984. Locales de estreno: Gran Vía, Palafox y El Españoleto.

Su segundo tercio ofrece, en cambio, un cierto descanso, aunque no sea éste el término más adecuado para película tan trepidante. Situado el arqueólogo Indiana Jones en el corazón del templo donde debe conseguir la piedra mágica que previamente fue robada, las peripecias se entremezclan de forma más confusa o se prolongan con menor justificación, o quizá sea que su claustrofobia y su violencia signifiquen un cambio muy brusco; en cualquier caso la música de Williams se hace notar en exceso, machaconamente. Es más tarde cuando se recupera el primitivo dinamismo, cerrándose la aventura con idéntica brillantez.

Revalorizar un tipo de cine

Harrison Ford, en el papel principal, añade humor y ese toque clásico de los galanes aventureros. Kate Capshaw, por su parte, se encarga del divertido papel de la cantante embarcada en una situación que mal entiende: es una de las más agradables sorpresas de la película aunque ninguno de los restantes actores realice -mal su cometido, encarnando los tipos que se les pide: el bueno, el malísimo, la guapa, el niño intrépido, el niño perverso, el viejo sereno... envueltos en situaciones desmadradas que no exigen lógica ni psicología. No va la película en tal dirección. Se trata de un espectacular divertimento que a unos divertirá más que a otros, pero que ofrece calidades infrecuentes en nuestros días. Lo que resulta curioso es que aquel denostado cine de episodios en el que cada capítulo se abandonaba al héroe en situación de máximo peligro obligando al espectador a pagar nueva entrada si quería conocer la forma en que se liberaba, sea ahora la materia de una película que se desprende del mediocre tono del cine americano habitual. Que se revalorice lo que en su día se consideró menor, quizá porque efectivamente lo era al no contar con los ilimitados medios de Spielberg, no deja de ser pintoresco. En aquel esquema, sin embargo, se inspira la película para su brillante propuesta, siguiendo las peripecias del héroe con la misma vieja inspiración, situándole siempre en lugares imposibles solo pendiente del arrojo o del más puro azar.

Spielberg, naturalmente, se ríe de aquel esquema, sin ocultar por ello una real admiración. El principal acierto de sus mejores filmes reside precisamente en esa sutil mezcla de fascinación y risa con que trata los mitos cinematográficos de su infancia y aún de tiempos anteriores. Considerando entrañables las patrañas de aquellos aventureros, vuelve a disfrutar de sus días infantiles, reproduciendo por su propia cuenta lo que más le importó de esos filmes o lo que le hubiera gustado ver en sus imágenes.

De ahí que entremezcle cuanto le sugiere su recuerdo y que la película adolezca de cierta irregularidad. En ocasiones, no obstante, como la del arranque del filme, donde el musical se convierte en cine negro y de ahí en comedia, la inspiración del autor adquiere una admirable dimensión.

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