Tribuna:

Una cantante en blanco y negro

Con media hora de retraso y algo menos de media entrada, comenzó anoche el recital de Juliette Greco en el teatro Alcalá Palace de Madrid, interpretando Non, monsieur, canción compuesta por Gérard Jouannest, que también dirigió el grupo de siete músicos que acompañó en su recital a la cantante. Juliette Greco, una de las voces más clásicas de la canción francesa, salió a escena sobriamente vestida de negro, rodeada de músicos igualmente sobrios en su indumentaria, en un decorado en el que destacaba la palidez del rostro y las manos de la artista, que se presentaba en Madrid después de a...

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Con media hora de retraso y algo menos de media entrada, comenzó anoche el recital de Juliette Greco en el teatro Alcalá Palace de Madrid, interpretando Non, monsieur, canción compuesta por Gérard Jouannest, que también dirigió el grupo de siete músicos que acompañó en su recital a la cantante. Juliette Greco, una de las voces más clásicas de la canción francesa, salió a escena sobriamente vestida de negro, rodeada de músicos igualmente sobrios en su indumentaria, en un decorado en el que destacaba la palidez del rostro y las manos de la artista, que se presentaba en Madrid después de años de silencio discográfico, como si se tratara de un desafío al tiempo y de un intento de demostrar que la canción francesa sigue todavía vigente, cosa que solo consiguió a medias, a causa tanto de la insuficiente afluencia de público, tal vez debida a la poca publicidad y al alto precio de las entradas -de 1.000 a 3.000 pesetas-, como por la frialdad general del recital, que solo se calentó por momentos.

La canción Francesa ha marcado, desde hace más de 30 años, un estilo que ha permanecido prácticamente inalterable al paso del tiempo. Pero lo que en un momento fue algo nuevo y sorprendente, hoy se ha impregnado ya de un cierto clasicismo, que ha limado sus antiguas aristas.

Juliette Greco ya no es la musa del existencialismo cantada por Jean-Paul Sartre y Jean Cocteau, sino una cantante de larga y ancha experiencia, que quiza acentua de de manera demasiado evidente los escasos gestos con que suele dramatizar las canciones que interpreta, pero que, en todo momento, sabe mantener el dominio sobre la escena, inamovible delante del micrófono, haciendo guiños cómplices a un público que le era cómodo a priori, y en el que abundaban las genmtes de edades medias.

Interpretó Juliette Greco temas tiernamente amorosos, levemente satíricos o ligeramente cínicos. Mejor los primeros que los últimos, en los que se echó en falta una cierta energía.

Y pasó revista a la plana mayor de la canción francesa, cantando conocidos temas de Jacques Brel, Jean Ferrat, Leo Ferré, Jacques Prevert y Joseph Kosma, entre otros autores y cantantes. El público, no obstante, salió contento, porque el espectáculo que vio era aproximadamente lo que había ido a ver.

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