Crítica:CINE / 'HARRY E HIJO'

Buen padre, buen hijo

Un adolescente ama a su padre, desea "lo mejor para él", le protege y le mima, pero topa con su intransigencia, su viejo concepto de lo que es la vida, su soledad y sus manías. El padre tiene razones para ello: viudo solitario, nota en su cerebro las primeras amenazas de la muerte, y por ellas ha debido abandonar su trabajo: no entiende, pues, cómo el hijo puede perder su tiempo escribiendo novelas que, en principio, nadie lee, y le urge a que encuentre un trabajo como Dios manda.Ese es el enfrentamiento que Paul Newman narra en Harry e hijo, una película quizá extraña para los espectad...

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Un adolescente ama a su padre, desea "lo mejor para él", le protege y le mima, pero topa con su intransigencia, su viejo concepto de lo que es la vida, su soledad y sus manías. El padre tiene razones para ello: viudo solitario, nota en su cerebro las primeras amenazas de la muerte, y por ellas ha debido abandonar su trabajo: no entiende, pues, cómo el hijo puede perder su tiempo escribiendo novelas que, en principio, nadie lee, y le urge a que encuentre un trabajo como Dios manda.Ese es el enfrentamiento que Paul Newman narra en Harry e hijo, una película quizá extraña para los espectadores españoles que no viven en tan cómodas condiciones si son obreros de la construcción (y menos expulsados de la empresa), ni alquilarían hermosas casas en el mar por el adelanto de una editorial a una primera no vela. Tampoco por ello los términos del enfrentamiento entre ese padre y ese hijo tendrían adjetivos tan relajados, simpáticos y tiernos En España, una situación como la que viven los personajes de la película tendría seguramente otra sordidez, otra urgencia.

Harry e hijo

Director: Paul Newman. Guión: Newman y Ronald L. Buck. Fotografía: Donald McAlpine. Música: Henry Mancini. Intérpretes: Paul Newman, Robby Benson, Ellen Barkin, Wilford Brimley, Ossie Davis, Joanne Woodward. Drama. Norteamericana, 1983.Local de estreno: Rialto.

El filme se entiende, pues, como de sentimientos: los conflictos íntimos de estos dos hombres y su dificultad para encontrar un lenguaje común. Sobre ellos, Newman ha vuelto a aplicar como director esa perspectiva con la que sabe matizar la emoción, ese sensible apego a los personajes que ya mostrara en Rachel, Rachel y en De la influencia de los rayos gamma en el comportamiento de las margaritas. Sin grandes historias que narrar, Paul Newman ha optado por contemplar con cariño y rigor a cuantos personajes pasan por sus películas. Quizá una herencia de sus interpretaciones, sobre las que también aplicaba ese prisma, el que fomentó en su educación como actor en las filas del Actor's Studio.

Logra, por tanto, que los intérpretes que le rodean indaguen con la misma exigencia en la composición de sus tipos. No ambicionando metas mayores, Harry e hijo logra tener el encanto de lo modesto y lo bien hecho. Otra cosa es que a uno le parezca suficiente.

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