Barcelona-Madrid

Si queréis que os diga la verdad, empiezo a estar harta de oír a tantos cerebros, ilustres o no, definiendo la españolidad o la catalanidad. Mal andamos cuando unos conceptos necesitan tantas definiciones y tantas polémicas. También empiezo a estar harta de la exploración sistemática sobre la buena o mala salud de la cultura de Barcelona y de la de Madrid, a ver quién corre más.Por mi parte, estoy decidida a trabajar por las cosas que me gustan o que me parecen necesarias, sin fijarme en si la movida madrileña lo hace mejor o peor que yo. No soy tan provinciana como para t...

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Si queréis que os diga la verdad, empiezo a estar harta de oír a tantos cerebros, ilustres o no, definiendo la españolidad o la catalanidad. Mal andamos cuando unos conceptos necesitan tantas definiciones y tantas polémicas. También empiezo a estar harta de la exploración sistemática sobre la buena o mala salud de la cultura de Barcelona y de la de Madrid, a ver quién corre más.Por mi parte, estoy decidida a trabajar por las cosas que me gustan o que me parecen necesarias, sin fijarme en si la movida madrileña lo hace mejor o peor que yo. No soy tan provinciana como para trabajar sólo en función de lo que hacen en Madrid, y, la verdad, no me mortificaría saber que Barcelona está, en un hit parade que roza el misterio metafísico, por debajo de Madrid ni me gustaría tampoco la noticia contraria.

Pertenezco a una nación pequeña, pobre y no autodeterminada, que por razones históricas y de vitalidad humana puede presentar un buen balance cultural. Que Nueva York o París produzcan más cultura me parece obvio y no me hace sufrir especialmente. Que Madrid se está recuperando del enorme retraso cultural que sufre, y que se está esforzando para tener una personalidad cultural propia, no sólo no me hace sufrir, sino que me parece muy bien. De la creatividad humana, al fin y al cabo, podemos aprovecharnos todos.

Sin embargo, si la recuperación de Madrid oscurece o no la cultura de Barcelona me parece un tema estúpido, y creo que estas rivalidades artificiales tendrían que dejarse para el fútbol, que hace con ello un buen negocio. Y no sólo estúpido, sino indignante, es que los cerebros que se ocupan de confeccionar los hit parade aprovechan la ocasión para verter toda la mala leche que sienten por Cataluña.

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28 de febrero

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