Tribuna:

Castro sour

Es comprensible la preocupación de los diputados de Alianza Popular por saber si Fidel Castro se invitó o fue invitado. La precipitada estancia, del presidente cubano en Madrid impidió, entre otras celebraciones, un estimulante encuentro con el líder de la oposición, don Manuel Fraga Iribarne, ante un plato de lacón con grelos, paisaje sensorial para un paisanaje profundo. La visita ha sabido a poco y aunque Castro dialogó telefónicamente con el Rey de España, lo lógico hubiera sido un encuentro en la Zarzuela, situada relativamente cerca de la Moncloa, a vuelo de helicóptero.Castro es el posg...

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Es comprensible la preocupación de los diputados de Alianza Popular por saber si Fidel Castro se invitó o fue invitado. La precipitada estancia, del presidente cubano en Madrid impidió, entre otras celebraciones, un estimulante encuentro con el líder de la oposición, don Manuel Fraga Iribarne, ante un plato de lacón con grelos, paisaje sensorial para un paisanaje profundo. La visita ha sabido a poco y aunque Castro dialogó telefónicamente con el Rey de España, lo lógico hubiera sido un encuentro en la Zarzuela, situada relativamente cerca de la Moncloa, a vuelo de helicóptero.Castro es el posgallego más importante del mundo, seguido a corta distancia por Martin Sheen, cuyo verdadero nombre es Ramón Estévez, gallego por parte de padre e irlandés por parte de madre. A Castro y a Estévez les une su simpatía por la causa de la guerrilla salvadoreña y el deseo de que el Gobierno de Estados Unidos no intervenga en América Central. Galicia da para toda clase de pluralidades y no está bien que se reduzca el encuentro de Castro con la tierra de sus mayores a una escala técnica, a una excusa de fuel oaprovisionamiento de naranjada incorrupta de Iberia.

Don Manuel Fraga, en su etapa de ministro del antiguo régimen, colaboró eficazmente en hacer de España un hospitalario albergue para algunos dictadores latinoamericanos caídos en defensa de los valores de Occidente y no los introdujeron en el país por la puerta trasera, como si fueran parientes malos o insuficientes de la gran familia de la hispanidad.

La visita de Castro era un acontecimiento público, tanto para los que le admiran como para los que han de pedirle cuentas por Gutiérrez Menoyo o las propiedades españolas en Cuba, confiscadas tras la revolución. Los principales frustrados de este visto y no visto han sido los coleccionistas de initos, los curiosos en general y la oposición, que ni siquiera fue invitada al bocadillo técnico de la Moncloa. En cambio, el Gobierno ha puesto unas gotas de castrismo en su cóctel de realismo político. Cuatro partes de bourbon americano y media de ron, media soda y una clara de huevo para suavizar.

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