LAS VENTAS

De aperitivo, una sardinada

Plaza de Las Ventas. 11 de septiembre.Tres novillos de Martín Peñato, con casta, y tres de Francisco Ortega, impresentables.

Pascual Gómez Jaén. A viso y silencio. Silencio. Tomás Pallín. Silencio. División cuando saluda. Pedro Santiponce. Silencio en los dos.


Está en puertas la feria de Otoño, que la afición madrileña quiere espléndida y la empresa también. La afición nada puede hacer para conseguirlo, salvo rezar lo que sepa. La empresa, en cambio, por lo menos tiene medios para preparar el ambiente. Parecería lógico que, a tal f...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Plaza de Las Ventas. 11 de septiembre.Tres novillos de Martín Peñato, con casta, y tres de Francisco Ortega, impresentables.

Pascual Gómez Jaén. A viso y silencio. Silencio. Tomás Pallín. Silencio. División cuando saluda. Pedro Santiponce. Silencio en los dos.

Está en puertas la feria de Otoño, que la afición madrileña quiere espléndida y la empresa también. La afición nada puede hacer para conseguirlo, salvo rezar lo que sepa. La empresa, en cambio, por lo menos tiene medios para preparar el ambiente. Parecería lógico que, a tal fin, sirviera un aperitivo con manjares de lujo; nunca esa sardinada apestosa que sacó ayer, para rision de turistas, disgusto de aficionados y deserción del público en general.No es que fuera género fácil para los toreros, lo cual aún tendría cierto sentido. Era, por el contrario, género difícil, cargado de problemas. y peligros. Ponen esos asardinados productos de Ortega en la pasada feria de San Sebastián de los Reyes -dicho sea a título de ejemplo ysin ánimo de molestar- y las figuras que por ella anduvieron haciendo el indio, cogen unas seguidillas galopantes.

JOAQUÍN VIDAL, Madrid

M., Barcelona

Se trataba de ganado famélico, espíritu de la golosina, pero alto, largo, zancudo, veleto, encima amoruchado y un poquito bujarrón. La gente protestaba con mal aire y los toreros se apretaban los machos, confusos. Por un lado, no se les concedía importancia a cuanto intentaban; por otro, cuanto intentaban tenía importancia. Extraño contrasentido, pero así es la vida de cruel. El ganado de siniestra estampa -principalmente el cuarto, el sobrero que le sustituyó y el sexto- desmontaba a los picadores, no daba dos embestidas iguales o se lamía las pezuñas a verlas venir, con aviesa intención. Deslucidos anduvieron los espadas con tan desconcertante género, a pesar de su entrega.

Ortodoxas maneras se le apreciaron a Tomás Pallín, no obstante. Quizá le falte placearse para redondearlas. Si utilizara menos el pico, no se tumbara tanto para torear, diera más distancia, templara -¿es mucho pedir?- lo conseguiría. En realidad, le correspondió el lote más boyante. La ciencia investiga ahora si el estilo que apuntó es de su patrimonio o prestado para un día.

El muestrario Martín Peñato, si terciado y con uno sospechosísimo de pitones, tenía casta. Pedro Santiponce sufrió dos volteretas impresionantes en el tercero. El novillo era reservón, hacía hilo por el pitón izquierdo, y por el derecho, embestía con genio. El zarandeado sevillano no acabó de acoplarse, como es natural.

Pascual Gómez Jaén ya es veterano en estas lides, y extrañó que no aprovechara a embarcar la noble embestida de su primero. Ni siquiera fue el "torerillo de azul" que emocionaba en anteriores tardes. A sus compañeros es necesario verlos más veces. Se sugiere que sea con mejor aperitivo. La empresa de Madrid tiene medios para ello. Le falta rumbo y le falta sentido de la oportunidad. Cuando prepara manteles para un gran banquete -la feria de Otoño tiene trazas de serlo- no puede poner por delante una sardinada pestilente, y vinazo peleón. No puede y no debe.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En