Tribuna:

La abuela

Esta abuelita de pelo blanco y gargantilla de perlas, dulce como una tartaleta de merengue, tiene un nieto lleno de granos que va en motocicleta y cultiva marihuana en una maceta de la terraza. Esta abuelita, en su época, fue alumna de las ursulinas, llevaba rebeca de angorina, iba a misa con un devocionario cuyas tapas eran de nácar y en el cancel de la iglesia conoció a un joven florido del Círculo Católico Agrario con el que contrajo santas nupcias. Tomando mistela o refrescos de granadina bajo la imagen oval de un antepasado con patillas vino la guerra y Franco, lógicamente, la ganó, ya qu...

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Esta abuelita de pelo blanco y gargantilla de perlas, dulce como una tartaleta de merengue, tiene un nieto lleno de granos que va en motocicleta y cultiva marihuana en una maceta de la terraza. Esta abuelita, en su época, fue alumna de las ursulinas, llevaba rebeca de angorina, iba a misa con un devocionario cuyas tapas eran de nácar y en el cancel de la iglesia conoció a un joven florido del Círculo Católico Agrario con el que contrajo santas nupcias. Tomando mistela o refrescos de granadina bajo la imagen oval de un antepasado con patillas vino la guerra y Franco, lógicamente, la ganó, ya que esta cofrade había rezado mil rosarios en familia. Con la victoria su marido entró en el servicio nacional del trigo y allí había varias divinidades con camisa azul y pistola en el cinto.Fue una madre beata, escolástica, elegante, con un moho traspasado por una aguja de oro, que educó a sus cinco hijos entre el miedo al infierno y el amor a los correajes. Asistió a todos los desfiles militares, donde aplaudía con calor el paso de la Guardia Civil. Conjugó las meriendas de chocolate con el con y confección de patucos de lana en el ropero parroquial para los pobres del suburbio. Cuando la autarquía acabó por gripar la peseta, ella tenía a sus vástagos en la universidad, que un día serían tecnócratas supernumerarios, funcionarios con tirantes, constructores en el área metropolitana. De pronto los tiempos cambiaron. La señora atravesó la primera etapa de la modernidad acariciándose el camafeo de marfil sin perder cierta mansedumbre burguesa, pero llegó un momento en que la confusión se hizo convulsiva y la casa comenzó a llenarse de nietos, ruidos, salchichas, caras pálidas, alaridos de música, petardeos de motocicleta y macutos de fugitivo.

-Abuela, ¿te has acordado de regar la marihuana?

-Sí, rey bonito.

Esta abuelita de pelo blanco, con la dulce esclerosis estallada en el cerebro, ahora cada mañana sale a la terraza con la regadora y apaga amorosamente la sed de una pequeña plantación de marihuana que su nieto preferido cultiva en unas macetas. Ella ha dado incluso algunas caladas a la yerba el día de su 75 cumpleaños. Y se ha reído mucho.

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