Crítica:CINE / 'BRITANNIA HOSPITAL'

Exagerada caricatura

Britannia Hospital.Dirección: Lindsay Anderson. Guión: David Sherwin. Fotografía: Mike Fash. Música: Atan Price. Intérpretes: Malcolm McDoweIl, Joan Plowright, Leonar Rossiter, Graham Crowden, Jill Bennett. Británica, 1982.

Local de estreno: Rex.

Hay un sutil punto diferenciador entre la farsa y la patochada que no siempre saben medir los realizadores que se lanzan a la crítica social por vía de la caricatura. La libertad que logran con esquemas estereotipados suele volverse en contra suya: se divierten tanto con sus propias bromas que éstas quedan sin sentido.
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Britannia Hospital.Dirección: Lindsay Anderson. Guión: David Sherwin. Fotografía: Mike Fash. Música: Atan Price. Intérpretes: Malcolm McDoweIl, Joan Plowright, Leonar Rossiter, Graham Crowden, Jill Bennett. Británica, 1982.

Local de estreno: Rex.

Hay un sutil punto diferenciador entre la farsa y la patochada que no siempre saben medir los realizadores que se lanzan a la crítica social por vía de la caricatura. La libertad que logran con esquemas estereotipados suele volverse en contra suya: se divierten tanto con sus propias bromas que éstas quedan sin sentido.

Ocurre con frecuencia en el cine español de consumo, y ahora, en el último filme de Lindsay Anderson, Britannia Hospital, que fue exhibido, y discretamente premiado, en el Festival de Cannes del pasado año. El ambiente enloquecido de un hospital en el que se mezclan distintas luchas, desde la de los cocineros que no quieren trato de favor para los enfermos, de pago, a la de quienes, desde la calle, solicitan la entrega de un dictadorzuelo que finge estar enfermo, pasando por la pintoresca visita de la reina y las disparatadas experiencias de un médico que quiere emular al doctor Frankenstein, Britannia Hospital no elude tampoco sus humoradas sobre el porro, el erotismo apasionado y la violencia de un mundo que, según dice, quiere imponer, como el médico investigador, el prototipo de un hombre sin sentimientos.

Una mezcla precipitada de cuestiones que se pisan con velocidad, sin tiempo para el matiz, para ideas nuevas. La comedia se hace circo, y éste, tan dificil, se queda en fuego de artificio. Lindsay Anderson ha querido opinar, a sus 60 años, sobre cuanto ve a su alrededor, pero la película no es producto de la reflexión sine, de la distancia: marginado, considera que toda la vida es absurda y corre a demostrarlo sin datos, con la exclusiva ayuda de los cómplices de su estado de ánimo.

Tuvo mejor suerte este director cuando, alrededor de mayo de 1968, filmó If..., la película que mostraba una parte de aquella rebeldía juvenil y de clase; inmediatamente después esbozó ya el espíritu que ahora ahoga a Britannia Hospital rodando las variadas aventuras del vendedor de café de Un hombre de suerte, que no hace mucho vimos en televisión. En estos tres títulos es Malcolm McDowell quien se ha encargado del papel protagonista, y aunque en esta última no exista un personaje principal, es igualmente libre para reír a su modo con cuanto idea Anderson. Siendo un excelente actor, en estos enloquecidos personajes no encuentra el pulso de otros trabajos suyos menos histriónicos.

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