Cartas al director

Réplica de Tuñón de Lara

Aunque no tengo el criterio de responder ni polemizar sobre trabajos míos, rompo excepcionalmente esta costumbre porque una carta firmada por don Ramiro Gómez, de Madrid, y publicada en la correspondiente sección del jueves, 19 de los corrientes, contiene algunos errores de hecho que podrían ocasionar una desinformación histórica para buena parte de los lectores de EL PAÍS.Las detenciones de Zugazagoitia, Companys, Cruz Salido, Rivas Cherif, Teodomiro Menéndez, Cipriano Mera, Juan Peiré, realizadas en territorio francés para ser luego conducidos a España y asesinados cuatro de ellos, fueron pr...

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Aunque no tengo el criterio de responder ni polemizar sobre trabajos míos, rompo excepcionalmente esta costumbre porque una carta firmada por don Ramiro Gómez, de Madrid, y publicada en la correspondiente sección del jueves, 19 de los corrientes, contiene algunos errores de hecho que podrían ocasionar una desinformación histórica para buena parte de los lectores de EL PAÍS.Las detenciones de Zugazagoitia, Companys, Cruz Salido, Rivas Cherif, Teodomiro Menéndez, Cipriano Mera, Juan Peiré, realizadas en territorio francés para ser luego conducidos a España y asesinados cuatro de ellos, fueron practicadas por agentes de la Gestapo o de las SS alemanas o de la policía francesa que obecedía a Petain, casi siempre acompañados de agentes españoles franquistas todas tuvieron lugar a partir del 10 de julio de 1940, día en que la III República francesa dejó de existir, sustituida por el Gobierno del Estado francés colaborador de Hitler y de las fuerzas invasoras nazis que habían entrado en París el 14 de junio (el mismo día que las tropas de Franco entraron en Tánger) y habían impuesto el Diktat de Rethondes el 21 de junio.

Otros españoles, como doña Victoria Kent y el catedrático don Manuel Martínez Risco, estaban igualmente en las listas siniestras y salvaron sus vidas gracias a la protección de ciudadanos franceses.

Es dificil, pues, confundir la Gestapo, los agentes franquistas y los agentes collabos que detuvieron a esos refugiados españoles, para entregarlos a Franco en una Francia ocupada por el enemigo fascista, con la tercera, la cuarta o la quinta República francesa, que no hicieron nada semejante. Desde luego que se trata de hechos fácilmente comprobables, sin deducir de ellos ningún juicio de valor.

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Pero, ya que se aborda este tema, no estaría de más dedicar un recuerdo a los 3.000 jóvenes franceses que descansan para siempre bajo la tierra de España, porque aquí cayeron en defensa de su democracia. Y es que tampoco se pueden confundir las administraciones de los Estados y los pueblos. A ningún demócrata se le ocurre confundir a Franco con Es-

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paña. Y en cuanto a la larga y contradictoria política francesa de los años 1936 a 1940, es tema que, por su complejidad, excede de estas líneas. / .

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