Sublime pero corta decisión

Hace más de 20 años el escritor Miguel Mihura estrenó una obra. teatral, Sublime decisión, que luego dirigió para el cine Fernando Fernán Gómez con el título Sólo para hombres. Se ironizaba allí sobre la, marginación de la mujer que no podía optar a exclusivos trabajos para hombres y que, por tanto, debía quedarse en casa remendando calcetines o haciendo bollitos de leche. La muchacha protagonista, sin embargo, tomaba la decisión de enfrentarse a todos y trabajar como un hombre más. Ni la diversión de aquel texto disminuía su inteligente denuncia, ni los años transcurridos desde ...

Hace más de 20 años el escritor Miguel Mihura estrenó una obra. teatral, Sublime decisión, que luego dirigió para el cine Fernando Fernán Gómez con el título Sólo para hombres. Se ironizaba allí sobre la, marginación de la mujer que no podía optar a exclusivos trabajos para hombres y que, por tanto, debía quedarse en casa remendando calcetines o haciendo bollitos de leche. La muchacha protagonista, sin embargo, tomaba la decisión de enfrentarse a todos y trabajar como un hombre más. Ni la diversión de aquel texto disminuía su inteligente denuncia, ni los años transcurridos desde entonces han envejecido su propuesta.Barbra Streisand, en su primera película como directora, ha hecho un filme más viejo que aquella comedia. Aunque arranca de un planteamiento interesante -una joven judía debe disfrazarse de hombre para estudiar el Talmud, dado que la cultura se reserva para los varones-, se lanza a media película por una situación inverosímil -la mujer disfrazada de hombre debe casarse con otra mujer-, interesada sólo por la banal historia de amor a que queda reducido todo su esfuerzo. Las situaciones tragicómicas se repiten, se suceden a sí mismas, sin que la pri mitiva denuncia que seguramente pretendió la directora se desarrolle luego realmente.

Da la impresión de que Barbra Streisand no ha confiado en su propio -Proyecto. Más de 300 acto res y actrices, en otras casi tantas películas, han trastocado su sexo fingiendo pertenecer al opuesto para lograr sus pretensiones. En la historia, del cine se ha utilizado pues, ese ardid con la misma generosidad que las puestas de sol, la música cursi o los besos finales, y en muchos casos, con mayor imaginación que la volcada en Yentl por sus guionistas y, probablemente, por el autor del cuento original. Una sola idea es insuficiente para tan larga proyección. A ello Streisand ha añadido un forzado lucimiento personal, interpretando varias canciones que ilustran determinados pasajes del filme pero que en verdad no son necesarias. Afortunadamente, y contra la costumbre, en la versión española se han subtitulado todas ellas: un aplauso.

Yentl, por otra parte, es un filme bien realizado, cuidadoso en la localización de exteriores (son espléndidos los paisajes checoslovacos) y en el encuadre. Barbra Streisand supera como directora el trabajo de algunos de sus colegas, a veces lanzados a dirigir al margen de la lógica. Sólo que su historia se ahoga a medio camino, se pierde por los enunciados del lugar común, ofreciendo simpatía donde cabe exigir algo más de riesgo. Feminismo a punto de cruz.