MÚSICA CLÁSICA

Lo que hubiera escuchado Goya

La portentosa exposición Goya celebrada en el Museo del Prado ha tenido la frecuente compañía de actividades complementarias: conferencias y conciertos, el último de los cuales se celebró el pasado miércoles bajo el epígrafe Música del tiempo de Goya. Tiempo quiere decir, en este caso, pura cronología, pero no identidad de significación estética: la de Goya fue tan revolucionaría, avanzó a zancadas sobre el correr de los días, que sería necesario esperar a un Granados para una interpretación del goyismo más costumbrista y a los compositores actuales para un viaje musical a las entra...

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La portentosa exposición Goya celebrada en el Museo del Prado ha tenido la frecuente compañía de actividades complementarias: conferencias y conciertos, el último de los cuales se celebró el pasado miércoles bajo el epígrafe Música del tiempo de Goya. Tiempo quiere decir, en este caso, pura cronología, pero no identidad de significación estética: la de Goya fue tan revolucionaría, avanzó a zancadas sobre el correr de los días, que sería necesario esperar a un Granados para una interpretación del goyismo más costumbrista y a los compositores actuales para un viaje musical a las entrañas del goyismo más grave y trascendente.El título de Pinturas negras se repite en diversos autores de la vanguardia musical (empezando por Cristóbal Halffter), y la España "de la rabia y de la idea" que sublima Goya aparece recogida musicalmente sólo en partituras recientes.

Dado el entorno del museo y las mismas posibilidades instrumentales, el "tiempo musical" expuesto por Álvaro Marías y Pablo Cano se alzaba como fuerte contrapunto ideológico. Pero, como resaltó en sus palabras el director del museo, Alfonso Pérez Sánchez, escuchábamos, a fin de cuentas, alguna de la música que pudo haber escuchado Goya hasta que la sordera concentró en la mirada los cauces receptivos y expresivos de su genial sensibilidad.

Sonatas de los italianos Barsantí y Veracini, de los alemanes Haendel y Telemann, de los españoles Laseca, Ustariz y Félix Máximo López fueron interpretadas por Alvaro Marías (flauta de pico) y Pablo Cano (clave) con riguroso estilo e incisiva comunicatividad. Han llegado los jóvenes concertistas a un punto de madurez en el que desaparece cualquier pedantería estilística en favor de una naturalidad que transparenta mucho tiempo de análisis y estudio.

Resulta curioso encontrar en un Veracini -como en tantos italianos- giros que nos suenan a castizismo español porque nuestra música culta / popular también los heredó y asimilé a través del tiempo y desde el mismo renacimiento. Testimonio de una cuasi constante es el aire retardatario de nuestros clavecinistas dieciochescos, no por ello carentes de belleza y de rasgos singulares: los que provienen de Cabezón y su estela.

El del dúo Marías-Cano fue un concierto planteado y resuelto como verdadero "hecho, cultural", dotado de dimensiones intelectuales que enriquecen la tantas veces azarosa interpretación musical, obediente a una supuesta divisa: "a las musas rogando y con la razón dando".

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