41ª Mostra de Cine de Venecia

Un hijo del cineasta preferido de Goebbels protagoniza un filme sobre un criminal nazi

El festival de Venecia proyectó la película de Robert Kramer Il nostro nazi, de la que Thomas Marlan es protagonista y coautor. Marlan es hijo de Veit Marlan, el que fuera cineasta preferido de Goebbels, director, entre otras, de El judío Suss, el más célebre de los filmes racistas producidos por la Alemania del III Reich. En la cinta de Kramer -que es el rodaje del rodaje de WundkanaI, un filme que se exhibirá mañana- asistimos a mi impresionante interrogatorio en el que Marlan encarna al fiscal, y Alfred P., a un antiguo jefe de los servicios secretos de las SS. Lo que hace que, II nostro na...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El festival de Venecia proyectó la película de Robert Kramer Il nostro nazi, de la que Thomas Marlan es protagonista y coautor. Marlan es hijo de Veit Marlan, el que fuera cineasta preferido de Goebbels, director, entre otras, de El judío Suss, el más célebre de los filmes racistas producidos por la Alemania del III Reich. En la cinta de Kramer -que es el rodaje del rodaje de WundkanaI, un filme que se exhibirá mañana- asistimos a mi impresionante interrogatorio en el que Marlan encarna al fiscal, y Alfred P., a un antiguo jefe de los servicios secretos de las SS. Lo que hace que, II nostro nazi sea una película excepcional es que Alfred P., es en realidad un antiguo criminal de guerra y el papel que interpreta es el suyo propio.

Alfred P. pasa por ser el inventor de un tipo de asesinato que con el nazismo se hizo cotidiano: el suicidio forzado. Cuando Marlan habla de la cuestión y de cómo en la ficción de su película él y sus compañeros intentan llevar a Alfred P. hacia el suicidio, sus conclusiones son éstas: "Alfred P. es incapaz de matarse. Para él, el suicidio es la muerte de los otros. ¿Un patrono entregaría su fábrica? La muerte es la mercancía suprema del poder. Y el Estado jamás se da muerte a sí mismo".De entre los títulos de la selección a concurso, Rok spokojnego slonca, de Krzystof Zanussi, forma parte de esta moda reciente que elige las épocas de posguerra como momento histórico en el que situar a sus protagonistas. En este filme es la Polonia de 1945, en la que los alemanes aún no han sido sustituidos como aparato de Estado, ya que el país vive en una suerte de reino de taifas en la que imperan americanos, rusos, polacos monárquicos y, por encima de todos, la miseria y el mercado negro. Es una época extraña en la que muchas vidas destruidas tienen la oportunidad de recomenzar, en la que desaparecen o se acrecientan las razones « para emigrar, en la que todo es fluido y provisional. Ahí, en medio de este espejismo por el que cada cual puede soñar en ser dueño de su destino, se encuentran Emilia y Norman, una viuda de guerra polaca y un soldado americano.

Tragicomedia

La primera parte de la película es espléndida, una tragicomedia basada en los constantes equívocos. De entrada, los dos protagonistas no pueden hablar entre ellos porque cada uno desconoce totalmente el idioma del otro. Sus biografías, su situación, sus anhelos, todo es un misterio para estos insólitos enamorados, que buscan -y no encuentran- una carabina que sepa traducir sus palabras. La confusión lingüística, sentimental y de papeles da pie a varias secuencias divertidas y emocionantes, con constantes cambios de tono y enfoque, pasando sin problemas de la anécdota personal al marco histórico. Pero de pronto todo este virtuosismo de guión y puesta en escena se derrumba. La tragicomedia deriva en folletín, los personajes se tornan simbólicos: el pueblo, los aliados, la Iglesia como intermediaria, el poder como corrupción, etcétera. Y las dudas. y equívocos también se desvanecen al mismo tiempo que la sutileza del filme, sin que sepamos ni cómo ni cuándo Emilia aprende inglés y los detalles con que él pretendía ganársela ceden su lugar a fastidiosas parrafadas en las que las palabras, como las imágenes del filme, han perdido cualquier rastro de ambigüedad.Que el festival de Venecia quiere contraponerse al de Cannes, privilegiando el nombre del autor por encima de los intereses de las multinacionales, no es ningún secreto. Que esos mismos autores que se consagran en el Lido después se instalen en la Croisette, es ley de vida, tal y como lo prueba lo sucedido con Wim Wenders. Menos lógico y más preocupante es que esta mostra, que se propone potenciar a los directores y al cine italiano, no haya servido para que Prénom Carmen, ganadora del último León de Oro, se estrenase comercialmente en Italia. Sin embargo, ello no significa que Godard no sea aquí un nombre reverenciado, un punto de referencia inevitable. Michalkov Konchalovski, el director de Maria's lovers, para explicar el sentido de su película, ha recurrido a una cita godardiana: "Si no comprendes que debes morir, eres incapaz de amar; si eres incapaz de amar, nunca comprenderás qué significa morir".

Un Buñuel absorbente

La retrospectiva de la obra completa de Luis Buñuel es uno de los grandes atractivos de esta mostra. Quien pretende seguirla se ve obligado a desconectarse del resto de las proyecciones, ya que las películas del director ara gonés se pasan a un ritmo de tres cada día. Queda, sin embargo, el consuelo del espléndido catálogo editado para la ocasión, abundante en material gráfico y realizado con un buen criterio selectivo. Cada filme va acompañado de comentarios pertinentes, casi siempre de autores franceses, italianos o españoles, en una transparente demostración de cuál es el ámbito geográfico de la influencia buñueliana. Ado Kyrou, André Bazin, Jacques Prevert, Robert, Beneyoun, Italo Calvino, Lino Micciche, Juan Antonio Bardem, Francisco Aranda o Glauber Rocha, bajo la bendición de Bataille y André Breton, se dan la mano en su de voción por el superrealista aragonés.Antes, a modo de estudio preliminar, encontramos una serie de estudios globales sobre la obra del cineasta, estudios que se preocupan de precisar cuál es el mundo objetual de Buñuel, a qué responde su obsesión por las mutilaciones, el carácter español de una obra de producción y alcance internacional, su relación con las vanguardias o el interés de los textos literarios de un hombre de cine.

En conjunto sólo habría dos reproches -y son poco importantes- que hacerle a esta retrospectiva: que Las aventuras de Robinson Crusoe se proyectan el último día del certamen, al margen del orden cronológico del resto del recorrido, y que la copia venga en versión doblada al italiano. Pero las razones de estas deficiencias son imputables a que se trata de una película maldita, afectada por un viejo litigio con la productora, la United Artists. El segundo reproche afecta a la marginación de que ha sido objeto su trabajo no firmado como director, pero reconocido siempre como muy directamente influido por su personalidad. Me refiero a su labor como productor en Filmófono o a su responsabilidad como jefe de montaje de España leal en armas. Pero son lagunas disculpables y no empañan la enorme repercusión de esta retrospectiva.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En