Cartas al director

El peligro de guerra

El 22 de noviembre será una fecha que difícilmente podrán olvidar los pocos supervivientes que queden del holocausto ecuménico que se avecina.Para los ciudadanos estadounidenses que sufran esa desgraciada suerte, la fecha tendrá una doble significación dramática por coincidir con el asesinato del presidente J. F. Kennedy (aunque la comparación sea abismal, odiosa). Europa, como en la gran guerra mundial- y en la segunda guerra mundial, será la más perjudicada, si se puede decir perjudicado a un continente que quedará totalmente fenestrado.

Lo más lamentable, dentro de tan inmenso holoca...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El 22 de noviembre será una fecha que difícilmente podrán olvidar los pocos supervivientes que queden del holocausto ecuménico que se avecina.Para los ciudadanos estadounidenses que sufran esa desgraciada suerte, la fecha tendrá una doble significación dramática por coincidir con el asesinato del presidente J. F. Kennedy (aunque la comparación sea abismal, odiosa). Europa, como en la gran guerra mundial- y en la segunda guerra mundial, será la más perjudicada, si se puede decir perjudicado a un continente que quedará totalmente fenestrado.

Lo más lamentable, dentro de tan inmenso holocausto y de tantas y tantas cosas que habría que lamentar, sería que no quedaran algunos responsables directos con vida para que purgaran con ella y en ella el daño que van a causar a la humanidad.

La Unión Soviética advirtió que se retiraría de las conversaciones de Ginebra inmediatamente después de que comenzaran las instalaciones de los cohetes americanos en Europa. La Casa Blanca sabía que ocurriría lo ocurrido, sencillamente porque son los más interesados en que no haya acuerdos. El. destino quiso que Europa descubriera a América, y el sino, que América sacrifique a Europa para ella supervivir.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Lloro, me brotan las lágrimas, y no es por temor a perder la vida, que ya es sexagenaria, sino por la impotencia de los hombres de a pie para evitar que unas minorías en el poder, cegatas, aviesas y sometidas a una potencia foránea de nuestra Europa, nos arrastren inexorablemente a un fin que ya conocen los supervivientes de Hiroshima y Nagasaki, en el luctuoso agosto del año 1945. /

Archivado En