Crítica:'JAZZ'

Roy Haynes, contra los elementos

El grupo Clónicos es el de ideas más avanzadas de los que han llegado a la final de la Muestra de Jazz Madrileño. En una ciudad con millones de habitantes tiene que haber gente que haga música así: el esfuerzo constante de Pelayo Fernández Arrizabalaga por mantener viva en Madrid la llama de la vanguardia debe merecer nuestro apoyo y nuestras simpatías.Luego actuó el batería Roy Haynes. Le hemos visto otras veces con músicos de su misma categoría, como Hank Jones, Joe Henderson o Ray Brown. En esta ocasión vino como jefe de unos chicos prometedores, pero que están todavía muy por debajo de él....

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El grupo Clónicos es el de ideas más avanzadas de los que han llegado a la final de la Muestra de Jazz Madrileño. En una ciudad con millones de habitantes tiene que haber gente que haga música así: el esfuerzo constante de Pelayo Fernández Arrizabalaga por mantener viva en Madrid la llama de la vanguardia debe merecer nuestro apoyo y nuestras simpatías.Luego actuó el batería Roy Haynes. Le hemos visto otras veces con músicos de su misma categoría, como Hank Jones, Joe Henderson o Ray Brown. En esta ocasión vino como jefe de unos chicos prometedores, pero que están todavía muy por debajo de él. El saxo, Ralph Moore, resulta tanto mejor cuanto más nos recuerda a Coltrane. El pianista japonés Hideki Tekao, incorporado al grupo a última hora, es acompañante a veces inoportuno; como solista, aunque tiene muy buenas facultades, le da por ponerse percusivo, acaso con la intención de superar al líder: pero en esa batalla tiene muy poco que hacer. A Santi de Briano, contrabajo, le hemos de agradecer que nos haya aliviado de sufrimientos en varios conciertos de Archie Shepp, y ahora hay que felicitarle también porque conserve tanto interés por la afinación.

Clónicos, Roy Haynes Quarter

IV Jomadas de Jazz de Madrid Carpa del Cuartel de Conde Duque. Madrid, 17 de mayo de 1984.

Que Roy Haynes esté por encima de los demás músicos tiene su lado bueno, porque Roy se olvida de su acostumbrada discreción, exhibe más sus habilidades y hace solos más largos de lo que en él es normal. Se le puede reprochar algún detalle accesorio, como el poco caso que hace de los otros en algunos momentos. Pero musicalmente hay que elogiarle todo. Sólo por verle cambiar compases con el grupo, o seguir el tema en las enrevesadas composiciones de Monk, merecía la pena mandar las naves contra los elementos y acudir a la Carpa.

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