Tribuna:

Mediterráneo

Los marineros que han navegado por el golfo de Alejandría cuentan extrañas historias en las tabernas del puerto y su relato constituye la nueva mitología del Mediterráneo, la última visión de nuestra inmortalidad. Ulises ya no flota sin memoria sobre las aguas, ni existen ánforas, denarios y dracmas naufragados, ni los salmonetes hablan griego o latín. Hoy los dioses sólo defecan en la orilla occidental y la marea arrastra estos excrementos petrificados por el salitre, los mece dulcemente y después de una larga travesía nada azarosa los deposita en el golfo de Alejandría, donde en la antigüeda...

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Los marineros que han navegado por el golfo de Alejandría cuentan extrañas historias en las tabernas del puerto y su relato constituye la nueva mitología del Mediterráneo, la última visión de nuestra inmortalidad. Ulises ya no flota sin memoria sobre las aguas, ni existen ánforas, denarios y dracmas naufragados, ni los salmonetes hablan griego o latín. Hoy los dioses sólo defecan en la orilla occidental y la marea arrastra estos excrementos petrificados por el salitre, los mece dulcemente y después de una larga travesía nada azarosa los deposita en el golfo de Alejandría, donde en la antigüedad, según dicen, estaba la biblioteca de todos los saberes. Ahora, cada otoño, desde la costa española, llevado por la corriente natural, llega hasta allí el detritus que suelta esta civilización por el rabo. El golfo de Alejandría se llena de bolsas de El Corte Inglés. Plásticos, cáscaras de melón, limones de sangría, huesos de pollo, tripas de cerdo, hamburguesas y preservativos, que fueron consumidos durante el verano en Benidorm, van a la deriva y los navegantes de aquella latitud, acodados en la borda, los reciben de forma cíclica como una cosecha.Éste es el rito cuya pasión nunca cantará Homero. Con el calor bajan las hordas de Europa con los pies descalzos colgando por la ventanilla de los coches. Acampan en las playas del sur, emiten desaforadamente bajo el sol gritos sin sentido, bailan, fornican, trazan en la arena una red de deseos inasequibles, vomitan, realizan grandes altercados con el cuerpo, beben entre cánticos, engullen salchichas y luego estos seres defecan, deslumbrados por la luz del mediodía.

Esta apariencia solar desaparece fugazmente, pero los héroes han dejado su mensaje en el litoral. Un golpe de mar lo libera en septiembre y estos residuos corporales, llenos de felicidad, inician una lenta navegación. Surcan el Mediterráneo de los clásicos y arriban en otoño al golfo de Alejandría. Allí, en las tabernas del puerto, los marineros que han vislumbrado la mitología de unos excrementos que nunca se degradan cuentan extrañas historias de inmortalidad.

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