Cartas al director

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Cataluña, vista por el resto de España supone un esfuerzo intelectual de ecuanimidad. Sin embargo., sorprende que Cebrián descarte a Julián Marías porque no "se le reconoce especial capacidad en la administración del legado orteguiano", toda vez que Ortega y Gasset fue ya descartado por Vicens Vives y lo sigue siendo por un catalanista lúcido de hoy, Jaume Lorés. Yo siempre he dicho que el problema catalán no existe, sino el español. El problema real es la inciapacidad de reconocer el derecho a la diferencia y lo que ésta implica. Ahora ya no necesito dernostrarlo, pues si la solución a...

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Cataluña, vista por el resto de España supone un esfuerzo intelectual de ecuanimidad. Sin embargo., sorprende que Cebrián descarte a Julián Marías porque no "se le reconoce especial capacidad en la administración del legado orteguiano", toda vez que Ortega y Gasset fue ya descartado por Vicens Vives y lo sigue siendo por un catalanista lúcido de hoy, Jaume Lorés. Yo siempre he dicho que el problema catalán no existe, sino el español. El problema real es la inciapacidad de reconocer el derecho a la diferencia y lo que ésta implica. Ahora ya no necesito dernostrarlo, pues si la solución al problema es el Estado de las Autonomías, lo que está claro es que el problema no estaba situado únicamente en Cataluña. De donde se desprende que los que se aproximaban al problema catalán estaban condenados a la parcialidad. La parcialidad que comporta no hacer mención alguna del nacionalismo español.El problema es que el nacionalismo español que siente no siquiera la necesidad de manifestarse en tanto que está plenamente asumido. Tiene razón J. J. Solozábal Echevarría en Por un nuevo concepto de nacionalismo (número 6 de Leviatán): "Reparamos en la irracionalidad del discurso nacionalista de nuestro oponente sin darnos cuenta de la propia base nacionalista de nuestro reproche". Y eso estaba tanto en Marías como está en Cebrián. Por ejemplo, el excelente editorial sobre la desafortunada decisión del Patrimonio Nacional de no autorizar la representación de la ópera Don Carlo en el Escorial encerraba el defecto de "olvidar" la precisión de que dicha decisión era nacionalismo químicamente puro. La diferencia, pues, entre el nacionalismo catalán y el español estriba en que el primero se manifiesta gritando "Som una nació!" por la calle en algunas fechas mientras el segundo, el nacionalismo español, se ejerce desde el Boletín Oficial del Estado, que, dicho sea de paso, olvida escribir en catalán aquellas leyes que afectan a parte o todos los ciudadanos de Cataluña./

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