Crítica:El concierto de Bob Dylan en Madrid

Cansados, ofendidos y nostálgicos

El quinteto local Minuit Polonia comenzó la velada con una aparente suavidad a son de armónica. Pronto el bajo y la percusión apoyaron con un sonido defectuoso pero insistente los guitarreos sucios y ácidos en acústica. El público se mantuvo impasible y sentado en el césped o en las gradas. Y luego pareció sordo cuando Luis, el Bomba dijo: "Bueno. No nos hemos presentado. Pero tampoco es tan importante. Somos la selección española". Y se puso a cantar: "Esto es, esto es un Reagan roll", con un bajo de base que buscaba -quizá sin saberlo- un sonido original en blues. Minuit Poloni...

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El quinteto local Minuit Polonia comenzó la velada con una aparente suavidad a son de armónica. Pronto el bajo y la percusión apoyaron con un sonido defectuoso pero insistente los guitarreos sucios y ácidos en acústica. El público se mantuvo impasible y sentado en el césped o en las gradas. Y luego pareció sordo cuando Luis, el Bomba dijo: "Bueno. No nos hemos presentado. Pero tampoco es tan importante. Somos la selección española". Y se puso a cantar: "Esto es, esto es un Reagan roll", con un bajo de base que buscaba -quizá sin saberlo- un sonido original en blues. Minuit Polonia consiguieron poco a poco sonar mejor.A las 22.02 horas, Alphonso Johnson y David S ancious, con los siete músicos restantes de Santana, empezaron con un rock sencillo y madurado de perfecta base instrumental para las manos del guitarrista chicano, Carlos Devadip otra vez enmelenado. En la segun da canción aparecieron los can tantes, el negro esbelto Greg Walker y el pequeño blanco Alex Ligertwood, lo más destacado junto al bajista y teclista-guitarrista ya mencionados, en una actuación irregular y poco sorprendente. Los punteos melosos de Santana en casi todos los temas -sobre todo, Samba pa ti y Europa- comenzaron a levantar el aire nostálgico de la noche. Y me volvieron a apuntar: "Esto es una fiesta de pueblo, tío". En seguida se escuchó Black magic woman y entendí la connotación al tiempo, que me confundía ante las banderas europeas occidentales que ondeaban por encima y a los lados del escenario, presidido por la enseña roja y gualda.

Concierto de Dylan

Dylan-Santana Show, con Minuit Polonia como grupo invitado. Estadio de Vallecas. Más de 20.000 personas. 26 de junio de 1984. Desde las nueve de la noche hasta las tres de la madrugada.

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Pasaron los consabidos y aplastantes solos de los cuatro percusionistas, y mucho público, en su derecho, se contentó, sin apreciar después los golpes de bajo con base Hendrix de Johnson y en el bis el salvaje punteo de Sancious. He visto tres actuaciones de Santana y lo cierto es que muchos lo contemplaban por primera vez. La vez anterior este guitarrista hizo el ridículo ante las expresiones de unos dedos y un arte superiores: Paco de Lucía. Carlos Santana no olvidó cantar la necesidad de armonía y perfección y de interpretar a su modo la pieza más reconocida de Joaquín Rodrigo.

Bob Dylan se dejó ver con una experta banda de rock a la una de la madrugada. Highway 61 fue la canción que abrió un repertorio de dos horas. Tengo un amigo de 33 años que, habiendo amado los hallazgos y cantos de Dylan, se negó a acudir al concierto, temeroso de encontrarse con una figura de cera o imaginarse que el personaje que allí tocara fuera un doble del propio Dylan que se pareciera muchísimo y cantara igual. Sentí tal argumento cuando comprobé que el espíritu del creador de los sesenta se dejaba sentir por el recinto futbolístico sólo en los momentos en que uno recuerda sin quererlo entre notas maestras de Just like a woman o All along the watchtower.

Aquel hombre blanco y reluciente que destellaba punteos fugaces o resbalaba su slide sobre las cuerdas de sus distintas guitarras era todo un bluesman, era Mick Taylor, que en los 60 había tocado en los Bluesbreakers de John Mayall, después de Eric Clapton y Peter Green, y en los primeros setenta había dimitido de los Rolling. En Just like a woman, Dylan sopló la armónica y recibió el aliento colectivo. ¿Será Dylan un hechicero cuya música de otrora hipnotiza aún a mediados de los ochenta? "Thank you. Buenas", se dignó pronunciar. Greg Sutton, el bajista, le siguió: "Troncos, troncas. Sois cojonudos". Dylan se fue y Sutton se cantó un tema propio. El público aceptó con más fervor la vuelta del orador con su guitarra: Hard Rain inició una selección de historias dylanianas sin instrumentación. Terminó con su banda con Like a rolling stone e inauguró el bis con Mr. Tambourine man, con la colaboración de Santana. Muchos, cansados sin más o decepcio , nados por falta de nostalgia, se marcharon antes de la última canción, Blowin' in the wind. Muchos se guardarán la sensación para dentro de unos años comentar a sus descendientes: "Yo vi a ese mago-trovador". Yo me cansé de estar cansado.

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